Empresario autodidacta, desarrolló negocios en diversos sectores que
contribuyeron a potenciar el tejido empresarial de Almería, cuya Cámara
de Comercio presidió entre 1979 y 1983
Almeriense de segunda generación -fue su padre, el cartagenero Antonio Gómez Egea quien se afincó en la ciudad andaluza-, Ramón Gómez Vivancos pudo
no haber sido un importante empresario de haber carecido de fuerza de
voluntad cuando, con 8 años, una lesión en la rodilla desembocó en una
osteomielitis.
Varias intervenciones quirúrgicas, los efectos de una
penicilina por entonces novedosa en España y su afán de superación le
permitieron, con el paso de del tiempo, recuperar la movilidad en ambas
piernas.
Derrochó carácter al empezar a trabajar con 14 años
en una céntrica droguería almeriense. Un lustro más tarde ya ejercía
como agente de ventas de platós para uvas.
De allí se metió en un
negocio hilandero, a raíz de otra aventura empresarial pobló de pitas
cientos de hectáreas en la zona del cabo de Gata, comercializó ácido
bórico cuando nadie lo hacía en España y creó el complejo de Bayyana, a partir del cual surgieron los premios culturales homónimos.
También dirigió un club de fútbol local e impulsó la Escudería Costal del Sol y el Automóvil Club de Almería,
plataformas que posibilitaron que por aquellas tierras pasase el Rallye
de Montecarlo: en 1972 transcurrió una etapa y, al siguiente, la salida
de la legendaria carrera.
El
currículum de Gómez Vivancos ya era lo suficiente abultado en 1979,
fecha en que, una vez recuperada la democracia, se celebraron las
primeras elecciones a la Cámara de Comercio tanto en Almería como
en el resto de España.
Encabezó la lista vencedora en su ciudad natal.
Desde esa poderosa atalaya, tuvo la idea de organizar la primera
exposición comercial agrícola de Almería, cuya primera edición se
celebró en 1980 en el Puerto de Almería, y organizó dos misiones
comerciales a Europa y Oriente Medio para promocionar las hortalizas
almerienses.
También defendió ante el Ministerio de Comercio la libre
exportación para los productos horto-frutícolas almerienses, en un
momento en el que se fijaban cupos semanales. Tampoco se olvidó del
resto de la provincia: no escatimó esfuerzos para que Roquetas de Mar
tuviese su Palacio de Congresos. Una lista de logros que no es exhaustiva.
Nació el 2 de agosto de 1933 en Almería, donde falleció el 27 de diciembre de 2024
(*) Periodista
https://www.eldebate.com/obituarios/20241230/ramon-gomez-vivancos-polifacetico-empresario-almeriense_257045.html
Otros obituarios sobre Ramón
Diario de Almería
El empresario almeriense Ramón Gómez Vivancos
ha fallecido este viernes a los 91 años. A sus espaldas deja un
prolífico legado y una trayectoria que desplegó desde bien joven y que
guarda en su haber hitos como la apertura de una fábrica de hilos cuando
tan solo contaba con 25 primaveras.
Este logro del precoz empresario
fue la semilla de lo que a la postre sería su gran obra: Gómez Vivancos
dio forma a lo que hoy es sin duda uno de los paisajes más
característicos de la provincia: las miles de hectáreas de pitas que
bañan el Cabo de Gata y la provincia.
Nacido
en la capital en el año 1933, Ramón asiste a una escuela vecina y desde
los ocho años recibe clases particulares en el propio domicilio, en el
que se encuentra prácticamente imposibilitado. Jugando al fútbol se
produce (1941) una pequeña herida en la rodilla que
deriva en dolorosa e invalidante osteomielitis, agravada por la carencia
de antibióticos.
El proceso se cronificó y durante dos lustros sufrió
siete intervenciones quirúrgicas en clínicas y hospitales de Almería,
Madrid y Barcelona (en régimen privado).
Gracias a una cirugía
afortunada del Dr. Manuel Bastos -antiguo general de Sanidad del Ejecito
republicano- logró superar totalmente la enfermedad y recobrar la
movilidad perdida de sus piernas. Ramón fue, finalmente, de los primeros
afortunados almerienses en recibir un tratamiento con penicilina, el
salvador invento del Dr. Fleming. Esta etapa de frustración y
sufrimiento forjó sin duda su futuro carácter independiente, tenaz y
refractario a los contratiempos.
Con 14 años ingresó en droguería La Mezquita, de José Hernández (rambla
de Alfareros, esquina a Espronceda y vecino por tanto del torero Juan
Luis de la Rosa). Alternando el mostrador comenzó su carrera de agente comercial
con firmas nacionales y foráneas. Esto le permitió siendo un mozalbete
viajar hasta Marruecos ofertando distintos catálogos de pinturas,
cuerdas o redes para barcos.
A los 18 años adquirió su primer coche, con
el que recorrió toda la costa andaluza, de Adra a Ayamonte. A título de
curiosidad digamos que entre sus clientes más importantes tuvo (en
Cádiz) a Ramón de Carranza y en Ceuta a Paco Vallecillo, factótum del
Arte flamenco y amigo íntimo de Antonio Mairena.
