“Y yo les pregunto, en primer lugar, ¿cómo empezar a pensar en
cuestiones presupuestarias sobre Defensa si no sabemos qué es lo que
estamos defendiendo? Durante las conversaciones que he tenido aquí les
he escuchado decir que Europa necesita defenderse, y eso es importante,
pero lo que a mí no me queda claro, y creo que tampoco a muchos
europeos, es de qué exactamente queremos defendernos, para qué queremos
defendernos, cuál es la visión positiva que impulsa este sistema de
Defensa compartida que todos creemos importante. Yo creo que no puede
haber seguridad si tienes miedo a las voces, a las opiniones y a la
conciencia que guía a tus propios ciudadanos. Europa enfrenta muchos
desafíos, pero la crisis actual del continente, la crisis que debemos
enfrentar juntos, ha sido generada por nosotros mismos. Si sales
corriendo del miedo que te producen tus propios votantes, entonces no
hay nada que Estados Unidos pueda hacer por ti…”
Es parte del histórico
discurso que este viernes pronunció en Munich el vicepresidente de EE. UU., James David Vance,
en el marco de la 61ª Conferencia de Seguridad celebrada en la ciudad
alemana. Ante cientos de dignatarios y de la elite dirigente de la UE,
el norteamericano hizo añicos el edificio del consenso socialdemócrata,
ese curioso turnismo gestionado unas veces por el centro derecha y otras
por el centro izquierda, que ha gobernado Europa desde 1945,
fuertemente infectado en los últimos tiempos por el izquierdismo woke.
JD Vance no dejó piedra sobre piedra. Una bofetada detrás de otra, en algo parecido a un nuevo desembarco de Normandía,
émulo de aquel otro que salvó al continente de la barbarie nazi. Las
lanchas no llegan ahora a la playa de Omaha llenas de jóvenes dispuestos
a dar su vida por nosotros, sino repletas de esas viejas reglas, las
ideas de la libertad, que hicieron grande a Occidente y que la clase
dirigente europea ha prostituido cuando no olvidado. Por encima de su
desconcierto, se entiende el cabreo que ayer dominaba a esa dirigencia
infame a la que un tipo nacido en Middletown, Ohio, hace 40 años, ha
puesto en evidencia.
JD Vance es el autor de “Hillbilly, una elegía
rural”, el relato de una clase social en decadencia, la de los
trabajadores blancos norteamericanos, que se convirtió enseguida en un
éxito de ventas. Los hillbillies forman parte de un grupo social cada
vez más empobrecido y radicalizado. En realidad, Vance cuenta
la historia de su propia familia, similar a la de tantas familias cuya
vida se ha ido degradando lentamente durante décadas. Un padre ausente,
una madre drogadicta y una abuela violenta, en una comunidad olvidada
durante años por el sistema y convertida ahora en centro de atención
tras la victoria electoral de Donald Trump.
Prototipo del sueño americano hecho realidad a base de esfuerzo, Vance
se gradúa en Derecho por Yale, se redime en el Ejército, se hace
católico y se convierte en vicepresidente USA. De la supervivencia a la
excelencia. Y ahora desembarca en Munich para decirnos que el cuento
europeo se ha acabado, que mantener nuestro Estado del Bienestar
delegando el gasto de Defensa en el "primo" americano se ha terminado.
Pero ha hecho mucho más, ha sacado a relucir nuestras vergüenzas y las
ha expuesto en plaza pública. Nos ha dicho, quién lo hubiera imaginado
tiempo atrás, que la tierra que vio nacer a Montesquieu vive hoy de
espaldas a la libertad, tiene miedo a la libertad de expresión y reclama
con desesperación la censura. Le produce pánico la verdad.
“Hay mucha
gente, aquí y al otro lado del Atlántico, a la que no le gusta la idea
de que alguien con un punto de vista alternativo pueda expresar una
opinión diferente, o votar de manera diferente o, peor aún, ganar unas
elecciones”. Vance citó lo ocurrido en las recientes elecciones rumanas.
“El argumento es que los rusos habían influido en los resultados, y
puede que Rusia haya comprado espacios publicitarios para influir, y eso
está muy mal, pero si tu democracia puede ser destruida por unos miles
de dólares gastados en publicidad digital por un país extranjero,
entonces es que no es ni muy fuerte ni muy sana. Permitir a los
ciudadanos expresar libremente sus opiniones hará más fuerte nuestra
democracia” (...)
