martes, 31 de diciembre de 2019

Trileros de la democracia / Elisa Beni *

"Lo contrario de la contención es explotar las prerrogativas institucionales que uno tiene asignadas de manera desenfrenada"
Levitsky y Ziblatt. Cómo mueren las democracias

Lo han hecho de nuevo. Otra vez están intentando utilizar de forma espuria instituciones y organismos para, retorciendo el Derecho, todo un oxímoron vergonzante, conseguir sus finalidades políticas. Eso y no otra cosa es lo que intentan Casado, Arrimadas y Abascal, pretendiendo que unos órganos de la administración electoral se salten a los tribunales y hagan pedorretas a los derechos fundamentales y al Tribunal Supremo para conseguir reventar la investidura de Pedro Sánchez y provocar elecciones nacionales y catalanas. Los constitucionalistas se ciscan en los derechos fundamentales, en el espíritu de la carta magna y en las normas más básicas del Estado de Derecho para su estrategia política. Constitucionalistas se llaman. ¡Y una higa!

Esto no es nada nuevo. El Partido Popular ha sido muy amigo de jugar los partidos que perdía en las elecciones o en las votaciones parlamentarias en otras canchas. Así pasó años pervirtiendo las funciones del Tribunal Constitucional para sus fines. Siempre tuvo grandes administrativistas de cabecera, de esos que creen que el derecho administrativo, al final, es el más excelso porque acaba controlándolo todo por vericuetos insospechados. 

Y en eso siguen cuando solicitan, junto con Vox y Ciudadanos, a las juntas electorales que destituyan al president de la Generalitat y que inhabiliten a Junqueras, sin esperar al Supremo y sin respetar las mínimas normas de la decencia democrática que dicen muy a las claras, sin necesidad de ser jurista, que un organismo formado por jueces sorteados y catedráticos nombrados por los partidos no puede estar por encima de los órganos jurisdiccionales adoptando decisiones que les competen a ellos y que, además, no pueden ser enmendadas después. 

Antes, con Rajoy, disimulaban más. Ahora ya, Cayetana lo escribe en Twitter sin rebozo: "Si alguna de las dos peticiones del PP y Ciudadanos contra Torra y Junqueras fueran favorables, ERC tendría muy mal colaborar en la investidura". Más claro, imposible.

¿Qué es lo que pretenden? Pretenden que un órgano administrativo-electoral inhabilite a Torra, usando para ello una reforma de la Ley Electoral que se hizo en 2011 expresamente para los condenados de ETA. Una reforma de atajo que no fue discutida en su día –hubo tiempos en los que el fin justificaba muchos medios– pero que ahora sin muertos sobre la mesa y sin sangre, que todo lo empaña, es mucho más fácil de ver que puede constituir un atentado claro a derechos fundamentales.

Lo cierto es que Torra ha sido condenado en sentencia no firme por un delito menor y que estos señores quieren que la JEC le haga perder su condición de parlamentario y su condición de president de la Generalitat sin que haya podido revisarse su caso en una segunda instancia penal, que es una garantía fundamental. 

Y es que como la pena que se le pide a Torra es justamente esa, la inhabilitación, si esta se produce sin pasar por un tribunal se habría dejado sin contenido la decisión que, en su día, solo corresponde a la Sala Segunda del Tribunal Supremo. Es todo un despropósito mayor. De estos que se hacen bola a la hora de explicarlos y que, por eso, han convertido en una especie de eslogan patriótico, como si no fuera evidente lo poco patriótico que es cargarse los mecanismos del Estado de Derecho para evitar que tu adversario gobierne.

Son constitucionalistas bocazas, constitucionalistas de pacotilla, trileros de la democracia. Esto no va de si te gusta Torra o Junqueras o eres independentista o no. Esto va de que hace falta tener cara y descaro para hacer a las claras un movimiento tan burdo para intentar que no haya un Gobierno progresista. 

Si fueran constitucionalistas de verdad, sabrían que la Constitución Española introduce un principio de interpretación de todas las normas jurídicas en aquel sentido que sea más favorable al ejercicio y al disfrute de los derechos fundamentales, que ha de ser tenido en cuenta por todos los poderes públicos. 

Así lo ha dicho muchas veces el Tribunal Constitucional. El derecho de sufragio pasivo es uno de esos derechos fundamentales que merecen el mayor grado de seguridad jurídica. Y ese es precisamente el que el trifachito en pleno, pues los recursos son del PP, de Ciudadanos y de Vox, está intentando cargarse por vía de atajo.

En la Junta Provincial de Barcelona ya les han dicho que nanay. Les han dejado claro que la propia exposición de los motivos que llevaron a esa reforma de la LOREG ya explica que se hace para evitar que fraudulentamente mantengan puestos "quienes justifican o apoyan la violencia terrorista". 

Una reforma que, por cierto, no tengo noticias de que nadie llevara al TC para que este indicara si es inconstitucional porque visos de ello tiene. Les han dicho que no pero ya ha habido un vocal, miembro de los Propagandistas Católicos para más señas, que les ha hecho un voto diciendo que sí, que se puede. 

Y eso es lo que pretenden obtener de una Junta Electoral Central que está conformada mayoritariamente por vocales conservadores que ya saben que con esa simple deliberación y fallo se cargan la investidura de Sánchez, y luego si la Sala Tercera les vuelve a decir que se han pasado de frenada, como ya hizo cuando le dijeron a Puigdemont que no podía presentarse, pues el fin ya se habrá conseguido, ¿o no?

Un cargo electo es algo muy serio en una democracia. Es lo más serio. Lo más. Si alguna pugna hay entre togas y parlamentarios, como he leído por ahí, sepan las togas que nada hay más sagrado que la determinación del pueblo. El TJUE se lo acaba de dejar meridianamente claro también. 

Por eso sería también de vergüenza democrática que a unos señores, miembros de un órgano meramente electoral, se les ocurriera inhabilitar a Junqueras por este medio –una aplicación de la condena, la de inhabilitación, que Marchena mantiene por el momento suspendida–. Eso sería de traca y media. Sin saber cómo considera finalmente el Tribunal Supremo que debe aplicarse la sentencia de Luxemburgo y sin nada. No creo que se atrevan, pero el PP anda relamiéndose como si pensara o supiera que es posible.

Es cierto que las decisiones de la Junta Electoral Central se pueden recurrir ante la Sala Tercera pero ¿se imaginan que dos salas del Supremo tuvieran el mismo caso y que pudieran decidir cosas diferentes? No obstante, este asunto sería llevado por los defensores de ambos al TJUE de nuevo. Un nuevo embrollo judicial por intentar explotar las costuras del Estado de Derecho para, y esta es la clave, reventar la investidura de un presidente con los votos salidos legítimamente de las urnas.

Esperemos que no osen. Crucemos los dedos para que el día 3 a los miembros de la Junta Electoral Central no se les ocurra dar pábulo a esa burla democrática. No vale todo ni contra los independentistas catalanes ni para evitar que los votantes progresistas de este país consigan tener el gobierno que mayoritariamente han apoyado.

Son unos trileros de la democracia y no les importa dejarla en jirones si consiguen mandar de nuevo. Esa es su única patria y su única ley.


(*) Periodista


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