lunes, 10 de enero de 2011

Carta a MAFO / Ignacio Escolar

Estimado gobernador del aún más apreciado Banco de España, señor Miguel Ángel Fernández Ordóñez (MAFO para el sector). Sigo desde hace tiempo sus escuchadas recomendaciones sobre cómo salir de la crisis. Tengo ya claro que, en su opinión, la única medicina para sanar nuestra doliente economía pasa por tres tristes tragos de amargo ricino: el recorte del gasto público, el retraso de la edad de jubilación y la moderación salarial. Conozco su receta, pero me quedan tres dudas, una por cada inevitable “reforma estructural” que usted propone.
 
La primera, sobre el recorte del gasto público. ¿Se refiere a esos 12.000 millones de euros que el Estado ya ha prestado a las cajas a través del fondo de rescate? Sí, ya sé que es dinero a devolver con intereses… salvo que alguna caja quiebre (dios o los mercados no lo quieran). Pero le recuerdo que la supervisión de esas cajas, hoy tan necesitadas de dinero público, es de su exclusiva competencia. Y si hemos llegado a esta situación es, en gran medida, por culpa de una burbuja inmobiliaria que el Banco de España pudo y no quiso frenar, según ha denunciado un reciente informe de la mismísima Comisión Europea

La segunda duda, sobre el retraso de la edad de jubilación. ¿Se refiere a los más de 15.000 trabajadores de las cajas que van a ser prejubilados, merced al plan de fusiones que usted mismo pilota al frente del Banco de España? ¿O la culpa es de los obreros de la construcción, que se jubilan, de media, diez años más tarde que el sector laboral que antes cobra su pensión: el de los empleados de la banca?

Y mi tercera duda, sobre la moderación salarial, imprescindible para sacar del arroyo a “un país que ha vivido por encima de sus posibilidades”. ¿Se refiere a los 165.000 euros anuales que usted cobra?

Rabia en el Magreb

La muerte del joven Mohamed Bouazizi ha desencadenado una ola de protestas en Túnez pronto extendidas a las principales ciudades de la vecina Argelia. Bouazizi, un licenciado en Informática sin empleo desde que acabó sus estudios, se inmoló ante una comisaría después de que la policía destrozara su carro de frutas y lo detuviera por carecer de licencia para la venta ambulante. Su gesto desesperado ha sido la chispa que ha hecho estallar la rabia de una juventud sin expectativas y sometida a regímenes de distinto signo político, pero igualmente dictatoriales y corruptos. De momento, las protestas en Túnez dejan un balance de cuatro muertos y un número indeterminado de detenidos, alrededor del centenar. En Argelia solo se tienen noticias confirmadas de violentos enfrentamientos entre los manifestantes y la policía.

La explosiva situación social en el Magreb no era desconocida antes de estos sucesos; después de que hayan tenido lugar obligan a reconsiderar la política seguida por la comunidad internacional durante los últimos años, en especial por la Unión Europea y EE UU. Las necesidades de seguridad no pueden monopolizar la aproximación diplomática al Magreb, relegando a segundo plano las exigencias de democratización y las iniciativas dirigidas a facilitar el desarrollo de la región. El equilibrio entre estos múltiples objetivos es difícil de articular, pero lo será aún más si la situación política y social sigue degradándose.

El presidente tunecino, Ben Alí, fue confirmado hace poco más de un año en unas elecciones sobre las que pesaron fundadas sospechas de fraude. Los Gobiernos europeos guardaron un prudente silencio y solo la Administración norteamericana expresó preocupación por la ausencia de observadores internacionales independientes. Ben Alí se cobraba así su cooperación en la lucha contra el terrorismo, apuntalada con medidas modernizadoras en diversos ámbitos sociales, incluido el estatuto de la mujer. Pero la modernización no puede servir de excusa, según pretende Ben Alí, para perpetuarse en el poder, que ejerce desde hace más de dos décadas. La situación en Argelia no es distinta, por más que el régimen se reclame retóricamente de unos vagos principios socializantes y revolucionarios.

No porque las diversas ramas del islamismo, incluyendo la aberración terrorista, hayan tratado de capitalizar el malestar en el Magreb hay que negar su existencia. Está ahí, como atestigua la rapidez con la que, sin importar las fronteras, se han extendido los disturbios tras la muerte de Mohamed Bouazizi. Como también están ahí la corrupción y la falta de libertades, que afectan a todos los países de la región. Los actuales disturbios son un nuevo signo -uno más- de que la situación no se puede prolongar de manera indefinida y de que la cooperación con estos Gobiernos no puede realizarse a expensas de sus poblaciones. Para la comunidad internacional es un camino a ninguna parte; para el Magreb, una bomba de relojería que, de activarse, será difícil de controlar.

