El gran éxito político de José María Aznar fue unir en el
seno del Partido Popular del centro derecha a la extrema derecha. Ahora
este esquema se ha roto. Le ha surgido por el centro, un competidor,
Ciudadanos, aunque el PP está satisfecho no sólo de haber evitado un
sorpasso, lo que se ha debido en buena parte a la falta de visión y
derechización de Albert Rivera, y a que, como escribí hace más de cuatro
años en este mismo diario, este no es país para liberales.
C’s
se ha reducido a un mínimo, y está por ver su futuro. Y por la derecha,
al PP le ha surgido una escisión, Vox, que algunos en el PP ven como un
suflé, en lo que se pueden equivocar, sobre todo si el tema catalán no
abate. En estas condiciones, ¿qué quiere ser el PP? Aunque las
condiciones son muy diferentes, haría bien en mirar a Francia, a lo que
les está pasando a los republicanos, atrapados entre el
social-liberalismo modernizador y europeísta de Macron, y el lepenismo.
Es importante para la suerte de la democracia española
qué PP tengamos. Pues aunque ya no pueda ser solo, tras el declive del
bipartidismo, el PP, como bien dice Pablo Casado, es "es la alternativa
sistémica e institucional al PSOE", excluido un gran acuerdo.
Probablemente
cómo evolucione la cuestión catalana —y para ello las próximas
elecciones en Cataluña pueden ser determinantes— determinará la política
española, y, por tanto, la suerte del PP. Pero para empezar, el PP
debería reflexionar sobre el hecho de que en las elecciones del 10 de
noviembre sólo obtuvo un escaño en el País Vasco y dos (como Vox) en
Cataluña. ¿Se puede pretender gobernar España desde esta situación? Ya
hemos visto a dónde nos ha llevado esa senda.
En el PP
hay una clara tensión interna entre los que quieren un giro al centro y
los que creen que le pueden disputar el terreno a Vox con un discurso
de derecha radical, que incluye el centralismo. Casado ha ido pasando de
uno a otro y vuelta, y ahora actúa un poco como un corcho flotando.
Probablemente tiene el PP que intentar ambas cosas a la vez, pero no
está claro que sea posible, de nuevo, salvo que la cuestión catalana se
encone aún más.
Debe repensar su oposición a reformar
la Constitución, necesaria al menos desde 1993-1996, y perentoria a
partir de 2004, en algunas cuestiones básicas. La podría haber abordado
cuando tenía mayoría absoluta (y algunos se arrepienten de no haberlo
planteado entonces). Aunque con el PP en la oposición, tal reforma —no
sólo para volver a encauzar la cuestión catalana, sino para mejorar la
democracia—, va a resultar mucho más difícil.
Haber
pactado con Vox en muchos lugares le puede pasar factura al PP. Ya se la
está pasando en cuanto a credibilidad europea. Pero, además, el gran
peligro de Vox —que ha tenido mucho voto joven y de protesta o de ira—
está en su capacidad de marcar y contaminar el debate nacional en temas
con el retroceso en el Estado de las Autonomías, el papel de la mujer,
y, en general, un cierto tradicionalismo o la inmigración.
El
discurso económico no lo tienen aún trabajado los de Abascal. Ha pasado
en otros países. La derecha radical de Le Pen contaminó al centro
derecha gaullista (ahora Republicanos) e incluso a la izquierda. La
derecha más radical se ha ido del PP, más en términos de militantes que
de votantes. No es tan fácil que vuelva. Y esta es una oportunidad para
el PP de centrarse, no de derechizarse aún más.
Pues a
pesar de que los votantes del PP y de Vox sean aún muy parecidos, y la
división entre izquierdas y derechas haya marcado las últimas elecciones
(con el tema catalán en medio), el centro sociológico sigue existiendo,
en España y otros lugares, aunque pase por expresarse políticamente. En
España le corresponde ahora tocar suerte en el gobierno a las
izquierdas, en unos momentos difíciles en términos económicos y de
Estado.
Se la juegan con una mayor justicia social en
una poscrisis que tanto ha cambiado y que ha generado nuevos
desprotegidos, el nuevo precariado; con una transición ecológica justa;
con una modernización y digitalización del sistema productivo, y sobre
todo, con Cataluña (el País Vasco y otras cuestiones territoriales). Es
decir, con un proyecto para España al que hay que atraer también al PP.
(*) Escritor, analista y periodista
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