domingo, 29 de marzo de 2020

Sánchez, abocado a su sacrificio político / Carmen Morodo *

España vive sus horas más oscuras. Son tiempos de Churchills y de Gobiernos de unidad ante la crisis. Pero la política actual sigue sus ritmos como si nada estuviera pasando, aunque lo que está pasando es el fin del mundo para muchas familias españolas. 

Mientras la crisis sanitaria sigue evolucionando bajo una sensación de falta de control, los análisis políticos continúan trabajando, y los de una parte, Gobierno, y la otra, oposición, coinciden en que esta emergencia nacional supondrá un antes y un después en la economía, en la sociedad y en la política.

El Gobierno trabaja con escenarios que plantean que la situación de alarma dure todo el mes de abril e incluso se prolongue hasta mayo. La estrategia es ir concienciando poco a poco a la población, para que el desánimo no sea tan brutal como para dejarse caer por el precipicio. Pero la batalla, según cálculos de Gobierno y de comunidades, será larga y dura. Y dejará tantas secuelas que es muy difícil que no afecte a sus gestores hasta el punto de llevárselos políticamente por delante. 

No es una cuestión doméstica, el ritmo es el mismo a nivel internacional. Pero hay particularidades domésticas que explican que al Gobierno le tiemblen más las piernas que a otros Gobiernos extranjeros y que esta oposición vea más fácil hincarle el diente y alcanzar el trono de La Moncloa, aunque la sensación de que se mueve la tierra bajo los pies sea parecida en todos los laboratorios políticos.

El recuerdo que dejará esta crisis será traumático en la mayoría de la población y las secuelas de este recuerdo traumático serán las que condicionen el resto de la Legislatura. Génova ha visto su espacio para consolidar su alternativa, aunque desde los territorios del partido adviertan a Madrid que «debe contener la ansiedad por aprovechar su momento». En las estructuras territoriales del PP también miran con el rabillo del ojo hacia Vox, con dudas y miedo a que no cuaje la alternativa de su formación y sea Vox el que una vez más se aproveche de la situación.

El «Manual de Resistencia» de Sánchez no anticipó nunca que el presidente del Gobierno podría tener que enfrentarse a una situación tan extrema como ésta. Es en su propio partido donde saben que tiene muy difícil sobrevivir políticamente a un huracán que está dejando en evidencia las debilidades de la estructura del Gobierno y la falta de experiencia de algunos equipos, aunque no haya equipo que se haya entrenado jamás para una crisis sin patrón previo de ensayo. 

En el PSOE asumen que estamos viviendo unos hechos que marcarán a una generación y que obligan a su «jefe», a Sánchez, a asumir que es el momento del «sacrificio», aunque en la primera línea estratégica del Gobierno estén todavía trabajando en la batalla mediática por salvar lo más posible la imagen del líder de los daños de la «guerra». Por más que se hable en términos bélicos esto no es una «guerra», reconoce un presidente autonómico socialista, al menos para el Gobierno, «porque en toda guerra hay estrategia, y aquí la fuerza de los acontecimientos nos ha desbordado cualquier intento de plan». 

Es verdad como dice Moncloa que en todos los países los acontecimientos se están precipitando de una manera parecida, pero no en todos hay un Gobierno artificialmente ensamblado para ganar tiempo y resistir en el poder sobre la base de dos socios que tienen en la desconfianza mutua y en el afán compartido por colocar la zancadilla a la otra parte su principal punto en común.

Sánchez diseñó un Gobierno para el «vino y las rosas», dicen ahora sus barones críticos, y lo que viene por delante son sólo espinas. Todo su plan político ha quedado arrasado por la gestión para contener al virus que está destrozando a tantas familias. En la dirección del PP creen que Sánchez saldrá de esta crisis «amortizado» y que la opinión pública «no olvidará», resista lo que resista antes de convocar unas elecciones. Es inimaginable, es verdad, que mantenga como socios a los independentistas catalanes y hasta a EH Bildu después de las posiciones ruines y desleales que esos socios están manifestando durante esta crisis nacional de primer nivel.

Y también es inimaginable que en la agenda pueda entrar de nuevo la mesa de partidos y el «conflicto» catalán por más que el secesionismo se empeñe en intentar convertir esta tragedia nacional en una nueva oportunidad para inventarse más agravios contra el Estado español. Todas las prioridades políticas, económicas y sociales han dado un giro de 180 grados, y todo lo que parecía importante y clave hace unas semanas ha quedado reducido a la mayor de las insignificancias. 

Y para afrontar ese giro copernicano Sánchez sabe que se ha quedado sin socios, y que hasta el compañero de coalición puede que se baje antes de tiempo del «caballo» cuando llegue el momento de que el sacrificio lo tenga que poner el Gobierno en primera persona, después de que por delante haya estado el sacrificio de la sociedad española. 

Los millones de parados y la recesión económica que se avecina, según calculan analistas políticos y económicos, no dejarán espacio para las políticas sociales de galería y lucimiento, la base del Gobierno de coalición. El Ejecutivo tendrá que hacer ajustes y seleccionar partidas presupuestarias sobre las que aplicar los recortes para cubrir los gastos que nunca estuvieron en sus cálculos, y para entonces, habrá que ver si «Pablo aguanta o se ha caído, o le han tirado, antes».


(*) Periodista


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