“Me voy como vine: con mi bolso y sin nada material dentro”, dice Mari Carmen Moreno, la alcaldesa dimisionaria de Águilas. Qué lástima, nene, y qué humilde y generosa; pues no que se calla que hasta ha salido perdiendo cuartos, que incluso ha tenido que desembolsar de ese mismo bolso y junto con otros dos funcionarios descuidados 9.143 euros, más intereses y costas, por sentencia del Tribunal de Cuentas sobre emolumentos del secretario municipal, Jesús López, indebidos pero consentidos.
El
tal López López -funcionario a quien hay que echarle de comer aparte,
como veremos- estuvo ingresando ese dinero durante cinco meses a título
de “acumulación de servicios” en Águilas, mientras trabajaba en el
Ayuntamiento de Torrevieja contratado como jefe de los Servicios
Jurídicos. Cobraba pero no acudía a Águilas, ya que estaba de bien
calculada baja: un caso de defraudación de caudales públicos que la
alcaldesa conocía y por eso ha de pagar su parte; una parte que, como la
de los otros funcionarios que hicieron de interventores accidentales,
el propio Tribunal de Cuentas señaló que podían tramitar exigiendo su
devolución al listo de don Jesús, verdadero infractor, pero ese
expediente de reintegro, la jefa de personal en el Ayuntamiento de
Águilas, Rosario Martínez, se niega a tramitarlo sencillamente porque es
de la cuerda de López y porque la alcaldesa no ha mostrado ningún
empeño en recuperar ese dinero, es decir, en enfrentarse al maniobrero y
peligroso secretario.
Pero esto, lo de los 9.143 euros a repartir entre tres, no deja de ser peccata minuta,
siendo lo sustantivo la grotesca situación en la que ha quedado
atrapada doña Mari Carmen Moreno en las redes y maldades del secretario
López, que ha acabado dominando a la alcaldesa y a la administración
municipal; hasta el punto de que en los mentideros aguileños bien
informados se plantea que haya sido ésta la principal y verdadera causa,
por los peligros que presenta, presentes y futuros, de su espantá.
Asunto serio y grave, que en otro artículo habré de desarrollar,
aludiendo en detalle al estilo y las malas artes de López López.
Para resumir el excesivo periodo de Mari Carmen como alcaldesa -que prometió presentarse dos veces y se atrevió a tres, enfangándose a continuación- este cronista ha de referirse a los conflictos personales, nunca directos sino mediáticos, que le suscitó el proceder cada vez más osado y autoritario de la alcaldesa, como aquel Plan Parcial de la Playa de la Cola, que vulneraba cuatro o cinco espacios protegidos; su indiferencia ante la suerte de Cabo Cope, que debía haber comprado al “banco malo” ya que disponía del derecho de tanteo y retracto; su empeño en autorizar un camping-caravaning dentro del Parque Regional Cabo Cope-Calnegre; sus manejos con ADIF para construir una nueva estación ferroviaria en el quinto pino, sin la intención de consultar al pueblo sobre tan sensible asunto y destinando -que nadie lo dude- las actuales instalaciones, más que centenarias, a urbanización y especulación; su guerra declarada a actividades culturales de prestigio; su sentida indiferencia hacia el medio ambiente en general; su alianza con los depredadores de la agricultura intensiva, etcétera, etcétera. (Asuntos, por cierto, sobre los que la izquierda local oficial ha guardado un silencio que ni explica ni se explica, y que pensará que le va a dar votos).
La hasta ahora alcaldesa, en su escenificada despedida, declaró que ha
llegado el momento de “priorizar la familia y la salud”, cosa natural
después de 22 años de más que regular carrera política, y que se
dedicará a la enseñanza, como bióloga que es (de sensibilidad ecológica
casi nula, ya digo). Y ha dejado asentado que “no me arrepiento de
nada”, que es la costumbre en políticos en retirada, y que realmente
refleja el sentimiento de quienes así se expresan, sí, pero que también
suelen ocultar inquietud de fondo, inseguridad del pasado y desconfianza
ante lo que pueda venir.
Esto es cosa de la tradicional e
histórica discrecionalidad de los ediles patrios, sean franquistas,
socialistas o populares, que no suelen abandonar el puesto sino por la
fuerza, bien de las urnas, bien de sus superiores en el partido, ya que
el poder enferma y el poder prolongado enferma prolongadamente.
