domingo, 5 de abril de 2020

La otra 'curva' del Covid-19 / Francisco Parra *

Gracias a los medios de comunicación tradicionales y a las redes sociales vivimos pendientes de la famosa curva que registra la evolución de la pandemia del COVID19. Varias veces al día, expertos en virología, biólogos, médicos, políticos, etc., realizan sesudos análisis sobre la gráfica que muestra la evolución de los contagios en diversos países o a nivel planetario.
Es normal, lo que más preocupa ahora es la cuestión sanitaria y lo más acuciante en estos momentos es terminar con la proliferación de contagios, para así, empezar a recuperar nuestra vida normal. 
Pero, una vez vencido el virus, volveremos a una normalidad relativa, no a la normalidad a la que estábamos acostumbrados. Las secuelas que nos dejará esta pandemia serán notorias, tanto en el ámbito social como en el económico.

Como ya escribí con anterioridad, tras vencer al virus, nos queda otra dura batalla que librar antes de volver a nuestra ansiada normalidad. Tendremos que adaptar nuestros hábitos a una nueva situación de miedo al contagio, de control de movimientos impuesta por los poderes públicos, de distanciamiento social, …., todo ello con objeto de evitar rebrotes. Pero sobre todo, habrá que afrontar una situación de grave crisis económica.
Aquí es donde interviene la “otra curva”, la curva de la que quiero hablar. Tras doblegar al virus, ¿cómo será la curva que describa la evolución de la economía?. Algo se ha empezado a hablar de eso, generalmente desde el ámbito político. Muchos políticos en el mundo, también en España, defienden que la gráfica que describirá el comportamiento de las crisis, será en forma de V, gracias a las medidas de sostenimiento y estímulo económico que se están aplicando en EEUU y Europa.
Esto implica que, tras el primer bajón brusco que hemos sufrido, debido a la pandemia, sobreviene una recuperación muy rápida tras vencer a la misma, gracias a los estímulos monetarios aplicados desde los bancos centrales. Ojalá! Pero esta es la versión optimista, que es la que conviene divulgar desde el poder político, pero no es la única posibilidad. De cumplirse este vaticinio, querría decir que volveríamos a la situación en la que estábamos antes de la irrupción del virus en unos pocos meses.

Hay otras posibilidades. Lo mejor, por supuesto, sería que efectivamente, dicha curva describiese una forma similar a una V y esto es lo que nos quieren “vender” desde el poder político. Nos quieren transmitir que, fruto de las “acertadas” medidas adoptadas, la recuperación será tan rápida como la caída. Pero la curva de la crisis puede tener también una forma de U, con un valle que se prolongue más o menos tiempo, puede tener forma de W, o puede tener una forma que combine a varias de las anteriores. Pero para complicarlo más, la evolución de la crisis no será la misma en los distintos países del mundo.
La evolución de la economía no tendrá un comportamiento homogéneo en todo el planeta, sino que en cada lugar será distinto en función de una multitud de factores económicos y sociales, que determinarán, tanto la profundidad de la caída, como la velocidad de la recuperación. Y por supuesto también dependerá de en qué medida sean acertadas las medidas adoptadas por los distintos gobiernos y por las instituciones internacionales. En cada país intervendrán factores de ámbito local tales como la situación económica de partida, el nivel educativo de la población, la especialización de la economía local, ….. .

Centrándonos en el caso de España, yo vaticino una curva una forma que combinará a varias de las anteriores, con un periodo relativamente largo en el valle de la curva y explicaré porqué. En primer lugar, estábamos en una situación en la que “coleaban” ciertos problemas derivados de la anterior crisis. La salida de la crisis en España fue una salida “en falso”, en la que junto a una notoria mejoría, aún se podían identificar restos de la situación pasada que no acababan de desaparecer. Por ejemplo, un fuerte endeudamiento del sector público y en cierta medida, también del sector privado.
Además, la banca española no ha terminado de limpiar sus balances de activos inmobiliarios y para rematar la situación de la banca, la larga temporada que vivimos con bajísimos tipos de interés había mermado en gran manera la rentabilidad del sector. Si a los problemas preexistentes en la economía española añadimos que, uno de los sectores de actividad más dañados por la pandemia y al que se le augura una más lenta y compleja recuperación es el turismo, tenemos el “cóctel” perfecto para que se perpetúe la situación en el tiempo.

