Almería siempre ha sido una colonia; un territorio dependiente de
otras geografías cercanas; una periferia carente de poder, ausente de
servicios y llena de olvidos. No estoy viajando en el tiempo a un
pretérito imperfecto en el que apenas llegaba a ser algo más que un
escenario de disputas entre el Reino de Granada y el levante español. Estoy recorriendo el último siglo.
Uno
de esos tramos que consolidan esta percepción colonial lo recorrí el
jueves durante un encuentro con representantes de los colegios
profesionales de Almería organizado por este periódico. Seguía con
atención sus planteamientos profesionales y, en un momento, sin
premeditación y ni alevosía, de forma natural, los responsables de la
administración de Fincas y de Aparejadores aludieron a su pasada
dependencia de los colegios oficiales de Granada y de Murcia.
Me
sorprendió tanto esta dependencia que no pude evitar caer en la
tentación y preguntar al resto de representantes si la organización
colegial a la que pertenecían también había sido un territorio de
ultramar dependientes de otras provincias.
La respuesta fue
sorprendente: Abogados, Graduados Sociales, Ingenieros Técnicos
Agrícolas y Gestores Administrativos lo fueron de Granada; el colegio de
Dentistas, de Murcia y el de Economistas, de Sevilla. Los colegios que
agrupaban y agrupan a miles de profesionales que proyectan sus
conocimientos en el cuidado y en la mejora de las condiciones de vida de
los almerienses tuvieron su origen en otras provincias.
Unos
segundos después caí en la cuenta de que lo sorprendente de mi sorpresa
desvelaba mi torpeza. La dependencia colegial mantenida hasta hace
pocos años era un capítulo, un solo capítulo más de esa acumulación de
dependencias que hicieron de Almería la colonia a la que aludía en la
primera frase de esta Carta. Porque, si recorremos el recuerdo, Almería, hasta hace apenas veinte años, siempre ha sido dependiente.
El cuidado de la salud cuando las cosas se ponían serias, el
aprendizaje cuando había que cultivarlo en la universidad o las compras
de mayor cuantía había que buscarlas en Granada; la comercialización de
nuestros primeros productos bajo plástico dependieron, durante años, de
los intermediarios murcianos y las decisiones importantes tuvieron -y
tienen todavía- su sede extramuros de nuestros límites geográficos.
Aquí solo habitó el olvido de quienes allí estaban,
la indiferencia de los que aquí vivíamos y la indecencia (y sálvese el
que pueda) de los que aquí decían mandar y nunca levantaron la voz con
la sonoridad (seamos elegantes en la expresión) con la que debían
haberlo hecho; un silencio tan sonoro como los retrasos con que siempre
hemos llegado a las grandes citas como la modernización de las
infraestructuras y los servicios públicos.
Afortunadamente
la llegada de la democracia modificó ese estatus colonial y hoy es
Almería la que puede mirar a sus entornos en un plano de igualdad. Todavía hay una agenda de carencias por satisfacer, pero ya no somos aquella periferia fronteriza alejada de todos y de todo.
Durante
los últimos cuarenta años los almerienses han ido transitando, paso a
paso y sin saberlo quizá, por el camino de la independencia buscando la
tierra prometida que nadie prometió, pero con la que todos los pueblos
sueñan. Almería encontró esa tierra en el desierto y en el despertar
innovador de quienes quisieron romper con la resignación y la
melancolía, tan cercana a nosotros y que tanto daño nos ha hecho.
El
camino ha sido largo y, como en el viaje de a Itaca de Cavafis, lleno
de aventuras, lleno de experiencias, pero con más esperanza que temor a
las dificultades porque, como los cíclopes, los lestrigones y el salvaje
Poseidón del poeta griego, no existen adversidades insalvables “si no
los llevas dentro de tu alma, si no los yergue tu alma ante ti”.
Ahora
lo que hay que hacer es continuar ese camino hacia la independencia
pero recorriéndolo junto a quienes nos rodean. Ni colonia de ultramar
entonces ni isla solitaria ahora. Hagamos unidos la travesía hacia esa
Itaca irrenunciable porque, juntos, llegaremos más lejos. Pero de igual a igual, no dependiendo de nadie. De nadie.
(*) Periodista, director de La Voz de Almería y Cadena Ser.
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