Buena ocasión para recordar cómo saludé, en su día, la victoria electoral de Mari Carmen tras los años de gobierno municipal del PP y la eclosión del escándalo urbanístico a lo grande: “una zagala lista, paciente y apañá” (La Opinión, “Elecciones, revuelo y vuelta a la tarea”, 3 de junio de 2015), decía yo. Porque sin duda la carrera política de Mari Carmen, pese a serlo en un PSOE ya desoladoramente descolorido, era notable y muy esperanzadora. Hasta que, ya en su segundo mandato tuve que ponerme serio y tratar de enderezarla, ya que su andar por la política municipal se hacía cada vez más arrogante y provocador; y no tuve más remedio que echarle en cara, ya en su tercer mandato -perjuro, imprudente, fatal-, lo mal que veía esto y lo urgentemente que debía abandonar el cargo, vistos los charcos en que se metía y los jardines por los que prometía perderse.
Ahora,
cuando resulta que me he hecho caso (pero tarde, ay, ay, ay), no
explica que su abandono sea por los peligros que la rodean y las
chapuzas en las que ha incurrido, qué va. Entre llantos de
colaboradores, babosadas de la prensa adicta (no os perdáis el columnón
de Ángel Montiel en La Opinión, de 24 de agosto, que más que
panegírico parece publirreportaje) y el sopor agosteño del aguileño
medio, ha querido despedirse con los pretextos a los que recurren de
costumbre -en trances como éste- los malos/as políticos/as una vez
pillados/as en su mal hacer, es decir, alegando causas escasamente
convincentes.
(Coincidiendo con el anuncio de la dimisión
de Mari Carmen se ha producido otro, de muy parecido jaez, protagonizado
por el también socialista Antonio Merino, teniente de alcalde de
Calasparra, discípulo y delfín del marrullero Vélez, e imputado como
éste por el asunto de la Fiesta Taurina del Arroz en los años 2018 y
2019.
Como
marca el guion, Merino ha declarado que se retira, “tras diez años de
dedicación y compromiso”, alegando que la política resulta “difícil de
compaginar con las obligaciones laborales y profesionales”, algo tan
lógico si atendemos a sus competencias municipales: nada menos que
Hacienda, Urbanismo, Seguridad Ciudadana, Festejos, Cultura, Patrimonio y
Comunicación… todo un fenómeno este político calasparreño, tan joven y
prometedor, vaya que sí.)
En el bolso de Mari Carmen
-supongo que ya descolorido y hasta raído- no le ha podido caber la
parcela que ha adquirido a precio ventajoso al empresario Juan Montiel,
ese mismo que mantiene con el Ayuntamiento una deuda que ronda el millón
de euros y al que la administración municipal trata con excepcional
deferencia, compensando esa deuda, poco a poco, al parecer de forma
relacionada con su actividad hotelera, no se sabe muy bien cómo, pero
saltándose la legalidad vigente, cosa que Mari Carmen conoce
perfectamente.
El
caso es que el infractor logra pasar poco menos que como un benefactor
del pueblo, hasta el punto de que la alcadesa ha tenido el dudoso gusto
de dedicar la plaza de esa urbanización que tan bien se le ha dado, a
los meritorios nombres de don Juan y doña Beatriz, su esposa, dos
señalados incumplidores de la legalidad vigente; de doña Beatriz
recuerdo su tropelía urbanística en lo que llamó “Castillo del
Esfuerzo”, por La Zerrichera, de la que salió de rositas por el apoyo,
descarado pero incondicional, del alcalde popular Juan Ramírez y por un
juez que me dejó pasmado por su banalidad (cosas, ambas, que afeé en su
día a los protagonistas en La Verdad, 2008 y 2014). El caso es que los señores de Montiel se sienten tan cómodos en sus fechorías con el PSOE como con el PP.
Y para acabar (por ahora), con el acontecimiento de la dimisión de
la alcaldesa, que tanto ha sorprendido a la opinión ignara aguileña,
necesario es aludir, siquiera esquemáticamente, a su designado sucesor,
Cristóbal Casado, que también debe pertenecer a esa hornada de jóvenes
políticos socialistas capaces de comerse al mundo, si atendemos a las
competencias que hasta ahora mismo le estaban atribuidas: Seguridad
Ciudadana, Contratación, Deportes, Comercio, Carnaval, Festejos y
Patrimonio (otro fenómeno: qué envidia). Del que solo sé que ha
escurrido el bulto cuando se le ha requerido para tratar del feo asunto
del atentado del que este cronista fue objeto el pasado 16 de junio, por
lo que -qué queréis que os diga- no empieza nada bien. Aunque, claro,
más importante resulta que esté considerado, en relación con el
maniobrero López, aún más sumiso que Mari Carmen.
(*) Politólogo. Ha sido profesor en la Universidad Politécnica de Madrid. Premio Nacional de Medio Ambiente

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