domingo, 16 de septiembre de 2018

Menos de dos horas por semana: la jornada laboral de los catedráticos de Almería

MADRID.- Los catedráticos de la Universidad de Almería apenas dan clase. Esa vieja actividad tradicional de los de su gremio, la de disertar frente a los alumnos y enseñarles la asignatura es una rareza entre los funcionarios de mayor grado de este centro educativo. Su media de horas anual es de 88. Muy por debajo que las de cualquier otra universidad española, en las que se considera que estar por debajo de 120 "ya es un escándalo". Esa actividad docente, sobre todo, recae sobre sus ayudantes: jóvenes que están preparando la tesis, revela El Confidencial.

El catedrático es una especie en vías de extinción. "Estamos casi liquidados", resume Luis Enrique Alonso, titular de la cátedra de Sociología en la Facultad de Económicas de la Universidad Autónoma de Madrid. 
"Cada vez somos menos y más viejos", prosigue. 
En el caso de la Universidad de Almería, además, lo que parece en extinción es el número de horas de clases que dan, de acuerdo al análisis de la programación lectiva de sus más de 1.300 profesores para el curso 2018-2019 reflejado en un documento interno recibido en el buzón seguro de El Confidencial
 La media en sus 11 facultades es de 88 horas anuales. Las de un ayudante doctor, 203. Una cifra extraordinariamente baja y muy sorprendente para todas las fuentes consultadas. "¡Eso no es normal en absoluto!", exclama sin poder ocultar su incredulidad un profesor titular de la Universidad Complutense. El mínimo legal son 60 horas.
"Yo es que esto no lo veo lógico, la verdad", comenta un estudiante un poco atribulado de Agronomía. "Por ejemplo, los viernes teníamos una clase de dos horas con un catedrático y ¡llegó a las 9.30 y ya nos estaba echando a las 10.15!", explica este alumno, que achaca al "pluriempleo" este absentismo de las primeras espadas de cada departamento. 
"Yo creo que hacen consultoría a empresas y cosas así y por eso no dan clase, eso es lo que pensamos los estudiantes", agrega cada vez con menos prudencia. "Los que nos dan clases son doctorandos que están preparando su tesis", continúa el chico.
Uno de estos docentes, que prefiere mantener su nombre en secreto por motivos obvios, no cree que el pluriempleo sea la causa fundamental, aunque "algunos lo harán bajo su responsabilidad, porque es ilegal". 
Este profesor achaca este "agravio comparativo con cualquier universidad" a un pacto no escrito entre los catedráticos y el rectorado: "Es un trato bajo cuerda: tú me das prebendas y me dejas en paz y yo te consigo los votos para permanecer en el poder". 
"Se trata de tener contentos a los 'capos' del campus", sentencia.
En la Universidad de Oviedo, por ejemplo, cifran en 160 horas anuales las "horas tiza" (como se conoce a la actividad propiamente docente) las que les corresponden habitualmente a los catedráticos. 
"Es normal que el catedrático tire de galones y se descargue, ¡pero no tanto!", confirman desde la Universidad de Salamanca. El número de horas máximo del que se parte es de 240. Después, según diversos factores se pueden ir sumando o restando a esa cifra estándar.
En Almería sí es normal. Incluso más. En los departamentos de Agronomía o Educación los catedráticos dan una media de 61 y 68 horas anuales respectivamente. Solo se aproximan a las horas estándar en Economía y en Derecho, con 112. Un dato que no resulta tan sorprendente. 
"Los departamentos de ciencias sociales somos los verdaderos financiadores de las universidades", explica Fernando Rubiera, profesor titular de Ciencia Económica en Oviedo. "Somos los que tenemos más alumnos, por una parte; y por la otra son alumnos que salen muy baratos no como los de ciencias, que exigen aparatos y personal de mantenimiento caro". 
En resumidas cuentas, que en estos departamentos casi nadie puede evitar las aulas. Sin embargo, incluso esas cifras están muy por debajo de lo que los catedráticos consultados consideran un mínimo: "Menos de 120 es muy extraordinario".
Pero aunque la media es claramente llamativa (por las poquísimas horas de clase), caso a caso puede estar muy justificado que un catedrático no dedique mucho de su tiempo a las aulas. 
Desde la célebre y polémica ley Wert (en referencia al que fuera ministro de Educación entre 2011 y 2015) hay una serie de "privilegios" que las distintas categorías de profesores universitarios pueden ir adquiriendo para así ver reducida su carga docente. "Básicamente, la cosa se resume en que demuestres actividad, que haces cosas, que te mueves", clarifica Rubiera.
El pacto al que alude el profesor de la UAL consiste en que primero se les van dando las horas a los becarios "hasta que estén hasta los topes y después con lo que sobra se quedan los catedráticos, que pueden ser tres horitas o nada". Un sistema muy diferente al que se utiliza en casi cualquier otro centro de educación superior. 
"Le encaloman todo al becario y las vacas sagradas se dedican a sus cosas, que puede ser investigación o leerse el 'Marca', que de todo hay", insiste. Este diario trató de ponerse en contacto sin éxito con el catedrático de Tecnología de los Alimentos José Luis Guil, reciente autor de las novelas 'Horologio' y 'Exilio en Berbería', que completa 61 horas docentes (una más del mínimo legal).