Dada su
afición futbolística y visión comercial, en los años cincuenta funda un
modesto club con el nombre del analgésico "Unidor", casa que le
proporciona equipaciones a cambio de llevar su propaganda en las
camisetas.
Posteriormente Ramón dirigiría un clásico del fútbol local ya desaparecido: el C.D. Alborán.
Esta juvenil vocación culminó (1971) en la dirección de la Junta de
Educación y Deportes, no llegando a ocupar la Delegación Provincial por
su demostrada falta de entusiasmo hacia el Movimiento franquista.
En
cualquier caso le dio tiempo, junto a su amigo Fernando Lanzaco
-anterior Delegado- a organizar la 1ª Gala del Deporte almeriense en el
Cortijo Fischer. Actualmente su hijo Ramón prosigue su afición como
columnista deportivo en este Diario. Su perspicacia innata y dinamismo
le condujeron a logros empresariales notables, mientras que su capacidad
comunicativa y don de gentes coadyuvaron a granjearse simpatías
personales e integrarse en el tejido social almeriense.
En la primera
iniciativa societaria le acompaña su hermano Cayetano, propietario de
Talleres Martinete: Comercial Govi, S.L. dedicada a la fabricación y
comercialización de poleas ("haladores") para la recogida e izado a
bordo de las artes de pesca de cerco y arrastre.
Sabedores de tal
innovación extranjera, ambos se desplazaron a Noruega donde adquirieron
dos maquinarias; en el local del Martinete perfeccionaron el motor
hidráulico -distinto material lo importaban de Inglaterra-, lo
patentaron y distribuyeron con pingües beneficios por España entera,
norte de África y Europa. Más tarde Ramón formaría sociedad con Diego
Villegas, antiguo amigo de su padre.
En
una visita a Portugal conoció al mayor y más acreditado fabricante de
cuerdas y redes vegetales de la Península. Utilizaba pitacos de
excelente calidad procedentes de Mozambique y Ramón pensó en hacer otro
tanto con el sisal que en la década de los cincuenta plantaron en el hoy
Parque Natural de Cabo de Gata, aunque sin el desarrollo necesario por
falta de humedad.
No obstante, con 25 años se aventuró a poner en marcha
(Calzada de Castro) la Hiladora Mecánica Almeriense,
dedicada a la fabricación de cordelería similar a la lusa, manteniendo
el negocio hasta la aparición de las fibras sintéticas japonesas. Vendió
la maquinaria y en el mismo local domicilió Unión de Comercio Exterior,
S.L., añadiendo a su actividad en el gremio pesquero la exportación de
uvas y naranjas.
De
sus contactos comerciales con Estados Unidos surge la oportunidad de
negocio en un campo inédito: importación de ácido bórico, litio y bórax
de la marca "Los 3 Elefantes" para su venta en exclusiva en España, con
la competencia de un catalán propietario de otra franquicia. El bórax
tenía aplicación industrial en el endurecimiento de superficies de
cerámica, material de baño y de cocinas.
Un hito fundamental en la
carrera profesional y humana de Gómez Vivancos es la llegada a la
presidencia de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación,
cargo que ostentaría de enero de 1979 a 1983. Tras la desaparición de
los Sindicatos Verticales franquistas se presentó a las primeras
elecciones encabezando una candidatura independiente, opuesta a otras
dos oficialistas, y las ganó.
Pese a sus evidentes logros al frente de
la institución (Expo Agro, Expo Energía, misiones comerciales al
extranjero) era el precio a pagar por su independencia del político de
turno o el de "determinados empresarios almerienses de toda la vida".
En 1983 obtuvo en cambio el honor de ser nombrado por el rey Gustavo de
Suecia cónsul en Almería del país nórdico. Prácticamente un lustro
dirigió la legación consular con bandera y oficina abierta en la calle
Aráez Pacheco, esquina a Rafael Alberti.
Las reacciones al fallecimiento de Gómez Vivancos no se han hecho de rogar y la Cámara de Comercio de Almería que
él mismo presidió ha lamentado, a través de sus redes sociales, el
deceso del empresario almeriense, ensalzando su carácter "emprendedor" y
su "polifacética" labor como "impulsor de grandes iniciativas que han
sido referentes en la actividad cameral como la Expo Agro o Expo
Energías".
La Voz de Almería
Ayer nos dejó, a los 91 años de edad, el polifacético empresario almeriense Ramón Gómez Vivancos.
Cualquiera necesitaría dos vidas para poder hacer todo lo que Ramón
Gómez Vivancos hizo en sus 91 años de existencia. Este empresario
almeriense no tuvo un día de descanso desde que era niño.
Su mente fue un volcán en erupción permanente: siempre inventando nuevos retos, abriendo caminos a través de la imaginación para mejorar y crear progreso. Su lucha personal tuvo un objetivo común: Almería.
Muchos de sus esfuerzos, de su tiempo gastado, no tuvieron más
beneficio que la satisfacción de estar haciendo algo por la ciudad donde
nació.