“En Washington hay un nuevo sheriff y puede que no
esté de acuerdo con tus opiniones, pero lucharemos por tu derecho a
expresarlas libremente”. Un canto a la libertad de expresión, fundamento
del resto de libertades.
Más allá de la insufrible arrogancia del personaje, es casi imposible
para un liberal convencido comprar el “paquete Trump” entero. Como aquí
se dijo con motivo de su victoria, hay cuestiones en el “trumpismo”
difíciles de aceptar. Por ejemplo, la solución que propugna para el conflicto de Ucrania,
una guerra de conquista que recuerda en tantas cosas a las
napoleónicas. Conceder graciosamente la victoria al agresor supondría,
además de una flagrante injusticia, una desgracia para Europa y un
recordatorio del ominoso destino que le espera a un continente obligado a
mirarse en el espejo de lo ocurrido tras los acuerdos de septiembre de
1938 en Munich.
Y otro tanto puede decirse de la política arancelaria
que abandera, práctica proteccionista de la que nunca nada bueno ha
salido para nadie. Pero es innegable que, más allá de la derrota de la
ideología woke, verdadero cáncer del mundo libre, que ha supuesto su
llegada al poder, Trump representa el aldabonazo que una desnortada UE
amenazada de ruina necesitaba para despertar.
Vance acaba
de decirnos que el enemigo de Europa no ha venido de África ni de
Oriente Medio. El enemigo de Europa está dentro y es blanco. Lo puso el
viernes en evidencia esa desgracia en forma de presidenta de la CE
apellidada Von der Leyen, la parálisis por análisis, al
mostrar su disposición a activar la cláusula de escape del Tratado para
que la Unión pueda seguir endeudándose con la disculpa del gasto
militar.
Doña Ursula, en efecto, quiere congelar las reglas fiscales
para que la UE invierta “cientos de miles de millones” en Defensa. Ni
se le pasa por la cabeza la posibilidad de ajustar el gasto en otras
partidas. Mientras podamos seguir tirando de déficit y deuda, tiremos,
aun a riesgo de colocar el euro al nivel del bolívar venezolano.
Es algo que se echó en falta en el impactante discurso de JD Vance.
La denuncia de que el proyecto europeo es hoy víctima del absurdo
dirigismo burocrático practicado por unas elites que chapotean en una
corrupción galopante. La corrupción como factor determinante del
inmovilismo de Bruselas.
Con el informe Draghi durmiendo
el sueño de los justos, estas elites de pitiminí jamás emprenderán
cambio en profundidad alguno que pueda comprometer el formidable estatus
económico del que disfrutan. ¿En qué piensan las ministras/os del mandarín Sánchez? ¿Con qué sueña Marichús Montero? Con pillar un chollo en Bruselas y alrededores como el de Nadia Calviño o Teresa Ribera
que les asegure un buen nivel de vida au-dessus de la mêlée española y
de los jueces.
JD Vance hizo alusión, en fin, a algo de capital
importancia para España: la necesidad de líderes con respaldo electoral
bastante para impulsar medidas de política económica dolorosas: “Si
quieres disfrutar de economías competitivas necesitas liderazgos capaces
de tomar decisiones difíciles que se traducirán en beneficios para tus
ciudadanos”.
Es la revolución en marcha en los USA. La guerra relámpago
que Elon Musk y su tropa están librando al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) tratando
de desmantelar la burocracia federal y su inveterado despilfarro.
Musk
sostiene que está generando ahorros de mil millones de dólares diarios
desde que empezó a actuar. El multimillonario se apoya en un equipo de
unas cuarenta personas cuya identidad se desconoce, la mayoría muy
jóvenes, que trabajan día y noche a un ritmo frenético y que incluso
duermen en los ministerios.
Siguen una táctica bien elaborada,
confiscando computadoras y recuperando archivos informáticos sensibles, y
lo hacen sin ningún respeto por los protocolos de seguridad. Lo llaman
la “táctica de la excavadora”.
Para acelerar la purga, ha ofrecido a los
funcionarios públicos ocho meses de salario a cambio de su renuncia
inmediata.