Se dejan llevar por estar en el tope

Para ello hay varias maneras. Y muchas de ellas no siempre benefician a los catedráticos. Por ejemplo, un profesor titular de la Complutense asegura que en su facultad muchos de ellos dan más de 300 horas lectivas porque "no están motivados y no hacen nada, así que al final les van poniendo más clases". De hecho, según este docente, muchos de los que están en el espectro más alto de la pirámide educativa, "se dejan llevar desde que consiguen alcanzar su tope".
Los criterios son: estar en algún proyecto europeo o de asesoramiento, acumular sexenios o dirigir tesis. Muchas de esas actividades son las que se usan para elaborar los famosos 'rankings' de universidades. La de Almería está aproximadamente en el puesto 40 en casi todos ellos. Es decir, que no destaca particularmente y más bien se encuentra en el pelotón de cola de los centros superiores universitarios españoles. 
 "Hay bastantes funciones que no son estrictamente dar clases. ¡Por ejemplo, corregir los famosos TFM estos que ahora están tan de moda!", reivindica otro catedrático. Sin embargo, otras fuentes universitarias deslizan que esas correcciones muchas veces también las hacen los ayudantes.
Desde el rectorado de la Universidad de Almería la respuesta es que no tienen esos datos disgregados. Sus clasificaciones mezclan a los profesores titulares y a los catedráticos. "No tenemos ese dato", comentan desde el departamento de comunicación. 
Aunque a través de correo electrónico dan la siguiente respuesta: "En la Universidad de Almería, el potencial docente de los catedráticos es el mismo que el resto de universidades andaluzas. Otra cuestión es que, como consecuencia de las distintas reducciones de la labor docente por ocupar cargos académicos o por investigación, la media sea inferior que su potencial docente. 
No obstante, es cierto que en ese cómputo no se incluyen determinadas actividades docentes como la dirección de trabajo final de título, que también implica horas de dedicación". El rector, Carmelo Rodríguez Torreblanca, que es de quien directamente corresponde la responsabilidad de controlar estos repartos, no pudo atender a El Confidencial.
"En la Complutense el rectorado está muy encima de estas cosas y, por ejemplo, en mi departamento los catedráticos no se descargan ni media hora", exclama un profesor titular. "En Madrid eso está muy regulado. Se pueden dar algunos casos, pero se cuentan con los dedos de las manos porque hay muchísima vigilancia de esa clase de asuntos", insiste. 
De hecho, Luis Enrique Alonso, catedrático, conoce algunos colegas a los que les sucede al contrario, que dan muchas más horas de clase de lo normal porque "están desmotivados con otras cosas y al no poder seguir progresando, no haber nada más para ascender, se han quedado estancados y acaban por tener mucha carga docente".

