MADRID.- Cuando el secretario de Organización del PSOE, José Luis
Ábalos, mostró hace un año a Susana Díaz la puerta de salida, no lo hizo
a humo de paja. Llevaba anotado en un folio el mensaje que Pedro
Sánchez quería transmitir a través de los medios de comunicación a la
secretaria general de los socialistas andaluces.
Se preparó a conciencia
durante la reunión que la dirección federal del PSOE celebró al día
siguiente de las andaluzas y se acordó que lo trasladara el 'número dos'
del partido para que no hubiera ninguna duda:
"Sabemos lo que tenemos que hacer. El papel de los líderes está
subordinado al éxito de su proyecto político. Ferraz se encargará de la
necesaria regeneración de las siglas en Andalucía", recuerda www.eldiario.es.
El final de Susana Díaz no ha empezado a escribirse ahora, tras la sentencia condenatoria
de los ERE, sino el 3 de diciembre de 2018. Ahí comenzó todo. Con un
titular, varios puntos suspensivos, algún paréntesis y varias comas. Sin
pausa, sin prisa pero con un desenlace que, a falta del cómo y el
cuándo, ya entonces estaba escrito.
En el enésimo ejercicio de
transformismo de su vida política, la expresidenta de la Junta ha
dedicado los últimos meses a intentar ganarse el favor de Pedro Sánchez,
después de que este le ofreciera en una reunión en la Moncloa una
salida airosa en Bruselas y ella la rechazara creyendo que los muertos
resucitan, que aún le queda vida en Andalucía y que la presidencia de
Moreno Bonilla sería flor de un día.
La moción de censura, el Gobierno de Sánchez, su
repentina docilidad con Ferraz y la demostración implacable de autoridad
con la que la dirección federal impuso su criterio en la elaboración de
las listas para las elecciones generales le hicieron creer que el
secretario general había reconsiderado su decisión de impulsar la
renovación en la federación andaluza.
Jamás estuvo en el ánimo del líder
del PSOE abandonar ese empeño. Quienes le conocen más bien creen que
tan solo disfruta al ver cómo su antaño feroz adversaria dentro del
partido baila cada día al dictado de Ferraz y se convierte en la más
ferviente defensora del "sanchismo", a pesar de que la dirección de
Madrid la mantiene con respiración asistida.
Hoy la
prioridad de Sánchez no es Díaz, sino sumar los apoyos necesarios para
su investidura, pero que la renovación en el liderazgo de Andalucía es
un camino sin retorno lo saben todos los socialistas. Y no por la
implacable sentencia condenatoria de los ERE que se ha conocido esta
semana, sino por la pérdida de la Junta de Andalucía.
"La cuenta atrás
no ha empezado ahora, sino el 15 de enero con los 59 votos con los que
Moreno Bonilla fue investido presidente de la Junta", sentencia un
socialista andaluz, para quien no afrontar el necesario proceso de
cambio arrastraría al PSOE de Andalucía a un "escenario terrible".
En
Madrid y en Sevilla, la inmensa mayoría de dirigentes coincide en que
el socialismo andaluz está ante un fin de ciclo que acabará cuando Díaz
salga de la secretaría general y en que solo hay dos modos de llegar a
ese escenario: con generosidad o con fórceps.
Más bien será mediante lo
segundo porque para lo primero "hay que tener una grandeza y un sentido
de la realidad de las que Susana Díaz carece", vaticina otro
interlocutor de la federación andaluza.
En efecto,
nada hace pensar en una retirada voluntaria. De ahí que esta semana el
socialismo andaluz haya vuelto a bullir. Y todo en medio del estrés
postraumático que ha supuesto la sentencia condenatoria para los líderes
de una generación –Manuel Chaves y José Antonio Griñán– que lo fueron todo en la Junta y en el PSOE durante más de un cuarto de siglo y de la que Susana Díaz fue hija predilecta.
