sábado, 29 de febrero de 2020

Puigdemont revienta Perpinyà / José Antích *

Que el independentismo protagonice un nuevo acto masivo en el que demuestre su resiliencia, como el protagonizado este sábado en Perpinyà, no debería sorprender a nadie. Lleva desde 2012 desbordando las calles, manifestación tras manifestación, y retando la interpretación de todos aquellos que analizan el independentismo catalán como un fenómeno pasajero y fruto de una coyuntura más emocional que política. 

No pueden estar más equivocados. Invariablemente el independentismo tiene argumentos suficientes para defender sus posiciones tanto en la calle como en las urnas porque, al final, van de la mano y no hay una encuesta que no le conceda a este espacio político la mayoría absoluta en las próximas elecciones catalanas.

Cuesta saber si había 110.000 personas como dijo la Policía Municipal o más de 200.000 almas como afirmaron los organizadores en el retorno de Puigdemont a la Catalunya Nord. Casi es anecdótico. Basta con afirmar que se ven muy pocos actos políticos con tantos asistentes tanto en Francia como en España. En el Parque de las Exposiciones de Perpinyà no se alcanzaba esa cifra desde 1907, según la televisión France 3

El Consell de la República ha tenido la habilidad de convocar un acto que conservando como eje central el exilio y la República ha sido plural en los mensajes, inclusivo en el rol de los diferentes actores políticos, y contundente a la hora de dibujar algo que puede parecer una obviedad pero que no lo es ya que puede ensanchar el perímetro y subir el listón de la reivindicación sin que la represión española pueda llegar a actuar. 

Así, la acción de la policía del ministro Marlaska se ha tenido que limitar a dificultar el acceso de los miles de catalanes por la frontera y a impedir la entrada en las comarcas de Girona a Puigdemont, Comín y Ponsatí bajo la amenaza de detención. Curiosa democracia la española, que solo puede asistir irritada y soliviantada a todo un reguero de homenajes de las autoridades francesas a los exiliados catalanes a tan solo una treintena de kilómetros de la frontera. 

La prensa española y una parte de la catalana lo ocultará o lo destacará poco pero la única explicación a las recepciones de todos los grupos representados en el consistorio de Perpinyà o del plenario del Consell del Departament dels Pirineus Orientals al president exiliado es la diferente concepción de la democracia, la libertad y la justicia.

La sordera del Estado español a cualquier tipo de reclamación catalana viene de antiguo y de ahí el enorme escepticismo a la mesa del diálogo. La jacobina Francia adelantando al neocentralismo español que grita y grita mientras le humilla la justicia europea una vez tras otra. 

Gracias a ella Puigdemont, Comín y Ponsatí estaban en Perpinyà y también un día los presos políticos alcanzarán la libertad y obtendrán la justicia que les han negado los tribunales españoles.


(*) Periodista y director de El Nacional


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