251 horas anuales, el récord

No es el caso de bastantes catedráticos en el departamento de Agronomía de la UAL. Estos docentes solo dan 61 horas anuales. En el otro extremo se encuentra un profesor titular de Matemáticas, Florencio Castaño, con 251 horas. Curiosamente, el catedrático que menos da también es de ese mismo departamento: Andrei Martínez con 15 horas. Por supuesto, eso no quiere decir que no esté justificado en el caso de los dos catedráticos por sus otras actividades, incluida la investigación.

Andalucía regresa al grupo de los pobres

SEVILLA.- Seis años ha estado Andalucía en el grupo de regiones en transición, aquellas cuya riqueza por habitante se sitúa en la banda templada de los territorios europeos. Bruselas ha confirmado que el PIB per cápita de la comunidad ha caído otra vez por debajo del 75% de la media de la UE, por lo cual vuelve a pasar al grupo de las regiones en desarrollo, las más pobres, aquellas que antes se denominaban de Objetivo 1, las que más ayudas reciben, según Diario de Sevilla

Sí, habrá más fondos para la creación de empleo, para las infraestructuras y para atender a los inmigrantes, pero la caída también guarda una lectura demoledora: después de haber recibido más de 100.000 millones de euros de fondos europeos, Andalucía no ha logrado converger. Diverge.
Si hubo una vez una deuda histórica, un deber económico y social que algunos territorios contrajeron con el sur, Bruselas lo ha pagado. Y con creces. Desde 1986, el momento en que España, ingresó en la entonces, Comunidad Económica Europea, Andalucía ha recibido 102.000 millones de euros. Y sin contar las ayudas europeas. 
La cifra es grandiosa: equivale a tres veces el actual Presupuesto anual de la Junta. Cuando Felipe González pactó con las grandes potencias europeas la consolidación de las políticas de cohesión para recibir más fondos a las puertas de la implantación del euros, siempre argumentaba que España los necesitaba porque su objetivo era dejar de cobrarlos un día. Por lo que respecta a Andalucía, esto no ha sucedido.
Si en 2014 la comunidad logró subir uno de esos escalones relativos que ascienden hacia la riqueza europea, la crisis económica nos ha hecho volver a los puestos de salida. Ni la mejoría de las infraestructuras ni las ayudas a la industrialización ni a la creación de empleo -éstas dos últimas, francamente, infértiles- han procurado ese gran salto. 
La debilidad de una economía sustentada en la construcción y en los créditos baratos nos ha dejado donde siempre estuvimos, junto al resto de regiones del sur de España, Italia y Grecia. A la vez que Andalucía, también Extremadura, Castilla-La Mancha y Ceuta y Melilla han regresado al grupo de las comunidades en desarrollo.

Subida del 5%

El marco comunitario que deben aprobar las autoridades europeas es el de 2021 a 2027. España recibirá 34.004 millones de euros, un 5%, y buena parte de ellos irán a Andalucía por su peso poblacional y por ser región en desarrollo, el bocado puede ser del 25%.
Para el economista Joaquín Aurioles, profesor de la Universidad de Málaga, el hecho es claramente negativo, porque "nos sitúa donde estuvimos, se ha demostrado que fue una salida falsa de ese grupo" de las más pobres. La causa que primero salta a la vista es meridiana. Andalucía, como pocas comunidades, ha sufrido una crisis financiera que derrumbó su potente sector de la construcción, lo que se tradujo en un aumento considerable del empleo, volvimos a cifras del 30%.
El PIB que mide la Comisión Europea para diferenciar las comunidades, es el PIB per cápita en paridad de poder adquisitivo, y además lo corrige con algunos datos como el desempleo, la formación educativa de la población y las tasas de inmigración.
Tal como recuerda Aurioles, cuando se pactaron estas potentes políticas de cohesión, se permitió que parte de las inversiones no sólo fueran a disminuir la brecha de productividad entre las distintas regiones y países, sino que también sirviese para mejorar el Estado del bienestar. 
Esto último fue una concesión a los países del norte, los más productivos, pero el sur también invirtió en ello. A su juicio, Andalucía se encontró en una paradoja del bienestar que ha impedido ese ajuste de productividad, porque cuenta con unos salarios similares a los de otros territorios y, además, no se ha producido un flujo emigratorio considerable, a pesar de las altas cifras de desempleo.

