sábado, 18 de junio de 2011

Mohamed VI renuncia a ser una figura "sagrada"

RABAT.- El rey de Marruecos, Mohamed VI, ha anunciado ayer por la noche en un mensaje a la nación los cambios introducidos en la nueva Constitución y que implican que el monarca --que ya no será "sagrado" sino "inviolable"-- cederá parte de sus competencias al primer ministro, que tendrá la denominación de presidente del Gobierno y saldrá de un Parlamento con más poder.

    La nueva Constitución marroquí será votada en referéndum el próximo 1 de julio, tal como ha adelantado en su discurso televisado el monarca alauí, quien ya ha avanzado que participará en la consulta para votar a favor de la Carta Magna. El monarca se ha comprometido a ponerse "en primera línea" para defender este proyecto, con el que espera sentar las bases "de una monarquía constitucional, democrática, parlamentaria y social".
   Este documento representa, a su juicio, un momento "histórico" en la "construcción del Estado de Derecho y de las instituciones democráticas".
   Dicho texto eliminará parte de las competencias que hasta ahora tenía el rey, pero al mismo tiempo le permite conservar parcialmente el peso que ostenta, de tal forma que liderará el nuevo Consejo de Seguridad y seguirá siendo la máxima autoridad religiosa.
   Según esta nueva Constitución, que está "hecha por los marroquíes y para los marroquíes" y representa "un pacto histórico entre el trono y el pueblo" --en palabras del monarca--, el rey da más poder al Parlamento. Mohamed VI ya no podrá disolver este órgano sin consultar antes con el nuevo Tribunal Constitucional, para el cual el monarca podrá nombrar a la mitad de sus magistrados. El primer ministro --ahora presidente del Gobierno-- también será designado por el rey, aunque saldrá del partido más votado en unas elecciones con "sufragio universal directo".
   El rey, que únicamente tendrá competencias exclusivas en las materias militar y religiosa, delega al primer ministro, con la condición de discusiones previas, competencias en la designación de los gobernadores provinciales o embajadores.
   La reforma propone eliminar la referencia a que el monarca es una figura "sagrada", aunque se mantendría que es "inviolable". También se plantea que sólo pueda emitir decretos reales en el ámbito religioso, por lo que el resto de leyes emanarían del Parlamento.
   Mohamed VI ha destacado el "carácter parlamentario" de Marruecos y ha lanzado un alegato en favor de "la separación, la independencia y el equilibrio de poderes". Respecto a la Justicia, el rey apuesta por su "inviolabilidad" planteando un nuevo sistema independiente de los poderes ejecutivo y legislativo, después de que hasta ahora Mohamed VI estuviese al frente del consejo responsable de la designación de jueces.
   La Carta Magna prevé la "penalización constitucional de cualquier ingerencia de la autoridad", mediante "dinero o cualquier otra forma de presión", en el sistema judicial.
   En el ámbito lingüístico, Marruecos marca un hito en la región al convertir al idioma bereber en lengua cooficial, junto con el árabe, algo con lo que no cuenta ningún otro país de la zona.
   Mohamed VI abrió en marzo un periodo de consultas con partidos políticos, sindicatos y sociedad civil para promover una reforma constitucional con la que confía poner fin al creciente malestar social. Marruecos ha sufrido en los últimos meses sus mayores protestas contra el sistema en varias décadas, si bien no han tenido el peso de las registradas en países del entorno como Túnez, Egipto o Libia.
   Ante sí, el rey tiene varios frentes abiertos. Por una parte, debe responder a los activistas del Movimiento 20 de Febrero --nombrado así por la fecha en que se produzco la primera gran marcha pro democracia-- y que demandan progresos hacia una monarquía constitucional.
   Sin embargo, algunas de las críticas más duras le han llegado del islamista Partido de la Justicia y del Desarrollo (PJD), que ya ha advertido de que votaría en contra de la nueva Constitución si ésta garantizaba la libertad de credo, como finalmente así ha sido.
   El texto planteado por Mohamed VI promete "proteger la fe y a los fieles", pero también asegura "el libre ejercicio de culto", según ha explicado el propio monarca en su discurso. Este punto, para el PJD, pone en riesgo la identidad islámica del país.
   El dirigente marroquí ha prometido a la oposición que contará con un "estatuto especial" y dispondrá de "mecanismos eficaces" para controlar la acción del Gobierno. A los jóvenes, les propone la creación de un consejo que servirá como "espacio institucional de expresión y discusión" y abrirá la puerta a la "edificación del Marruecos de la unidad, de la dignidad y de la justicia social".
   En términos generales, la Constitución refuerza "los mecanismos de la buena gobernanza, de moralización de la vida pública y de lucha contra la corrupción", ha remachado.
   La nueva Constitución recoge "todos los derechos humanos reconocidos universalmente" y plantea mecanismos "para asegurar su protección y garantizar su ejercicio".
   Mohamed VI ha citado como ejemplo "la igualdad entre el hombre y la mujer en todos los derechos políticos, económicos, sociales, culturales", e incluso la creación de un "mecanismo de la promoción de la paridad". Además, ha aludido a "criminalización de la tortura, de las desapariciones forzosas, de la detención arbitraria y de toda forma de discriminación y de prácticas humillantes para la dignidad humana".
   La Constitución garantiza "la libertad de prensa, de expresión y de opinión", así como el "acceso de la información", ha añadido el monarca.
   Respecto a la "regionalización" ya prometida por Mohamed VI en su discurso del 9 de marzo, el rey ha vuelto a mencionarla en su alocución de este viernes subrayando que el décimo capítulo de la Constitución está dedicado en exclusiva a lo que ha calificado como "el Marruecos unido de las regiones". El término resume la intención del rey de dar nuevas competencias a las distintos territorios sin perder la integridad nacional, si bien en esta ocasión no se ha referido en ningún momento del discurso a la situación del Sáhara Occidental, cuya soberanía reivindica Rabat.

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