domingo, 23 de febrero de 2020

Tres imágenes de una Almería antigua / Pedro Manuel de la Cruz *

El silencio de los agricultores Los agricultores han puesto el grito en los medios de comunicación porque, en medio del laberinto de la crisis de precios, algunos de entre los suyos están comprando producto marroquí para, una vez aquí, venderlo con etiqueta almeriense, con el fraude y el riesgo que tan insensato comportamiento lleva añadido. 

La denuncia está sobrada de argumentos, pero las criticas tendrían más solidez si, además de quedarse en la protesta, fuesen un paso mas allá y denunciaran públicamente a aquellos que, con su actitud fraudulenta, están poniendo en riesgo a todo el sector. 

El sector agrícola es una geografía humana y empresarial en la que todos se conocen y si se graban los camiones que llegan desde Marruecos, también se pueden grabar los almacenes donde descargan la mercancía que transportan. 

Abrir expedientes administrativos, cortar la autovía, plantear con vigor reivindicaciones a las administraciones, a todas, y pedir el apoyo de la ciudadanía a sus justas demandas, está bien. Pero también lo estaría que se hiciera público el nombre o la razón social de quienes torpedean el principal sector de la economía provincial. 

Llegados a este punto habría que recordar a Unamuno cuando señaló que hay circunstancias en las que callarse es mentir. A veces no basta solo con no callarse, es necesario hablar y poner al descubierto la deslealtad de unos pocos frente al legítimo interés de casi todos. Y esta actitud es exigible tanto a las administraciones como al propio sector. 

La vergüenza del Cañarete Ciento seis años después de que aquel 15 de agosto de 1914 el vapor “Ancón” inaugurara oficialmente el Canal de Panamá que unía el Caribe y el Atlántico con el Pacífico solo puede resultar patético que los almerienses sigan padeciendo el vía crucis amenazante del paso del Cañarete. 
 
Doctores tiene la Iglesia y técnicos el ministerio de Fomento para alcanzar el milagro de que atravesarlo no suponga un riesgo para quienes lo hacen. Las características del territorio pueden dificultar las decisiones técnicas a adoptar, pero, a estas alturas de la historia de la ingeniería, resulta incomprensible que no se eliminen los desprendimientos que, un día sí y otro también, se producen en su media docena de kilómetros. 
 
Madrid y Sevilla continúan estando muy lejos de Almería (da igual el gobierno que haya en una u otra capital, no se crean a quienes dicen lo contrario), pero lo que no debemos continuar soportando los almerienses es que creamos que unir Almeria con Aguadulce sea más difícil que conectar dos océanos. Pónganse manos a la obra de una vez y para siempre y olviden la política de acumulación de parches inservibles que han demostrado su ineficacia desde que se pusieron en practica hace ya demasiados años.

Humillación y pornografía La denuncia de un padre ofendido por el desarrollo de un taller sobre el desprecio de la mujer en la pornografía y al que asistieron varias decenas de alumnos de bachiller en un instituto de Huércal Overa y en el que estaban presentes varios profesores, ha puesto a Almería en el mapa mediático nacional de los francotiradores apostados en defensa del veto parental. 
 
El tratamiento mediático ha llegado al delirio de difundir que los participantes eran niños de primero de ESO y de que quienes simularon una felación intercambiando los roles casi la llevaron a la práctica. Disparates que solo buscan dar munición a la extrema derecha para que, tan católica, apostólica y ultramontana ella, sus portavoces lleven a la práctica la teoría de fraile según la cual, todo es bueno para el convento. 
 
Hasta que la delegación de Educación no concluya su informe sobre cómo se desarrolló el taller sería temerario aventurarse a opinar si se hizo de forma adecuada o se incurrió en algún error. 
 
Pero hecha esta salvedad no puede ignorarse que nadie pone en duda que el roll que la mujer juega en la estructura estética y argumental ¿? de la pornografía está en el origen de los comportamientos delictivos de muchos de quienes cometen agresiones sexuales. Desde esta premisa, que solo discuten los apóstoles del oscurantismo, puede oponerse a que el tema sea tratado en una clase ante alumnos cercanos a la mayoría de edad y que, no nos engañemos, llevan años consumiendo pornografía desde sus móviles. La hipocresía es un camino que solo llega al ridículo.
 
 
(*) Periodista y director de La Voz de Almería
 
 

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