sábado, 29 de enero de 2011

La caída del presidente Ben Alí hizo que toda una región se sublevara

TÚNEZ.- Tras una semana plagada de violentas protestas, expertos estiman que en países como Túnez, Egipto y Yemen "se terminó la preocupación por la ideología islamista", y ahora se protesta contra los gobiernos autoritarios y por la falta de empleo. 

Analistas y activistas dicen que las fuerzas que llevaron a la gente a las calles en Túnez -en enero pasado y que lograron ponerle fin al gobierno de 23 años de Zine El Abidine Ben Alí- y exaltaron las pasiones en Oriente Próximo, son muchísimo más fundamentales y unificadoras: demandas concretas para terminar con la corrupción gubernamental, instituir el imperio de la ley y disminuir el sufrimiento económico.
Se trata de un acontecimiento relativamente naciente en una sociedad como la egipcia, que, en las últimas tres décadas, ha estado despolitizada a raíz del régimen autoritario y unipartidista del presidente Hosni Mubarak. Esto no impidió que las protestas, que empezaron en El Cairo, se extendieran a todo el país, recrudecieran su violencia día tras día -con varias muertes de manifestantes y policías, y la detención de más de 1.000 ciudadanos- y al menos logren preocupar al gobierno dirigido por Mubarak. 
Es un hecho. El cambio atemoriza a la dirigencia del país, que ha pacificado con éxito a la oposición, oprimiendo a quienes no pueden captar, pero que una revuelta popular logra descolocarla, explicaron analistas políticos y activistas.
"La ideología ha tomado un segundo lugar hasta que nos podamos deshacer de esta pesadilla que confrontan todos", señaló Megahed Meligi, de 43 años, por mucho tiempo integrante de la Hermandad Musulmana en Egipto. "Esa pesadilla es el partido gobernante y el régimen actual", sostuvo.
En 1979, la revolución iraní introdujo al mundo musulmán la fuerza del islam político, que atemorizó a los dirigentes arraigados, así como a Occidente. La ideología aún tiene un poderoso arraigo en la imaginación de la gente en toda la región y sigue alimentando con combatientes a los movimientos yihadistas.
Sin embargo, así como el arabismo y el socialismo anteriores, el islam político del ayatollah Ruhola Jomeini, de Irán, y la ideología radicalizada de Al Qaeda y Osama bin Laden no han tenido resultados, en forma práctica, para las personas de Oriente Próximo que viven en bastiones autocráticos.
Esa falla -y ahora el inesperado éxito de los tunecinos en el derrocamiento de su gobierno- parece estar en el centro de la reconsideración entre algunos sobre cómo efectuar mejor el cambio en el mundo árabe. A los tunecinos los unió el enojo por la opresión y la corrupción en lugar de cualquier filosofía generalizada.
Incluso antes de la revolución tunecina, activistas egipcios de ambos lados del espectro político dejaban cada vez más de señalar a la revolución iraní como modelo, prefiriendo el método de gobernabilidad de Turquía, donde un partido islámico maneja a un Estado moderno, democrático y que rinde cuentas -aunque estudiantes, inspirados en Túnez, también salieron esta semana a protestar contra el gobierno-.
Una de las organizaciones que se manifiesta en Egipto, que se autodenomina Movimiento Juvenil 6 de Abril, enfatiza que no tiene ideología: "Nada nos une excepto nuestro amor por este país y el deseo de reformarlo", indica en su Web.
Abdel Halim Qandil, dirigente de otro movimiento de protesta, autodenominado Kifaya, dijo: "La gente en Occidente habla de la amenaza religiosa y no entiende el tipo de infierno en el que estamos ahora. El país está congestionado y las personas no pueden confrontar al régimen".
Mientras Túnez es una sociedad mucho más secularizada que las de otros Estados árabes, las demandas de sus ciudadanos son las mismas que se escuchan en varios países de la región, incluso los que tienen abundancia de riquezas petroleras, como Kuwait.
Hay muchos lugares llenos de desilusión por el fracaso de los partidos y organizaciones políticas formales, como el brazo político de la Hermandad Musulmana en Jordania y los partidos de la oposición, tradicionales en Egipto, que no han podido producir el cambio.
CAMBIO. "Esto es exactamente lo que nos muestra el caso tunecino", dijo Emad Shahin, un académico egipcio, en el Instituto Kroc para Estudios Internacionales sobre la Paz en la Universidad de Notre Dame. "Ya no es la era de la ideología. Realmente ya terminó esta preocupación por la ideología y ciertas orientaciones políticas del islamismo. Hay problemas más apremiantes en los que están interesados ahora y con los que tienen que lidiar todos los actores, incluidos los islamistas", aseveró.
