lunes, 21 de marzo de 2022

Zelenski, la forja de un guerrero


 Iván Bernstein

MADRID.- Las sirenas de ataques aéreos se han convertido en la banda sonora habitual para los ucranianos. Hay ciudades tomadas, otras bajo asedio, y casi todo el país sufre bombardeos a diario. Los tanques rusos circulan por las carreteras y parte de la población civil ha tomado los fusiles para defender su patria. Y en mitad del humo y la tragedia, un hombre utiliza todos los medios a su alcance para hacerse oír. Se llama Volodímir Zelenski y es cómico, recuerda Abc.

También es presidente de Ucrania. Y le está dando una lección de resistencia al mundo.

Zelenski está demostrando que la experiencia no es la característica principal de un político. Cuando acecha la tormenta y las ratas huyen del barco, los líderes se alzan para marcar el camino. Ahí es donde brillan otras cualidades, esas que muchas veces no se ven en el hemiciclo.

El presidente ucraniano destaca por su determinación y coraje, y además de desmarcarse como un comunicador eficaz que controla las redes sociales como nadie, ha logrado inspirar y motivar a toda su nación. En apenas un mes se ha convertido en un símbolo de resiliencia, patriotismo y lucha. ¿De dónde le viene toda esa fuerza de voluntad?

Vivir fuera de tu país como extranjero es algo que marca, más todavía si ocurre de niño. Su padre, Oleksandr Semenovich Zelenski, es a día de hoy un prestigioso científico que trabaja en la universidad de Kiev, pero a principios de los 80 se trasladó a Mongolia con su familia durante varios años. 

Allí creció su hijo, Volodímir Zelenski, en un entorno extraño, con otra cultura e idioma, destacando de los demás chicos por su aspecto. No pudo asistir a la escuela hasta los ocho años debido a las leyes del país, por lo que cuando regresó a Ucrania era dos años mayor que sus compañeros de clase. Pequeñas piedras en el camino que van marcando una personalidad.

La sombra del padre es alargada. En 1994 le concedieron una beca para estudiar en Israel, pero su familia no le permitió marcharse. Acabó matriculado en derecho en la misma universidad donde su progenitor era una eminencia, donde el teatro y la comicidad le sirvieron de vía de escape. 

Pero Zelenski termina lo que empieza, se impone metas que cumple y logra objetivos a medio plazo. Siendo ya conocido en los círculos culturales, se empeñó en acabar sus estudios antes de lanzarse sin paracaídas al mundo de la actuación. Y lo consiguió. Nunca ejerció de abogado más allá de unas prácticas en la carrera, lo cual seguro que le costó más de una discusión familiar.

Un actor debe estar preparado para dar la cara, para improvisar, necesita una buena memoria para aprender largos textos. Pero, además, Volodímir Zelenski también escribe sus propios guiones. Hablamos por tanto de un tipo creativo en varias artes, que no duda en asumir retos, que no le asusta la responsabilidad. 

Antes de los 30 ya era una celebridad de tal nivel que incluso se atrevió a participar en la versión ucraniana de 'Bailando con las estrellas'. Visto lo visto, no debería sorprendernos que ascendiera a director de una las principales televisiones del país. El cómico tenía alma de ejecutivo, con todo lo que ello implica.

Fue en aquella época cuando conoció a Íhor Kolomoisky, uno de los máximos oligarcas de Ucrania. Forbes lo situó como la octava fortuna del país, y aparte de poseer varios bancos también controlaba un canal de televisión. Se le conoce por la lucha contra el separatismo, a quienes considera poco menos que terroristas. 

Se dice que en su despacho tiene un acuario gigante con un tiburón vivo para impresionar a sus visitas. En algún momento descubrió el potencia de Zelenski y decidió financiar el sueño del actor, que en aquel momento realizaba una de las series más populares del país: 'El servidor del pueblo'.

Se ha hablado mucho de esta ficción por su paralelismo con la realidad. Zelenski interpretaba a un profesor de instituto que acababa convertido en presidente del país casi por accidente. A finales de 2018, con la serie ya terminada, el artista anunció su intención de presentarse a las elecciones. Sonó a broma, pero los ciudadanos vieron en él a alguien en quien confiar tras años de corrupción y guerra. 

Sesudos analistas lo simplificaron alegando que la gente votó por el personaje, no por la persona, pero la realidad es que los dos últimos presidentes de Ucrania acabaron sentenciados a cárcel por traición y era habitual que los periodistas aparecieran asesinados. La gente estaba harta. Necesitaban esperanza y Zelinski se la dio.



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