En síntesis, auguro la siguiente figura:
El primer tramo, que registra una fuerte y rápida caída correspondería a la situación actual. Un descenso en picado. Posteriormente, una vez se empiece a normalizar la situación sanitaria, sobrevendrá una etapa de cierto crecimiento, gracias a los estímulos monetarios que se han aprobado, tanto en EEUU como en la Unión Europea. Pero tras un breve periodo de cierta alegría, auguro un nuevo retroceso, no tan intenso como el acaecido tras la aparición de la pandemia, pero si, un cierto retroceso.
Este retroceso estaría motivado por varios factores. El primero sería, que la pesada deuda que ya arrastraba la Administración Española y que se ha visto incrementada por la situación creada por la crisis del COVID19, no permitirá mantener los estímulos monetarios por mucho tiempo y el Banco Central Europeo llegará un momento en el que empezará a recortar el volumen de las ayudas.
El segundo factor sería que una de nuestras principales fuentes de ingresos, el turismo, no arrancará de forma rápida. Detrás del turismo, otros sectores se verán afectados, como la construcción o determinados servicios. Esta situación es la que motiva que, tras la segunda caída, sobrevega una etapa de crecimiento, pero será un crecimiento lento, lastrado por el lento progreso del turismo y el también lento despegue del comercio internacional.

Espero equivocarme. Yo también deseo una recuperación en forma de V, pero lo siento, no la veo venir así. Pienso que la que he explicado es más realista, aunque no es políticamente correcta. Desde mi punto de vista, vamos a pasar una buena temporada “arrastrándonos por el fango” de la crisis, una buena temporada de bajo o nulo crecimiento económico, alto desempleo, alto déficit público, etc., con todos los problemas sociales que esto conlleva.
Y todo esto, contando con que la situación y las tensiones que la misma está generando en el seno de la Unión Europea, no terminen en lo que sería una catástrofe económica aún mayor de consecuencias incalculables. La desintegración de la UE y del BCE.

Este es el escenario más probable al que nos enfrentaremos, sin embargo, vislumbro un rayo de esperanza. Podría ser que, en estos tiempos tan turbulentos en los mercados financieros internacionales, inversores de diversos puntos del planeta vieran en el mercado inmobiliario español un refugio para sus inversiones.
Esto daría lugar a una intensa corriente de inversiones y a un fuerte despegue del sector construcción, con lo que esto supone a nivel de crecimiento económico y de empleo. España y su sector inmobiliario reúnen condiciones para ser elegidos por los inversores como “valor refugio”, en espera de que mejore la situación en los mercados financieros. Pero siento decepcionarles, lo veo poco probable en estos momentos, debido fundamentalmente a dos factores:

* El turismo es la “gasolina” del sector inmobiliario en España y éste va a estar “tocado” un cierto tiempo

* El gobierno actual en España no genera suficiente confianza entre los inversores internacionales

Para actuar sobre el primero de los factores sería necesario que la administración se implicase en el fortalecimiento de la Marca España en el ámbito turístico y que se tomaran medidas de control eficaces para evitar que un turista salga de España y termine llevándose un “souvenir” indeseado en forma de virus.

En cuanto al segundo de los factores, no es mi intención hacer política, pero es un hecho objetivo que las decisiones y manifestaciones del actual Gobierno de España en materia inmobiliaria y de vivienda, no son del agrado de los grandes capitales. Los inversores temen, a la vista de las primeras decisiones y manifestaciones del Gobierno, que en España aumente la ya pronunciada laxitud ante el fenómeno de la ocupación o ante el fenómeno de la morosidad en el pago de las rentas inmobiliarias.
A esto habría que añadir otras cuestiones que rodean al negocio inmobiliario relacionadas con la regulación del suelo. Si se desea atraer capitales, se debe crear un entorno de seguridad jurídica que proteja al inversor y a su dinero, pero no es ésta la tendencia que se observa. 


Rectificar es de sabios y estamos a tiempo….

(*) Economista almeriense

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