"Ella
trata, sin demasiado éxito, de marcar distancias, pero es sabido que su
liderazgo surgió de una determinada forma de hacer y estar en política
que forma parte del pasado. Ahora busca protección en la dirección
federal, pero no la vemos liderando un proyecto regenerador ni como
alternativa de gobierno. Es cuestión de tiempo y la cuenta atrás ya ha
comenzado", aseguran desde la sede federal del partido.
De
momento, en Ferraz admiten que no hay un referente federal claro por el
que apostar para el relevo. Ni siquiera se atreven a hacer un vaticinio
seguro sobre quién lidera o tiene la hegemonía en cada una de las ocho
provincias andaluzas de cara al próximo congreso ordinario que tiene que
celebrarse entre la primavera de 2020 y la de 2021.
Aún no están en esa
pantalla. Y no será por la insistencia de una parte de la federación
andaluza que demanda "más beligerancia" en la toma de decisiones, dada
la pérdida de apoyos provinciales de la que fuera mandamás del
socialismo.
Díaz sólo mantendría, según fuentes de la
federación andaluza, el control de una parte de Córdoba, Almería, Cádiz y
Málaga y no toda Sevilla. Granada, Huelva y Jaén tardaron poco en
emanciparse del "susanismo" cuando la secretaria general salió de la
Junta de Andalucía. Pero aún así, el juego de las mayorías es incierto
en buena medida porque el "sanchismo" tiene demasiadas "tribus" o
facciones en un territorio que nunca controló al cien por ciento.
Muchas
miradas apuntan a la hoy ministra de Hacienda en funciones, María Jesús
Montero, si bien ella ha buscado estos días un perfil bajo, a la espera
de que escampen las críticas de quienes la relacionan con los gobiernos
de la Junta que han sido condenados por la Audiencia de Sevilla por su
etapa como consejera de Sanidad y también de Hacienda.
Conoce los
códigos del partido aunque su militancia no tenga solera y, desde que se
trasladó a Madrid, ha procurado cuidar con mimo los códigos orgánicos.
Tanto es así que fue de las pocas ministras que consultó, no con el
presidente del Gobierno sino con Ferraz, algunos de los nombramientos
que hizo en las empresas públicas dependientes de su Ministerio.
Tiene
garra y un potencial político reconocido por la militancia, pero nadie
conoce aún su disposición real a pasar de la moqueta del Gobierno de
España al barrizal de un territorio complicado tanto desde el punto de
vista de la organización del partido como de la batalla por librar con
la derecha del tripartito andaluz.
Esto además de que hoy nadie se
atreve a calcular hasta dónde llegará la onda expansiva de la sentencia
de los ERE y si se llevará o no por delante a un par de generaciones del
socialismo andaluz.
Demasiado pronto para saber si
lastrará o no el futuro que Sánchez tenía previsto para Montero o el que
algunos socialistas andaluces también proyectaban para el alcalde de
Sevilla, Juan Espadas, otro de los nombres que suena para sustituir a
Díaz.
El primer edil de la capital andaluza fue consejero de Vivienda y
Ordenación del Territorio con Chaves, cargo que mantuvo después con
Griñán, hasta que salió en 2010 para liderar el PSOE municipal y
presentarse a las elecciones de 2011 contra el popular Zoido.
Ponderado,
discreto y en retirada de la política municipal, fue de los últimos en
"emanciparse" de la tiranía que se le atribuye a la expresidenta de la
Junta, hoy ya solo rodeada, según alguno de sus damnificados en el
partido, de "cuatro incondicionales que no le discuten nunca y le
susurran que la realidad no es la que es".
Conclusión:
las únicas certezas son que el cambio es imprescindible, que el
epitafio de Díaz ha empezado ya a escribirse y que no hay fortaleza
infalible ni castillo que cien años dure. Todo lo demás es incierto para
el socialismo andaluz.
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