Emigración

Es más, cuando los andaluces han comenzado a emigrar, lo han hecho los más preparados, los jóvenes formados gracias a esas inversiones en educación.
Buena parte de las ayudas también han servido para recrecer un sector público que, en determinadas políticas, se ha mostrado ineficiente, por no decir que absolutamente estéril. Piénsese en las políticas activas de empleo y en todos los casos de corrupción en las que ha derivado -como el de los ERE y los cursos de formación-, sólo servían para repuntes coyunturales de la oferta pública de empleo. Cuando se agotaban las ayudas, se volvía a los mismos niveles de antes.
"La política regional trataba de evitar -sigue Joaquín Aurioles- tres elementos: la absorción de empresas por parte de las grandes empresas de otros países, por lo que había que restituir el tejido empresarial; la destrucción de empleo, por lo que había que restituir la empleabilidad, y conseguir un nivel medio de competitividad, por lo que había que restituir el stock de capital, y dentro de ello estaba la mejoría de las infraestructuras, aunque sea un apartado menor". 
Y su balance es el siguiente. Demoledor. "De lo primero, casi nada; de lo segundo, ahí están todos los casos de los sindicatos, los cursos y demás, y de lo tercero, poco, a excepción de la infraestructuras".
De este modo, seguimos encerrado en nuestro particular bucle. Concluye que nuestra competitividad sólo mejorará si nos diferenciamos en algunos de estos tres factores: salarios, tecnología y fiscalidad. Y por ninguno de ellos nos distinguimos, quizás los más difíciles de conseguir sea la competitividad salarial y la fiscal, ambas por causas políticas, pero el tiento en la inversión tecnológica ha sido muy mejorable.
Un caso ilustra esto. A mediados de octubre comenzó un verdadero éxodo de empresas catalanes hacia otras regiones españolas a causa de las pérdidas que causaba el riesgo de la independencia. Fueron miles, pero sólo tres decidieron trasladarse a Andalucía y porque ya contaban con instalaciones en las provincias de Córdoba y de Málaga. 
La Andalucía de las oportunidades empresariales nadie la ve fuera de nuestras fronteras regionales, no somos atractivos ni por bajos salarios ni por bajos impuestos, sino todo lo contrario, ni por una tecnología eficiente que reduzca los costes.
Para el catedrático de Economía de la Hispalense Francisco Ferraro, "no es que perdamos convergencia, estamos divergiendo, y lo que debemos preguntarnos, más allá de las causas coyunturales, es por qué crecemos menos y, en definitiva, por qué producimos menos". Los factores que determinan la producción en la literatura clásica son la riqueza de los recursos naturales, el trabajo y el capital, entendido como la inversión en cosas que produzcan cosas.
Sobre el trabajo, Ferraro es muy crítico, porque entiende que el modelo educativo andaluz, basado en el "para todos" sobre otros criterios, ha impedido una educación en excelencia y ha dado, como resultado, unos trabajadores poco cualificados. Y, por otra parte, la iniciativa empresarial, entendida como el interés personal por crear empresas, es muy limitada, muy pegada al terruño e ignorante del entorno globalizado.
Por parte del capital, es cierto que la inversión privada en Andalucía sigue siendo muy baja, por debajo del porcentaje que le corresponde por población, lo que le lleva a preguntarse por qué invierten tan poco las empresas en la comunidad.
Ésta es una pregunta esencial. No sólo su respuesta, sino su formulación, porque lo cierto es que, como antes se apuntó, las compañías no eligen a Andalucía para la inversión. Su atractivo diferencial no existe. Ni en salarios ni en tecnología ni en impuestos.