No quiere decir que las organizaciones formales, especialmente la Hermandad Musulmana en Egipto -que en un principio se negó a las manifestaciones y luego, cuando estas llegaron a todo el país, se sumó a ellas-, hayan perdido su influencia o a sus seguidores. Aunque el Estado proscribió a la Hermandad, cuenta con una amplia red de servicios sociales en todo el país, a la que el gobierno tolera, y tiene una habilidad para sacar ejércitos de partidarios, si quiere.
Sin embargo, los dirigentes del movimiento pertenecen a una generación que se concentra, principalmente, en la sobrevivencia, lo que significa evitar la confrontación con el Estado, señalaron analistas políticos. Esa posición ha alejado a algunos de sus integrantes más jóvenes.
"Los que están ahí y trabajan sin calcular cada detalle son los jóvenes", señaló Meligi. "No tienen nada que perder. No tienen oficinas centrales ni estructuras orgánicas que sean blanco del gobierno".
Otro elemento inesperado que el torrente de acontecimientos en Túnez lanzó a la región ha sido el surgimiento de la inmolación como un símbolo de la dinámica política no ideológica. La revolución en Túnez empezó con ese tipo de acto desesperado, cuando un joven vendedor de comida se prendió fuego hasta morir después de que la policía le confiscó sus mercancías y lo humilló (ver aparte).
La práctica se ha propagado desde entonces por todo el norte de África y el Oriente Próximo. Un hombre en Arabia Saudita murió luego de que se inmolar en el primer caso de su país. En Egipto, al menos cinco hombres se prendieron fuego, o trataron de hacerlo.
El gobierno de Mubarak parece totalmente consciente del poder que tiene la imagen de una persona envuelta en llamas. Ordenó a las estaciones de servicio no vender combustible a personas que no vayan en vehículos, instruyó a los líderes de las oraciones que recordaran a sus feligreses que el suicidio es un pecado, y colocó agentes de seguridad, con extinguidores, afuera de las oficinas del gobierno.
El primer egipcio que se prendió fuego la semana pasada lo hizo frente a oficinas gubernamentales en el centro de El Cairo, al echarse nafta sobre la cabeza y encender un fósforo. Hubiese muerto si agentes de seguridad no lo hubieran apagado con un extinguidor.
La historia del egipcio, Abdo Abdel Moneim Hamadah, es similar a la de Mohamed Bouazizi, el joven vendedor de alimentos de Túnez que se mató.
Hamadah tenía una pequeña tienda de sándwiches en Ismailia. La burocracia gubernamental repentinamente le negó acceso a un estipendio mensual de pan barato, subsidiado por el Estado. Tras prenderse fuego, los medios informativos controlados por el gobierno dijeron que era suicida.
No obstante, un familiar afirmó que su protesta no se trataba del pan, sino de la dignidad, el mismo bien intangible que impulsó a Bouazizi a prenderse fuego. Dijo que Hamadah reaccionó cuando un funcionario gubernamental acordó regresarle el pan, no porque tuviera derecho a él, sino por caridad. "Le hablaron como si fuera un mendigo", dijo el pariente, que habló en forma anónima por temor al castigo del gobierno. Después de que Hamadah se inmolara, agregó, el gobierno entregó el pan barato. "Consiguió sus derechos``, finalizó.
EL ECO. La "Revolución de los Jazmines" de Túnez creó una fuerte onda expansiva, no solo en Egipto, donde las revueltas contra el presidente Mubarak paralizaron al país, sino en otros varios países del mundo árabe (ver infografía).
El furor llegó a Yemen,: convocados por la oposición miles se rebelaron para pedir la cabeza del presidente Alí Abdalá Saleh, quien ostenta el poder desde hace 32 años.
Ben Alí "se fue tras 20 años; y 30 años en Yemen, ya basta", coreaban los manifestantes. "No a una extensión del mandato (de Saleh), la hora del cambio ha llegado", gritaban las semana pasada. Las concentraciones se llevaron a cabo en cuatro puntos distintos de Saná, con el objetivo de dispersar a las fuerzas de seguridad.
En tanto, a Turquía también llegaron las sublevaciones: cientos de estudiantes se manifestaron contra el gobierno islamista-conservador, ocasionando enfrentamientos con la policía. Las fuerzas de seguridad utilizaron granadas lacrimógenas y cañones de agua, mientras los estudiantes respondían con pedradas.
Y esto es solo el principio: analistas sostienen que el "efecto Túnez" recién comienza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario