jueves, 29 de octubre de 2009

Don Celestino / Rafael Salazar

El ministro Corbacho parece felicitarse por la actuación de la inspección de trabajo respecto a la economía sumergida.

Veamos, cuando Almería era, hace bien poco, el paraíso de la construcción, y de la especulación de terrenos e inmuebles, actividades que, por mor de una absoluta falta de voluntad política respecto al cumplimiento de sus obligaciones constitucionales por parte de los tristísimos jerarcas de este Estado, han estado ligadas en los últimos decenios; cuando Almería era ese paraíso de cuatro listos, decíamos, en construcción se echaban más horas que las que cabían en el día, y en los documentos de cotización a la seguridad social, donde jamás aparecieron santísimas horas extraordinarias como rindieron los trabajadores almerienses.

Y Corbacho, o su predecesor, no parecían felicitarse. Claro, ¿ de qué se iban a felicitar si el trabajo que existía nada tenía que ver con el Ministerio de Trabajo en su génesis, ni siquiera en sus condiciones, ante las que la administración era ciega?

A los escasos activistas sindicales de Almería, cuya dignidad y entrega ha sido capaz de superar tantas y tan reiteradas prácticas antisindicales, y a quienes no se les ha reconocido todavía el esfuerzo por la mejora de las condiciones de trabajo y de vida de la mayoría de nuestros convecinos, los propios trabajadores desoían. Para el peón de a pie, había suerte de poder trabajar, de cobrar en negro las horas extras, y de cotizar tan sólo por las que figuraban en nómina. Incluso, cuando se acababa el trabajo en una obra, se enganchaba en otra, pues obras, precisamente, no faltaban.

Y el pobre sindicalista clamaba en el desierto, sin que ni sus compañeros, ni las autoridades, mucho menos el apalancado Ministro del ramo, ni los empresarios, que se ahorraban un buen dinero, y de paso nos “ahorraban” a todos el correspondiente incremento en la caja de la seguridad social, hicieran caso de sus advertencias.

Pero al Jeremías sindical le ocurre como al bíblico, sus profecías se cumplen. Y ahora quien, verbi gratia, ingresaba dos mil euros mensuales, pero sólo rezaba por mil doscientos, ve que la nómina del paro llega a ochocientos euros, y además tiene fecha de caducidad. La fecha de caducidad no podía modificarla ni él ni la inspección de trabajo, pero la cuantía de la prestación, sí.

Si el doliente, o la autoridad, ¿ competente?, hubieran actuado, esa nómina estaría ahora doblada, más gorditas las arcas de una seguridad social que es de todos, y la elección entre comer o pagar la hipoteca no sería tan extremadamente cruda como es.

Puede presumir cuanto quiera Don Celestino, pero presume tarde y mal. Especialmente tarde y especialmente mal respecto de Almería, cuyos pies económicos están hundidos en el barro del ladrillo.

En la campaña electoral de las últimas generales, el bueno de Manolo Del Pino se hartó de decirlo, de señalar la extrema debilidad de una economía donde los cimientos eran la sobreexplotación de los trabajadores, tanto en construcción como en agricultura, pero entonces Don Celestino y su partido decían que ¡ no había crisis!. Con este pobre hombre, sordo ante las advertencias, ocurre como con la veleta de la torre de la iglesia, que muda de opinión según sople el viento.

¿Se ha parado a pensar el Excmo. Sr. Ministro que, en plena crisis de subsistencia, que eso es la crisis para muchas familias, la actuación inspectora puede hacer aflorar tantos trabajos como despidos provoque?

¿ Se ha parado a pensar que es la inacción de años atrás la que, de verdad, ha creado problemas a los parados de hoy?

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