sábado, 19 de mayo de 2012

La banca, la confianza y la política / Xavier Salvador

Francisco es agricultor andaluz, de Almería. Gracias al cultivo intensivo en invernaderos, a sus cuarenta y pocos años ha conseguido una situación económica estable. Tiene unos ahorros, alrededor de 300.000 euros, y una cantidad similar, otros 400.000 euros, que son los que financian el circulante de su actividad (semillas, abonos, temporeros, material diverso...).

Francisco no dispone de una gran cultura financiera, pero es un tipo inquieto y avispado. Todo su dinero está depositado en Cajamar, una antigua caja rural de la provincia que vivió una enorme expansión, a la que Moody's le rebajó el
rating el jueves. “Por los suelos”, me decía. El viernes me llamó pidiéndome consejo para que le orientara con sus ahorros. “¿Dónde lo llevó?, ¿dime una entidad que de verdad sea solvente?, ¿qué riesgo tengo si la intervienen?”... y así un reguero de preguntas tan angustiadas como llenas de sentido común.

Por costumbre e higiene, jamás aconsejo a nadie qué hacer con su dinero ni cómo administrar sus fondos. La experiencia demuestra que cada uno debe tomar las decisiones que le parezcan más convenientes y ser propietario de sus aciertos y errores. Y así hice también con Francisco. Sin embargo, el director de la sucursal de Cajamar, donde hubo de soportar una larga cola de clientes que querían explicaciones, intentó tranquilizar al agricultor y justificó la reducción de la solvencia de la caja de ahorros porque, según le dijo, “habíamos comprado mucha deuda catalana”. ¡Glups!


Esta es una escena y un caso real. Pero no el único. Lo que está pasando con Bankia ha devuelto a la sociedad española una inquietud y un desazón que no recordábamos desde que se desató la crisis financiera internacional. La desconfianza es absoluta y el caso de Francisco se repite cada día en multitud de oficinas bancarias de toda España (...).

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