Washington se adelanta a Europa y condena la represión policial en el Magreb

MADRID.- Las manifestaciones de la noche del viernes al sábado se cobraron los primeros muertos en Argelia mientras que en Túnez otros cuatro heridos de bala se añadieron a la lista de víctimas. De la violencia de los encontronazos de estos últimos cuatro días en Argelia da idea el balance ofrecido ayer por el titular del Interior, Dahou Ould Kablia, en la emisora Chaîne 3: dos muertos y unos 400 heridos, de los que 300 son policías y gendarmes, a los que hay que añadir numerosos detenidos -el ministro rehusó dar una cifra de los jóvenes apresados por vandalismo- y cuantiosos daños materiales. Ayer a mediodía se reanudaron los disturbios por quinto día consecutivo en varias ciudades argelinas, revela hoy 'El País'.

Kablia confirmó que un joven de 18 años falleció en la comarca de Msila, a 300 kilómetros al sureste de Argel, cuando la policía trató de repeler el "intento de asalto a la comisaría". El segundo muerto, de 32 años, fue hallado en una calle de Bou Smail, a 50 kilómetros al oeste de Argel, "herido en la cabeza", según el ministro. La agencia France Presse señala, citando fuentes médicas, que fue alcanzado en el rostro por una granada lacrimógena.
En Túnez vecinos de Regueb y de Saida, en el centro del país, indican que los disparos de la policía hirieron a al menos cuatro manifestantes de los cuales tres estarían ingresados. Dos manifestantes heridos de bala en Nochebuena fallecieron poco días después. Otro vendedor ambulante tunecino, Moncef Ben K, de 50 años, fue también hospitalizado después de haberse inmolado ayer en el mercado de Sidi Bouzid siguiendo el ejemplo del joven de 26 años que se quemó allí mismo, a lo bonzo, el 17 de diciembre.
Su gesto fue la chispa que provocó una oleada de protestas en todo el país que ayer recibió el inesperado apoyo de la Unión General Tunecina del Trabajo, el sindicato único. Su secretario general, Abid Brigui, salió al balcón de su sede, en la plaza Mohamed Ali, y declaró a la muchedumbre allí congregada que su central apoyaba las "legítimas" reivindicaciones del pueblo.
"No es de recibo condenar ese movimiento", afirmó Brigui ante centenares de sindicalistas cercados por los antidisturbios, que no intervinieron. "No es normal responderle con balas", gritó entre aplausos.
Las protestas en Túnez son menos violentas que en Argelia donde recuerdan a las que, en octubre de 1988, acabaron con el régimen de partido único, el Frente de Liberación Nacional, no sin antes cobrarse 500 muertos. En ninguno de los dos países las manifestaciones tienen tintes islamistas.
El propio ministro del Interior argelino reconoció que los disturbios, provocados en teoría por la subida del precio de algunos productos básicos, "no están relacionados con ningún problema económico". De todas formas, el Gobierno argelino anunció ayer una rebaja a los impuestos sobre la importación de ciertos productos alimenticios.
"La crisis argelina es ante todo una crisis política", observó el Frente de Fuerzas Socialistas (FFS), el más antiguo partido de oposición argelino afiliado a la Internacional Socialista.
"Es el sentimiento de injusticia" el que empuja a los jóvenes a las calles, asegura el FFS en un comunicado publicado ayer. "La inmensa mayoría de la población no confía en sus dirigentes", añade. "Está convencida de que no hay ningún otro cauce más que la violencia para hacerse escuchar" por las autoridades. El estado de excepción fue decretado hace 19 años en Argelia para luchar contra el islamismo radical y desde entonces las manifestaciones están prohibidas.
Ante la represión en el Magreb la Unión Europea y los gobiernos y partidos políticos del sur de Europa guardan silencio. Es así a propósito de Argelia y de Túnez, cuyo régimen es mucho más autoritario que el argelino, hasta el punto de intentar establecer una censura férrea sobre Internet, y sus adversarios en la calle mucho más pacíficos que los jóvenes argelinos. Aun así hay hasta ahora más muertos y heridos por disparos policiales en Túnez que en Argelia.
El Reagrupamiento Constitucional Democrático, el partido hegemónico que encabeza el presidente tunecino Ben Alí, es miembro de la Internacional Socialista y aún así ninguno de sus correligionarios europeos ha pedido, por ejemplo, su expulsión de la organización. El PSOE no se pronuncia, mientras que la secretaria de derechos humanos de los socialistas franceses, Pouria Amirshahi -no la dirección del partido en su conjunto- emitió un comunicado condenando la "brutal represión".
Como ya sucedió con el golpe de Estado militar en Mauritania en 2008, los acontecimientos de Túnez han puesto de manifiesto el enfoque diametralmente opuesto de EE UU y de la Europa del sur sobre los derechos humanos en el norte de África.
El portavoz del Departamento de Estado, Philip Crowley, reveló el viernes que la víspera el embajador tunecino en Washington había sido convocado para pedir al Gobierno de Túnez que "respete el derecho del pueblo a manifestarse pacíficamente". Se le trasladó también la preocupación que suscita la intromisión de las autoridades en las redes sociales en Internet para cercenar la libertad de los que las utilizan.
Cuando en Washington hablaba Crowley, la ministra francesa de Exteriores, Michèle Alliot-Marie, recibía en París a su homólogo tunecino, Kamel Morjane. "No hubo una declaración; no hubo un solo micrófono a la salida", señalaba la emisora pública francesa RFI. "Fue una visita silenciosa", concluía. En Madrid y en Roma, otras dos capitales europeas afines a Túnez, también se guarda silencio.