Estuvo durante más 20 años desempeñando cargos honoríficos sin
cobrar una peseta y a veces hasta tuvo que poner dinero de su bolsillo.
Pero lo hizo con gusto porque contribuyó a escribir algunas páginas
importantes en la historia reciente de esta tierra.
Hijo
de un mecánico de Cartagena que llegó a Almería en los años treinta
para trabajar en la instalación de la fábrica de hielo, Ramón Gómez Vivancos vivió una infancia marcada por la posguerra y una grave enfermedad
que lo tuvo flirteando con la muerte hasta la adolescencia. Con nueve
años se hizo una herida jugando al fútbol que le causó una infección en
la sangre y tuvo que pasar tres veces por el quirófano.
La osteomielitis
fue también clave en la configuración de su personalidad. No pudo ir al
colegio de forma regular, ni jugar en la calle como los niños de su
edad. La posibilidad de morir joven contribuyó a forjar ese espíritu de luchador,
de corredor de fondo que demostró a lo largo de su vida.
Con catorce
años empezó a trabajar en una tienda de comestibles de la calle Restoy y
posteriormente en la droguería La Mezquita, en la Rambla
Alfareros. Aquí conoció a una persona que fue muy importante en su vida.
Era el dueño, José Hernández López, un hombre culto que le ayudó a dar
los primeros pasos en el mundo laboral y le sirvió de maestro, ya que le
enseñó a escribir y a redactar correctamente.
Como
su padre mantenía una estrecha relación con el mundo de la pesca, Ramón
Gómez Vivancos aprovechó los contactos para hacerse vendedor de redes, cuerdas y motores de barcos.
Traía cables de acero importados de Inglaterra, cuerda de Portugal y se
iba por el litoral hasta Cádiz vendiendo. Su espíritu emprendedor le
llevó a embarcarse en proyectos que en aquellos tiempos rozaban la locura. A nadie nada más que a él se le hubiera ocurrido ponerse a vender ácido bórico por toda Andalucía o a plantar un campo de pitas por las estepas del Toyo.
Esta idea se le ocurrió con un socio portugués en 1959. Entonces en
España se importaba la cuerda que se obtenía de las plantaciones de
pitas de Mozambique y pensó que por qué no podía hacerlo aquí. Se puso
manos a la obra y con la colaboración del Ministerio de Agricultura
plantaron cientos de hectáreas con pitas. El negocio fue redondo.
No pudieron sacar ni un gramo de cuerda porque las pitas no crecieron
por carecer de la humedad suficiente.
La necesidad de buscar motivaciones distintas y de
encontrar el negocio de su vida le llevó a montar en la carretera de
Aguadulce el complejo Bayyana. Puso una gasolinera, una discoteca
que fue punto de referencia de la juventud almeriense en los años
setenta y un restaurante. Bayyana le permitió entrar en contacto con el mundillo del automóvil, fundamental en su vida durante aquella década.
Fue uno de los fundadores de la Escudería Costa del Sol y el Automóvil Club de Almería,
organizando los primeros Rallyes Costa del Sol que fueron
retransmitidos en directo por Televisión Española, con lo que aquello
representó para la imagen de la ciudad.
Cuando estos proyectos se le
quedaron pequeños, intentó el más difícil todavía, algo así como un
doble salto mortal sin red, traer a Almería una prueba de prestigio mundial como el Rallye de Montecarlo.
Un día vio por televisión que en la salida, que se hacía desde Lisboa,
había muy poca gente. Se le ocurrió escribir una carta a Mónaco, al
director del Rallye, diciéndole que Almería, por su clima, podría ser el lugar idóneo para que la prueba pasara por aquí. A los tres meses le dijeron que aceptaban su propuesta. En 1972 Almería acogió una etapa y un año después la salida.
Ramón Gómez Vivancos tuvo también sus escarceos con la cultura. Se rodeó de gente preparada, de eruditos como el abogado Juan José Pérez Gómez, Jesús de Perceval, Manuel del Águila, Bartolomé Marín y el arquitecto Ángel Jaramillo para establecer los premios Bayyana, que reconocían a los almerienses del año.
La necesidad de ser independiente,
de mantenerse al margen de los partidos políticos y sus redes, le cerró
muchas puertas durante la Transición. A pesar de ello, el prestigio que
se había ganado en la ciudad, sobre todo entre los empresarios, le
abrió las puertas de la Cámara de Comercio, donde estuvo cuatro
años. Durante su mandato dirigió las primeras misiones comerciales de
productos hortofrutícolas al extranjero y tuvo la brillante idea de organizar la primera Expo-Agro.
Antes de regresar al anonimato como un empresario más de la ciudad, Ramón Gómez Vivancos viajó por Europa gracias a su cargo de Cónsul de Suecia.
Sus años de lucha sin tregua, ocupando siempre las primeras líneas de
fuego de la sociedad almeriense, las grandes iniciativas que tuvo, que
le dieron vida y nombre a la ciudad y a su economía, no fueron nunca
suficientemente reconocidas en su querida ciudad.