Una práctica que en la UE, no digamos ya en esta España en la que los
sindicatos gozan de la condición constitucional de órganos del Estado,
suena tan brutal como imposible de imitar. Razón por la cual la Unión, y
no digamos ya España, están condenadas a una muerte lenta por
inanición. Por inacción.
Mientras Musk recorta
drásticamente el tamaño de la Administración USA, en España no deja de
crecer el número de funcionarios en la era de la digitalización de los
procesos administrativos. En realidad y con un sector privado sometido
al asedio constante de un Gobierno que no cree en el libre mercado, el
empleo público es la única salida abierta a una gran mayoría de
españoles.
El Estado se ha convertido en el mayor empleador, una empresa
gestionada con criterios de absoluto nepotismo y nula eficiencia, en
manos de una mafia extractiva que necesita seguir exprimiendo con
impuestos abusivos a trabajadores y clases medias para pagar sus vicios,
hacerse ricos y fidelizar a su base electoral a base de paguitas.
Ahora
también el SMI
deberá pasar por las horcas caudinas del IRPF. Buscar dinero bajo las
piedras, para poder pagar los apoyos que sostienen al sátrapa en el
poder.
Entre cierto empresariado ha hecho fortuna un dicho según el cual
"China imita, Europa regula y América innova". Un enunciado que refleja
una realidad implacable. China avanza copiando y optimizando modelos existentes, Europa se atasca en una regulación que frena su crecimiento, y EE.UU. trata
sobre todo innovar en busca de una nueva edad de oro que prolongue su
condición de primera potencial mundial.
Mientras tanto, España dormita
en mitad de ninguna parte, con un delincuente en el puente de mando. El
resultado es una pérdida constante de nivel de vida, a pesar de las
vistosas cifras que luce un crecimiento dopado por el gasto público y la
deuda.
“En España somos pobres y no nos damos cuenta”, escribía esta
semana Jesús Fernández-Villaverde, un “minesoto”
profesor de Economía en la Universidad de Pensilvania. “A mis
estudiantes postdoctorales les pago 85.000 euros. Es decir, un
estudiante postdoctoral de 28 años gana más que un ministro en España,
paga menos impuestos y goza de un seguro de salud en Penn mejor que el
Sistema Madrileño de Salud. En términos de coste de vida, Madrid está
quizá un pelín más barato que Filadelfia, pero no mucho”.
Concluía Fernández-Villaverde
afirmando que “Los españoles viven muy mal”. Lo asombroso es comprobar
la resignación con la que el español medio se ha ido acomodando a su
miserable situación actual, política y económica.
Cierto, hay una importante minoría que vive muy bien en un país sin
grandes empresas, sin gran industria y sin grandes capitales, un asunto
que en parte podría explicar la corrupción (la abundancia de casoplones y
coches caros). Y hay una gran mayoría que acepta la triste condición de
su día a día apegada a la cañita, er furbo y La Isla de las Follaciones.
Que cree incluso que vive bien, tal vez en el mejor de los mundos.
La
falta de referentes externos, el bajo nivel cultural y la resignación le
ha llevado a aceptar sin rechistar desde hace décadas una clase
política de bajísimo nivel (a derecha e izquierda, muy cierto) que lleva
décadas adoptando malas decisiones de política económica que al cabo de
los años terminan traduciéndose en un continuo descenso de su nivel de
vida.
Este es un pueblo alienado que no exige más a sus políticos, un
pueblo fácil de engañar con baratijas ideológicas y con paguitas. La
solución de los buenos profesionales y los jóvenes talentosos es la
emigración. Un pueblo que lleva siete años soportando en silencio a un
piernas como Sánchez de presidente del Gobierno se
merece todo lo malo que le pueda sobrevenir, porque es un pueblo
resignado, sin alma, sin fibra moral.
Un país dispuesto a dejarse
humillar todos los días del año por un tipo que, por su cuenta y riesgo,
supina arrogancia, pretende erigirse en oposición al nuevo poder que
emerge imparable desde Washington. Un pueblo de Montoyas y Broncanos.
(*) Columnista
https://www.vozpopuli.com/opinion/un-nuevo-desembarco-de-normandia.html