lunes, 7 de febrero de 2011

La protesta egipcia ha dignificado a los árabes ante Occidente

MADRID.- La protesta popular en Egipto, al igual que ocurrió en Túnez, ha permitido "dignificar" la imagen de los árabes en Occidente y romper el cliché de que esos países son incompatibles con la democracia, explica la arabista Gema Martín Muñoz, directora general de la Casa Árabe de España. 

"Todo este movimiento ciudadano que estamos viendo en Egipto ha forzado a cambios en todos los niveles. Ha roto el estereotipo y el cliché, que tanto ha perjudicado la comprensión de esas sociedades, de la supuesta incompatibilidad congénita de esos países con la democracia", afirma Martín Muñoz.
En una entrevista, esta especialista en el Islam y el mundo árabe subraya que los egipcios que se han manifestado durante casi dos semanas en la plaza Tahrir de El Cairo "han derribado un muro de percepciones enormemente importante".
"No se les tenía en consideración como ciudadanos. Se pensaba que eran unos pueblos que sólo pensaban en el Islam y que tenían otra dinámica distinta a la nuestra. Y ahora descubrimos que no hacen más que pensar en la democracia", destaca la responsable de Casa Árabe.
Esta española, condecorada en Marruecos y en Egipto por sus conocimientos de un mundo tan cercano y a la vez tan alejado por esos tópicos que denuncia hasta la saciedad, es contundente al subrayar la principal de las consecuencias de las revueltas de El Cairo.
"Esos ciudadanos han dignificado la imagen de los árabes en el mundo occidental" y quienes propagaban esa idea negativa de esos países "ahora tendrán mayores dificultades para manipular a nuestras opiniones públicas", asevera.
Esa demanda de democracia coreada en el foro abierto de Tahrir o en las calles de Túnez, explica Gema Martín Muñoz, "la comparten absolutamente todos, incluidos los partidos islamistas" que con tanto recelo se mira en Occidente.
La experta insiste en que "lo que representan el partido An Nahda (tunecino) y los Hermanos Musulmanes (egipcios, aunque con filiales en todo el mundo musulmán) no tiene nada que ver con el modelo del régimen político de Irán", con sus ayatolás y su islamismo radical en el poder.
"El que existan estas fuerzas islamistas en estos países (del norte de África) no quiere decir que se vayan a convertir en democracias dominadas por partidos islámicos. En absoluto, son sociedades muy diversas", explica.
No obstante, admite que existe la posibilidad de que "esas fuerzas vayan a participar en el juego y es muy probable que, a través de unas elecciones libres y transparentes, lleguen a formar parte del Gobierno".
Lo que sí que está claro, afirma, es que el proceso de reformas en marcha determinará "países más soberanos", que "podrán ser buenos aliados de Occidente, pero no clientelas sumisas".
El modelo, abunda la arabista, podría ser Turquía, "referente importante para mostrar cómo un partido islamista puede participar en un gobierno y constituirlo sin que eso quebrante los pilares del funcionamiento democrático".
"Turquía está jugando un papel cada vez más activo en Oriente Medio, pero no sólo por su política exterior, sino también como foco de influencia intelectual, cultural y social", dijo.
Este modelo que emana de Turquía y la importancia de que sea Egipto uno de los protagonistas de este proceso de cambios lleva, según Martín Muñoz, a la necesidad de "repensar" la política de la UE en el Mediterráneo y en Oriente Medio.
"Se ha constatado -refiere- que el principal enemigo de los extremismos, de los radicalismos, del terrorismo, es el proceso democrático en sí, el estado de derecho".
Martín Muñoz recuerda que un 70 por ciento de la población árabe actual tiene menos de 30 años, por eso "hay que dar una salida y soluciones a esa juventud, absolutamente desesperada y humillada", pero "con unas ansias cosmopolitas de integrarse dignamente en la globalización".
La directora de la Casa Árabe advierte sobre la posibilidad de que se trunque y se vuelva al estado anterior: "las consecuencias en todos esos aspectos del extremismo, la radicalización, la violencia y el odio serían peores que las conocidas hasta ahora".
Para evitar esta situación, subraya la necesidad de que Occidente apoye estas reformas, "como un ejercicio de 'realpolitik', pensando en nuestros propios intereses, pues la seguridad del planeta se dirime en esa región del mundo".

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