Mal gobierno

Pero Ferraro apunta a otros problemas: considera que el marco institucional no es bueno, porque ni las leyes que se promulgan son efectivas y ni la calidad del Gobierno andaluz es la adecuada. Es mala. De hecho, el índice de calidad de los gobiernos que publica la Comisión Europea (EQI) coloca a Andalucía en el puesto más bajo de España, comparable al de algunos territorios polacos y por encima de los griegos y de los del sur y centro italianos. Una de las deficiencias que Ferraro apunta, en este sentido, es la ausencia de evaluaciones de las políticas. "No se miden sus efectos, a pesar de que sabemos que hay algunas, como las de empleo, que no sirven para nada", concluye Ferraro.
Manuel Alejandro Hidalgo, profesor de Economía en la Universidad Pablo Olavide, mantiene que la salida del grupo de las comunidades en transición también puede ser coyuntural. Andalucía había sobrepasado el listón del 75% por pocas décimas hace cinco años, y son sólo un poco menos que las que pierde ahora. 
Más allá de las razones estructurales, analizadas por Ferraro y Aurioles, Hidalgo apunta a dos causas. La primera es acumulativa, los sectores en los que Andalucía estaba más especializada, como la construcción, son los que han caído más. El sector del ladrillo ha sido importante en todas las regiones, pero más en nuestra comunidad. Eso hace que Andalucía haya crecido menos que el resto del país. 
Y, además, el consumo andaluz también cayó más que en el resto, debido al incremento del desempleo, francamente grave durante los años de la crisis.

El puerto de Almería aumentó su tráfico un 11,7% hasta julio

MADRID.- El tráfico de mercancías en los puertos españoles rozó los 326 millones de toneladas en los siete primeros meses del año, un 5,2 % más que en mismo período de 2017.

Sólo en julio, el tráfico portuario se mantuvo, con un ligero descenso del 0,03 % respecto al mismo mes del ejercicio anterior, registrando 47,8 millones de toneladas transportadas, según datos de Puertos del Estado.
En el período de enero a julio, la evolución fue positiva en la mayoría de las 28 autoridades portuarias y sólo en cinco se produjeron descensos de los tráficos, el mayor en Melilla, del 25,2 %, seguido de Alicante, con uno del 16,5 %, y Gijón, con uno del 13,2 %.
También perdieron tráficos Cartagena, con una disminución del 1,9 %, y Tarragona, con una del 1,3 %, mientras que Bahía de Cádiz, se mantuvo, con un ligero descenso del 0,04 %.
El mayor repunte, del 25,8 %, lo registró Motril, hasta superar los 1,7 millones de toneladas, seguido de Barcelona, con un aumento del 16,7 % (40,5 millones); Castellón, del 12,4 % (12,2 millones); Almería, con 11,7 % más (3,9 millones), y Santander, con una subida del 11,2 % (3,3 millones).
En cifras absolutas, Bahía de Algeciras ocupó el primer lugar, con 63 millones de toneladas (un 10 % más), seguida de Valencia, con 43,5 millones (un 1,5 % más) y Barcelona.
Por tipo de productos transportados, el tráfico de mercancía general aumentó un 8 %, hasta superar los 156,3 millones de toneladas, el de graneles líquidos creció un 1,9 %, hasta los 104,4 millones, y el de graneles sólidos, un 5,2 %, hasta los 58 millones.
El tráfico de mercancías en contenedores repuntó un 8,7 %, con 102,4 millones de toneladas, en tanto que las mercancías en tránsito y en contenedores en tránsito creció un 12,3 % y un 11,3 %, respectivamente, y se situó en 85,5 millones de toneladas, en el primer caso, y en 67,4 millones, en el segundo.
El tráfico de contenedores tuvo un repunte de casi un 10 %, hasta acercarse a los 9,9 millones de TEUs (unidad equivalente a veinte pies) y el de contenedores en tránsito, del 12,6 %, hasta superar los 5,3 millones de TEUs.
El embarque de vehículos industriales cargados de mercancías avanzó un 6 %, hasta superar los 36 millones de toneladas.
El número de buques mercantes que atracaron en los puertos españoles entre enero y julio aumentó un 6,1 %, hasta 93.480 unidades.
El tráfico de pasajeros en líneas regulares y de crucero se incrementó un 7,2 %, hasta contabilizar más de 18,8 millones de personas (5,4 millones de ellos cruceristas, un 20,9 % más).