La oposición denuncia una veintena de muertos en las protestas de Túnez

MADRID.-La ola de violencia y la represión policial continúa en Túnez. La oposición de ese país ha informado hoy de una veintena de muertos, la mayoría por disparos de la policía durante la madrugada del sábado al domingo. El Gobierno del país norteafricano, a través de la agencia oficial TAP, ha confirmado 14 víctimas mortales. De las seis últimas, cuatro han muerto en Rgeb y dos en Gassrine. Según el Ministerio del Interior, otras cinco víctimas, estás registradas en Thala, ciudad fronteriza con Argelia, se produjeron después de que una turba intentara asaltar un edificio del Gobierno con cócteles molotov, y desoyera los disparos disuasorios de la policía, según recoge 'El País'.

El Ejecutivo achaca los incidentes a la acción de extremistas que desean desestabilizar el país y ha indicado que también hay tres policías heridos de gravedad. La mecha de la violencia prendió después de que en Argelia se hayan producido disturbios por el alza de los precios de productos básicos.
Mientras, la calma parece haberse reinstalado de momento en las diferentes regiones de Argelia tras cinco días de revueltas y pillaje, durante las cuales tres personas murieron y unas 800 resultaron heridas. El ministro del Interior, Daho Ould Kablia, en una declaración a la agencia de prensa oficial APS, ha confirmado este balance. También ha indicado que la policía y la Gendarmería han contabilizado 736 heridos entre sus efectivos, mientras que el número de manifestantes lesionados es de 53. Medios locales argelinos elevan hoy la crifra de muertos a cinco.
Ante la represión en el Magreb, la Unión Europea y los Gobiernos y partidos políticos del sur de Europa guardan silencio. Es así a propósito de Argelia y de Túnez, cuyo régimen es mucho más autoritario que el argelino, hasta el punto de intentar establecer una censura férrea sobre Internet, y sus adversarios en la calle mucho más pacíficos que los jóvenes argelinos. Aun así hay hasta ahora más muertos y heridos por disparos policiales en Túnez que en Argelia, informa 'El País'.
El Reagrupamiento Constitucional Democrático, el partido hegemónico que encabeza el presidente tunecino Ben Alí, es miembro de la Internacional Socialista y aún así ninguno de sus correligionarios europeos ha pedido, por ejemplo, su expulsión de la organización. El PSOE no se pronuncia, mientras que la secretaria de derechos humanos de los socialistas franceses, Pouria Amirshahi -no la dirección del partido en su conjunto- emitió un comunicado condenando la "brutal represión".
Como ya sucedió con el golpe de Estado militar en Mauritania en 2008, los acontecimientos de Túnez han puesto de manifiesto el enfoque diametralmente opuesto de EE UU y de la Europa del sur sobre los derechos humanos en el norte de África.
El portavoz del Departamento de Estado, Philip Crowley, reveló el viernes que la víspera el embajador tunecino en Washington había sido convocado para pedir al Gobierno de Túnez que "respete el derecho del pueblo a manifestarse pacíficamente". Se le trasladó también la preocupación que suscita la intromisión de las autoridades en las redes sociales en Internet para cercenar la libertad de los que las utilizan.
Cuando en Washington hablaba Crowley, la ministra francesa de Exteriores, Michèle Alliot-Marie, recibía en París a su homólogo tunecino, Kamel Morjane. "No hubo una declaración; no hubo un solo micrófono a la salida", señalaba la emisora pública francesa RFI. "Fue una visita silenciosa", concluía. En Madrid y en Roma, otras dos capitales europeas afines a Túnez, también se guarda silencio.