miércoles, 13 de diciembre de 2023

La resurrección de Podemos / Raúl Solís *


Si la formación morada fuera un libro, sería ‘Las venas abiertas de España’, parafraseando el título del libro de Eduardo Galeano que mejor explica los dolores de América Latina. 

Nadie como Podemos ha situado mejor a España frente a su espejo y ha desentrañado a la vieja izquierda que pactaba liberados antes que medidas políticas, a la socialdemocracia que ha sido el bastón del Régimen del 78, a una derecha que, lejos de ser conservadora, lleva en su ADN un profundo gen reaccionario que anhela volver al feudalismo, a un poder económico que pregona liberalismo aunque se hace de oro esquilmando el Estado a través de las privatizaciones y los servicios públicos, al vetusto poder judicial que actúa como el brazo armado de la derecha y, por supuesto, al poder mediático que, lejos de ejercer como el cuarto poder para ser contrapeso de todos los demás poderes, es el ejército del poder económico y vocero de los partidos que mejor representan los intereses de las élites.

Yolanda Díaz tuvo la oportunidad de matar a Podemos, ocupar su espacio, incluso agrandarlo, y pasar página. Para eso hacía falta representar lo que representa Podemos en lugar de aspirar a enterrar la identidad política que nació en las plazas hace una década. La izquierda popular del 15M no es un partido, es un estado de ánimo, una emoción, una reflexión intelectual, una realidad soterrada y un silencio hecho verbo. 

En Andalucía y Extremadura, donde hemos sufrido desde hace siglos el drama del latifundio y, con ello, el miedo a hablar por miedo a que el patroncito no te firme los jornales o no te llame para la campaña de la aceituna o la recogida de tomates, se dice que el idioma oficial es el silencio. 

Podemos, o llámelo usted como quiera, es la respuesta a eso. El silencio hecho verbo, hecho discurso político, el dolor soterrado convertido en proyecto y programa de gobierno. Esto no depende de un resultado electoral o de un momento concreto, es una identidad política que nació en las plazas en 2011 y que un tipo con coleta le dio forma de partido político a cambio de un odio de las élites como nunca se había visto. 

En Argentina este fenómeno se llama peronismo y surgió en la década de los 40 con un tipo, militar, Juan Domingo Perón, que aprovechó las grietas del régimen para legislar a favor de los trabajadores y llenar el centro de Buenos Aires de descamisados, alterando con ello a unas clases privilegiadas que pensaban que en Argentina sólo vivían europeos blancos y rubios y que la negrada, como llamaban a las clases populares, era una minoría útil sólo para ser explotada. 

Al igual que el peronismo, Podemos genera odios cruzados a izquierda y derecha. A Podemos, los comunistas con carné lo acusan de posmoderno sin ideología y los anticomunistas lo tachan de comunista. En el fondo, tanto la izquierda del régimen del 78 como la derecha duermen en la misma lógica ideológica, en el mismo eje de dominación. Esto es lo que se llama franquismo sociológico, la idea de que la izquierda sólo puede llegar hasta donde digan los megáfonos del Estado del 78. 

Una izquierda que se dedique a las cosas menores mientras el núcleo del poder del Estado sigue estando concentrado en los mismos de siempre. Una izquierda que se dedique a la cosa de los pobres mientras los funcionarios del Régimen se dedican a la cosa de los poderosos.

Sumar es eso: la venganza del Régimen del 78 contra el 15M por haberse atrevido a disputar el poder del Estado. La venganza contra una identidad popular que no se doblega y que está instalada ya en el gen de la sociedad española. 

Incluso aunque no voten a Podemos o nunca lo hayan votado, la gente ya sabe en este país que hay otra forma de ser de izquierdas, de gobernar, de situarse frente al poder, de romper los silencios, de nombrar los dolores y de hacer protagonista a quienes siempre estuvieron en los márgenes sociales. 

En este país ya se sabe, hasta el enemigo más fiero de Podemos, que existe una forma de hacer política a favor de las clases populares que no pasa por disfrazarse de aristócrata, de hablarle sólo a los políticos y de hacer metapolítica en el Parlamento a cambio de no cambiarle la vida a nadie nada más que a los liberados del partido.

En este país, gracias al 15M, pero también al feminismo popular que saltó de las paredes de las instituciones el 8M de 2018, cualquiera que sufra en silencio un dolor sabe que no es culpable por sufrir un desahucio, por ser despedido, por no tener acceso a la vivienda, porque le llamen maricón a la salida de una discoteca, porque una panda de Rubiales trate de besar a una mujer sin su consentimiento o porque lo haya perdido todo y se haya quedado sin nada.

Al igual que si Podemos fuera un libro sería ‘Las venas abiertas de España’, si su marcha al Grupo Mixto fuera un pasaje bíblico sería La Resurrección. Como todo resucitado, está por ver si será capaz de enderezar el rumbo, pero de lo que no hay duda es de que Sumar tuvo la oportunidad hacer algo diferente, pero prefirió resucitar los demonios que motivaron el 15M y el nacimiento de Podemos, dejando a las claras que sigue existiendo una izquierda, la que se quería vengar del 15M matando a Podemos, que está dispuesta únicamente a ser la nota de color del Régimen.

El editorial de este jueves de El País, que es el principal y más influyente megáfono del Estado del 78, muestra un tremendo enojo con Podemos por no haberse dejado matar y un ajuste de cuentas con Yolanda Díaz por no haber sido capaz de haber atado en corto a la víctima, que con su liberación vuelve a poner nerviosos a quienes deseaban deshacerse de ese bicho que le picó a España en 2011 y que ha roto con el silencio y ha politizado los dolores profundos de una sociedad a la que por televisión le dicen que los hoteles están llenos mientras el espectador no puede vacacionar ni una semana al año.

Podemos es la diferencia entre la realidad y lo publicado y de su audacia depende que esta resurrección signifique que empieza todo de nuevo o que, con otro nombre y otros actores, más pronto que tarde aparezca una opción que vincule la identidad política del 15M con los dolores soterrados de la sociedad. Que Pedro Sánchez, ideólogo de la ‘Operación matar Podemos’ encargada a Yolanda Díaz, haya aceptado que tendrá que dialogar con los cinco diputados de Podemos y que sus medios de comunicación, El País y la SER, estén riñéndole a Sumar, por no haber sido finos en su operación, es la prueba de que la operación ha sido un absoluto fracaso. 

 Si para algo hay que ser extremadamente medido y meticuloso es para cometer un homicidio, porque la Policía siempre es más lista que el homicida. Los sujetos que pierden su función social dejan de ser útiles. No funcionó Ciudadanos, Más País y tampoco ha funcionado Sumar. Podemos no estaba muerto, estaba de parranda. Y el Régimen está preocupado. 

Lo confirman los editoriales y enfoques del Grupo Prisa y la cara de entierro de los cinco ministros de Sumar en el acto de conmemoración de la Constitución en el Congreso. Como dice una canción de María Jiménez, titulada ‘Resurrección de la alegría’, el que nace de la ternura, vence a la muerte cotidiana, abre las puertas de la vida y lleva un niño en la mirada. 

La incógnita es saber si los tutores de ese niño sabrán darle los cuidados que necesita. El niño ha vuelto a respirar. 

 

 (*) Periodista

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