La Transición española fue la Sucesión franquista / Luis Gonzalo Segura *

Todo el aparato franquista, incluidas las élites, permanecieron tan intactas que a día de hoy son perfectamente identificables. 
El pasado 3 de septiembre el líder del Partido Popular, partido político heredero de una amalgama de formaciones franquistas, afirmó sobre el periodo conocido erróneamente como la Transición que "ni hubo ocultación, ni sometimiento, ni miedo. 

Hubo grandeza moral, sentido de la historia, reconciliación y concordia. Propondremos una ley de concordia que reivindique la Transición y derogue de facto la sectaria relectura de la historia". Pero ¿existió la modélica Transición o realmente aconteció una Sucesión franquista?

Parece increíble que toda una sociedad, la española, compuesta por varios millones de personas, en la actualidad unos 46,5 millones, y que cuenta con acceso libre a información sobre esta y muchas otras cuestiones, haya concluido de forma mayoritaria que lo ocurrido en los años posteriores a la muerte del dictador Francisco Franco fue un periodo de reconciliación y concordia denominado Transición, como afirma Pablo Casado, y no lo que realmente aconteció: la sucesión determinada por Franco. 

De hecho, en el año 2000 la abrumadora mayoría de los encuestados respondió al CIS que el Rey (Juan Carlos I) había sido la figura que más contribuyó al cambio y casi el 90% concluyó que se sentía orgulloso de la Transición.

Estoy convencido que la asunción como verídico del relato de la denominada Transición democrática española, en lugar de la acaecida Sucesión franquista, se estudiará en el futuro para conocer en profundidad cómo se construye un relato completamente ficticio y se inocula en la ciudadanía de forma tan efectiva. Mientras tanto, lo único que podemos hacer es intentar demolerlo con hechos objetivos e innegables para que la luz atisbe la verdad. Y esta, ciertamente, poco tiene que ver con la retórica oficial.

No pudo ser modélica porque fue violenta

Uno de las claves que demuestran que el periodo mencionado dista mucho de ser modélico y se acerca, paradójicamente, a lo negado por Pablo Casado (ocultación, sometimiento, miedo) es el nivel de violencia. Este periodo histórico fue el más violento de los acaecidos en Europa Occidental y el segundo más violento de toda Europa tras Rumanía. Los diferentes autores, desde Sophie Baby (El mito de la transición pacífica) hasta Xavier Casals, sostienen que entre 1975 y 1981 o 1983 hubo entre 590 y 700 muertos. La Transición griega contabilizó 29 muertos. La portuguesa menos aún.

No pudo ser de consenso porque la dirigió Juan Carlos I

Normalmente, los verdaderos periodos de transición entre regímenes autoritarios y democracias se caracterizan porque estos son dirigidos por personalidades ajenas, o al menos críticas, al régimen autoritario que queda en el pasado. Tanto si hablamos de Portugal como de Grecia, por ejemplo, es evidente que no fueron altas personalidades afines del régimen autoritario los que dirigieron sus transiciones, aunque la griega tenga sus matices y parecidos a la nuestra.

