sábado, 21 de abril de 2018

Llarena, déjalo ya / Xavier Sardà *

Llarena, déjalo ya. En otra ocasión será, pero esta vez el Estado está perdiendo la partida. Vamos, que si de lo que se trataba era de volver a la legalidad y solucionar el enorme conflicto político surgido en Catalunya, el Gobierno y la justicia no vais ni al compás ni bien encaminados.

Llarena, déjalo ya porque Montoro acaba de tener un nuevo arrebato egocéntrico y dice que, de malversación, nada. Vamos, que los 'indepes' tienen razón. Un ministro del Gobierno deja claro a la defensa de Puigdemont el camino a seguir y de paso se limpia las manos en tu toga.


​Llarena, déjalo ya porque en la reforma del Código Penal del 95 se eliminó la figura de la Declaración Ilegal de Independencia por considerar que se trataba de una antigualla. De paso, en aquel 95, a los delitos de Sedición y Rebelión, Izquierda Unida le añadió el concepto de necesaria “violencia”. Así andas tú buscando obcecadamente una violencia sin la cual puede que no cristalicen las acusaciones.

Llarena, déjalo ya porque tus euroórdenes son básicamente fallidas.  La confianza entre las judicaturas europeas parece haber pasado a la historia en el tema Puigdemont y compañía, para natural deleite y fruición del universo 'indepe'.


Llarena, déjalo ya porque el ejecutivo de Rajoy esconde su incapacidad política tras tu toga. Si en España en lugar del actual presidente del Gobierno, hubiésemos tenido un estadista, seguramente no deberías estar en tu solitario y enmarañado laberinto judicial. Un silencio autista e indolente ha dado aire y fuerza al 'procés'.


Llarena, déjalo ya porque la desproporción judicial puede, paradójicamente, beneficiar a los acusados. Veremos qué dice el Constitucional, que podría retirar la competencia al Supremo y el asunto iría a la justicia ordinaria.

La tormenta perfecta


Llarena, déjalo ya porque según informaciones de última hora la Guardia Civil te habría ocultado los datos que demostrarían que no hubo malversación el 1-0. Zoido dice que de eso nada y que sí hubo malversación. Pura coordinación, vamos.


Llarena, déjalo ya porque el Partido Popular y el Gobierno de España están hasta las cejas de casos de corrupción. Un presidente del Gobierno capaz de enfrentar un problema de la gravedad y dimensión del catalán debería ser moralmente intachable y ética, estética y dialécticamente irreprochable. El 'caso Cifuentes' es la guinda del pastelazo todo.


Llarena, déjalo ya porque esta idea de España que se respira últimamente es -como alguien ha dicho acertadamente- muy del Capitán Alatriste. Sin quitarles ninguna responsabilidad a los independentistas por sus inmensos errores ni por sus pasos en falso, es cierto que la reacción del Estado resuena a los “novios de la muerte”. La tormenta perfecta e inacabable.


(*) Periodista


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