viernes, 27 de enero de 2012

Gisbert fumiga el avispero de cajas / Alfredo Fernández

Juan Antonio Gisbert, el gestor que dejó a la CAM en territorios financieros imperiales tras comerse a la CAPA alicantina en el 91 y desbaratar los intentos de la cúpula de Caja Valencia de guillotinarla a traición en una cumbre semipolítica y policial en Castellón, vuelve ahora como un reflejo esperado del emperador germano Federico II. De momento, ya es consejero delegado de las cajas rurales españolas pese a que sus huestes de Ruralcaja son inferiores a Cajamar. Pero, además, ha imprimido otro golpe magistral antes de ser nombrado: garantiza el empleo en las rurales y se posiciona para modernizar las cajas alemanas de los Landers con la marca "Alfa" que imprimió antes de irse en 2004. Comienza el alfabeto griego.

Juan Antonio Gisbert, un alcoyano entre puentes y barrancos y amamantado en el Barrio Obrero y la Escuela de Comercio (mitad Rómulo y Remo), se desprende de letanías en el año 2004 cuando la CAM es un símbolo de eficiencias entre las cajas europeas y los alemanes envidian su estatura financiera y su saber nadar entre corrientes políticas y sociales. 

Como buen conocedor de la mitología griega (Saturno devorando a sus propios hijos), deja en el camino al presidente Manchi Bono para que Vicente Sala haga institucionalmente el papel de aturdido obediente en unos momentos en los que la Generalitat de Zaplana necesita caudales para Terra Mítica y otros dineros palaciegos para tanta corte de un rey Taifa.

Todo el mundo alicantino se sosiega en 2004 cuando Gisbert parece que se retira a la docencia con una buena indemnización (Cerca de 600 millones de pesetas). Se han equivocado, no sólo los arturos (Arthur Andersen), los Lehman Brother de Guindos, los políticos de bajo relieve de la Comunitat y Murcia sino todo el PSOE estatal adormilado en puestos de Gobierno. 

Gisbert no se contenta con una canongía remunerada de Loterías como Aurelio Martínez, el financiero-semipolítico que arrinconó en los armarios 20 planes de fusiones con Bancaja o Caja Murcia y asesoró a Zapatero sobre los gusanos de la crisis.

El naturalista Gisbert conoce la transformación de las crisálidas financieras y, cuando nadie se lo espera, comienza a agrupar las cooperativas rurales de la Comunitat. El gusano originario se transforma en mariposa y vuela hasta Almería, donde se alimenta la Reina Cajamar. 

A partir de entonces, empieza a desplegar a todas sus obreras y obreros. Logra la paz sindical sin disparar pólvora mientras los SIP pierden sus siglas y hacen fuego amigo al ignorar en que flanco de la batalla se encuentran. Asistimos al primer bombardeo financiero civil contra cinco millones de parados y millones trabajadores sin saber a que lado mirar por eso de si te ven.

Mientras sus sucesores y comandantes aprendices (Roberto López y María Dolores Amorós) pasan, en 2004, del cabotaje financiero y las plazas estratégicamente asentadas y bien protegidas, a embarrancarse en México o Miami y planificar el reino de Babel con cimientos de adobe en las ramblas, el alcoyano imprime gestión en las cooperativas agroalimentarias, sectores tradicionales y se olvida del ladrillo y el hormigón. Así, salva el patio mientras sus personajes de antaño pasan de actores principales a reyezuelos fantasmagóricos de opereta y greguerías.

Ahora, Roberto y Amorós se enfrentan a un proceso inquisitorial por parte de los creyentes parroquianos de la CAM y la investigación de las Corts y del propio Banco de España. Gisbert se siente a resguardo y espera, bajo las sombras de la Font Roja y Mariola, la carta para dirigir la fusión de las cajas alemanas. Ya fue tentado en 2000 y no esperará a 2013 porque tiene asegurada la confianza de los sindicatos y la estrella de Odín. 

Nadie sabe sobre el destino que depara a sus gobernantes, pero Gisbert tiene atisbos del emperador Federico II ("Stupor Mundi"), muerto en 1250, cuya versatilidad e inteligencia fascinó a casi todos sus contemporáneos. Sus querellas con la Iglesia (el poder del momento) motivaron que algunos colectivos pegados al temor de lo preestablecido lo equipararan a la bestia del Apocalipsis, y su imperio, con Babilonia. 

Hay quien aún cree que Gisbert pudiera ser "El retornado" que ponga orden en las desabastecidas finanzas europeas, pero, antes, tendrá que demostrar sus conocimientos de banca genovesa y sus dotes iberas de Indíbil y Mandonio frente a los mortíferos funcionarios de Bruselas.

Ante las depresiones, la mejor receta es la esperanza del pueblo aunque sea una leyenda de chimeneas de invierno. En 1284, no uno sino tres hombres afirmaron en Alemania ser Federico II. Dos desaparecieron de forma inmediata, pero el tercero, que creyó firmemente que era el emperador, estableció su corte en Neuss, en las proximidades de Colonia. 

En aquellos días nadie dudó de "El retornado": unos porque pensaron que pasó todo ese tiempo deambulando como peregrino penitente y otros, porque había yacido bajo la tierra.

Gisbert tiene claro que no será profeta en su tierra (Alacant) porque ya ha tomado el Camino Español de Carlos V, que pasa por el Milanesado y los cantones suizos, para entrar en Alemania y devolvernos el crédito histórico perdido por los malos gestores que un día se enseñorearon como brujos de su maestro. 

Las galeras de Cajamar acompañarán su desembarco en esta costa de aspiraciones mientras caen galeones como Bancaja, Cajamadrid, La Caixa, Caja Galicia y la corte de Bruselas sin un plan de ataque o resistencia. Sólo Gisbert sabe a quien no tocará la Lotería. La suerte está echada. Sí conoce a la perfección el alcoyano la décima máxima de Marx sobre Fuerbach: "Todo educador necesita ser educado".

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