Desde que Pedro Sánchez llevó, el pasado
15 de marzo, al Consejo de Ministros la aprobación del primer decreto
de estado de alarma
han pasado más de 40 días. La prórroga actualmente vigente no vence
hasta el próximo 10 de mayo pero ya se nos advierte por parte del
gobierno a que habrá una quinta, sin descartar que sea la última que se
solicita al Congreso de los Diputados.
Pedro Sánchez, en su
comparecencia televisiva del pasado día 18 dejó para el futuro una frase
que no tuvo el calado que ahora se puede empezar a intuir: en el futuro, habrá distintos estados de alarma.
No concretó mucho más, pero es evidente que la fórmula del mando
único y centralizado de todos los poderes del estado que tengan algo que
ver con la lucha contra el coronavirus —¿qué no tiene hoy que ver con
la pandemia?— le ha permitido anular de un plumazo el estado de las
autonomías y, obviamente, tranquilizar así el deep state, que siempre ha estado en contra de un modelo descentralizado de funcionamiento del estado.
Los presidentes autonómicos
acaban siendo unos cascarrabias que con mayor o peor fortuna pronuncian
discursos en sus comunidades autónomas aunque nada de lo que deciden
acaba siendo realmente efectivo ya que el centro de mando está, en el
caso de Catalunya, a 600 kilómetros.
Las sucesivas prórrogas del estado de alarma han de dejar de ser,
como hasta la fecha, un cheque en blanco para el gobierno del PSOE y
Podemos. Esquerra Republicana, Junts per Catalunya y la CUP han de hacer
evidente la usurpación de competencias autonómicas y
el engaño de la situación actual.
Lo mismo deberían hacer formaciones
políticas que se sienten igual de afectadas en Euskadi, como el PNV y
Bildu, o en Galicia, aunque son oposición, el Bloque. Le acaba de
suceder a Iñigo Urkullu cuando insinuó el pasado viernes que las
elecciones vascas igual se celebraban en julio. Una voz de la Moncloa le
cortó en seco: no habrá elecciones hasta que la epidemia está
controlada.
Así, una y otra vez, el estado de alarma vale para todo
e inmoviliza a Torra en Catalunya y a Urkullu en el País Vasco. Aparte,
cometerán errores, claro está, pero ahora que todo el mundo se llena la
boca elogiando a la cancillera Merkel y hasta El País valora
positivamente su actuación es oportuno no olvidar que los mecanismos del
sistema federal alemán tienden siempre a que Berlín alcance
acuerdos con los länder. La descentralización no es una fase sino una política permanente.
Y el decreto del estado de alarma va, justamente, en la dirección contraria.
(*) Periodista y director de El Nacional
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