De hecho, lo normal es que las personalidades que ostentaron el poder durante las transiciones democráticas hubieran representado la oposición o, al menos, en un momento dado, se hubieran revelado militar o políticamente contra el régimen autoritario. Juan Carlos I no solo fue apadrinado por Franco, sino que llegó a ser jefe del Estado durante la dictadura y ni siquiera hoy se vislumbra contradicción o crítica alguna al dictador y genocida español. Jamás se sublevó o contrarió al Caudillo.

No se trata ni mucho menos de un rey que hubiera estado luchando contra el franquismo desde el exilio y que una vez derrocado o muerto el líder, hubiera vuelto al país y hubiera sido recibido con parabienes. Ni tan siquiera de alguien que llegado el momento organizase una revuelta o un golpe militar contra el dictador. Muchos menos podemos hablar de una personalidad que abanderase la democracia. Juan Carlos estaba en palacio mientras Franco firmaba sentencias de muerte.

No pudo ser democrática, porque no hubo juicios ni comisiones

España, a diferencia de muchos otros países, no optó por comisiones de la verdad o juicios al régimen autoritario y a los responsables del mismo. Ello resulta fundamental para que el nuevo estado pueda tener una génesis democrática completamente desprendida del pasado. España optó por la amnistía, por la amnesia colectiva. Los crímenes del franquismo jamás se juzgaron, ni tan siquiera se optó por juzgar casos individuales. En Grecia, por ejemplo, fueron múltiples los militares, incluidos altos mandos, juzgados y condenados.

No pudo ser igualitaria, porque las élites decidieron conservar el poder

Uno de los elementos que demuestran hasta qué punto se trató de una sucesión en lugar de una transición es la ausencia de igualdad. El alto nivel de aforados, la inviolabilidad jurídica del rey o la ausencia de independencia e imparcialidad de los órganos judiciales españoles y su materialización en procesos tan obscenos como el falso juicio de la Infanta Cristina, la no investigación de las múltiples denuncias por corrupción y malas prácticas de Juan Carlos I, la existencia de misterios como 'Señor X', 'Elefante Blanco' o 'M. Rajoy', el fantasma de cientos de miles de desaparecidos durante la dictadura, los miles de casos de torturas durante el postfranquismo o el uso de la justicia como instrumento de represión en Catalunya demuestran, ante todo, que no somos iguales ante la ley. Y si existe un termómetro que pueda ofrecernos la calidad democrática de un estado ese es la igualdad ante la ley.

No pudo ser fraternal porque el aparato y las élites franquistas quedaron intactos

Si bien es cierto que los periodos de transición están marcados por la continuidad de una gran parte del aparato existente durante los regímenes autoritarios, algo que se puede percibir con claridad tanto en los procesos acaecidos en Europa Occidental como en la antigua Europa Oriental, no lo es menos que en las verdaderas transiciones existe un proceso de desmantelamiento o demolición de los mismos. Resulta enormemente complejo encontrar estructuras prácticamente intactas pasados 10, 20 o 30 años.

Sin embargo, los movimientos militares acaecidos en España en el año 2006, con motivo de la negoción del 'Estatut' en Catalunya o en este agosto de 2018 por la exhumación de los restos del dictador, demuestran que las Fuerzas Armadas, si bien han vivido un proceso de modernización, no así de democratización. Y no es el único sector de la sociedad en el que se percibe: la judicatura, la Iglesia, el poder económico o los partidos políticos cuentan con una bajísima calidad democrática.

No pudo ser una transición porque fue una sucesión

En definitiva, no pudo ser una transición democrática porque fue una sucesión franquista. Una sucesión en la que todo el aparato franquista, incluidas las élites, permanecieron tan intactas que a día de hoy son perfectamente identificables.



 (*) Exteniente del Ejército de Tierra de España