MADRID.- Miles de inmigrantes, más de 2.000 sólo en Huelva y en torno a 6.000 en Almería, que se han quedado sin trabajo en las campañas agrícolas este año por la mayor afluencia de trabajadores parados de otros sectores, habitan infraviviendas en los campos andaluces, según las ONG. Muchos extranjeros siguen llegando, engañados con la promesa de un contrato, y acaban en estas chabolas en espera de una oportunidad laboral, mientras lo que antaño fueron asentamientos temporales se consolidan como campamentos estables.
Esta es la situación en Huelva, donde Cáritas y COAG coinciden en que son más de 2.000 las personas que han acudido a la fresa y no han sido contratadas, entre otros factores, porque la mano de obra española se ha incrementado "al menos en un diez por ciento" respecto a años anteriores. Además, se da la circunstancia de que la campaña ha comenzado con un mes de retraso y no ha generado tanto empleo como en 2009 o 2010.
Así lo ha explicado el responsable de Inmigración de COAG en Andalucía, Eduardo Domínguez, quien destaca que este año se ha registrado "muchísima más demanda" de trabajo en la fresa.
"Los de Rumanía seguirán siendo los más numerosos, porque se vienen por su cuenta, engañados desde allí", apunta, para explicar que "cualquier listillo" les ofrece un autobús y un contrato de trabajo con el membrete (falsificado) de una empresa agrícola española a cambio de "150 ó 200 euros" y les traslada hasta España por carretera.
"Llegan a Huelva, paran el autobús en cualquier esquina y les dicen que se bajen y esperen porque en seguida llega el empresario o el agricultor. Pero nadie aparece a buscarles", explica el representante de la Coordinadora Agrícola, para incidir en que "éstos son los que luego no tienen donde dormir porque no les ha contratado ninguna empresa y tienen que hacerse una chabola".
"Vienen familias enteras", ha añadido.
El responsable de Inclusión Social en Cáritas Huelva, Javier Rodríguez, apunta que los inmigrantes que se desplazan a las campañas, especialmente quienes están en situación irregular, acaban en estos campamentos por falta de infraestructuras sociales, y denuncia que "la única política es levantar los asentamientos" con intervenciones policiales, lo que ha provocado que las chabolas se diseminen "y ahora se encuentren en muchos pueblos de la provincia".
Sin embargo, los recién llegados no son los únicos. "Hemos visto un repunte en los asentamientos y nos hemos encontrado con que muchas personas que habían dejado de acudir a la campaña agrícola porque estaba ya en la industria o en la construcción, con su vida más o menos encaminada, ha vuelto a venir", señala Rodríguez, para apuntar que ahora en los campamentos residen también extranjeros en situación regular que se han quedado sin techo con la crisis.
En estos asentamientos "no hay ningún tipo de recurso", ni agua, ni luz, ni nada con lo que calentarse o alimentarse. "Es una situación dramática que impresiona, y nos preocupa especialmente que mientras antes esta situación sólo se daba en tiempo de campaña, ahora venimos detectando que hay unas 400 personas (en Huelva) que se han establecido de forma permanente", ha apuntado Rodríguez.
En Almería, donde se podía encontrar trabajo en el campo "casi todo el año", se agrava esta realidad tanto por el número de asentamientos como por su estabilidad. Lo explica el coordinador de Cruz Roja en la región, Francisco Vicente, quien estima en al menos 6.000 personas la población de estos campamentos, aunque reconoce que la cifra "es incalculable" porque la organización sólo tiene constancia de "la punta del iceberg". En un año, han prestado asistencia a más de un centenar de asentamientos.
"Nos preocupa que los asentamientos aquí siempre han sido más estables y nos estamos acostumbrando a que es ahí donde vive el inmigrante", señala Vicente, para explicar que si bien antes había cierta rotación y los extranjeros iban cambiando de provincia en función de la campaña agrícola, ahora, "para malvivir, se quedan donde están".
En los grandes invernaderos de la provincia se da la misma circunstancia que en Huelva, según explica. "El hijo del agricultor tipo dejó el campo cuando las cosas iban bien y se fue a otros sectores. Ahora, con el paro, vuelve a la explotación familiar, desplazando al inmigrante, que se queda sin ese trabajo", ha señalado.
Cruz Roja ha identificado un cambio de perfil porque hasta hace un par de años, la población de estos asentamientos eran principalmente varones, solteros, de entre 30 y 40 años, llegados en patera a España y en situación irregular. "Ahora, el que ha perdido su casa y no puede pagar el alquiler está volviendo al asentamiento, hay también personas en situación regular, mujeres y familias enteras con niños, cosa que antes era muy excepcional", ha indicado.
Vicente explica que los habitantes de estos asentamientos se organizan en comunas, de forma que quienes consiguen trabajo, aportan las ganancias a una suerte de fondo común "y de ahí comen todos". Según señala, el tipo de chabola que se ve en esta zona "no se encuentra en ninguna otra parte" de Andalucía, porque la antigüedad de sus residentes las han ido transformando en casas precarias, aislando el suelo o consiguiendo luz eléctrica.
Sobre este asunto, el coordinador del área de Inmigración de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA), Carlos Arce, ha lamentado que hay personas "que sufren una situación de exclusión constante y mantenida en el tiempo, que están viviendo en condiciones absolutamente indignas e inadmisibles, en mitad del campo, sin agua potable, sin servicios sanitarios ni nada, frente a la pasividad de las administraciones, que no hacen nada" mientras "año tras año, se van incrementando".
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