domingo, 5 de mayo de 2024

Las vergüenzas democráticas de Urtasun y su favor al toreo / José Luis Benlloch *



He dejado pasar unas horas tras la patochada de Urtasun con la intención de ganar perspectiva. Sé que es un ventajismo, pero en cualquier caso menor que el suyo que utiliza presupuesto, medios y tiempo público para cuestiones tan particulares como sus gustos y sus intereses más personales. 

Cuarenta y ocho horas después me reafirmo en la valoración inicial. Poca imaginación, pocos argumentos, pocas novedades argumentales, pocos principios, mucho egoísmo, mucha jeta, mucha necesidad, ese es Urtasun en su última, penúltima pirueta agarrado del cargo. 

No me ha inquietado mucho, lo esperaba, el señor ministro ya había amagado y era la bala que se guardaba para su momento (las elecciones en Cataluña, por ejemplo, o el desviar la atención de cuestiones más relevantes, ocultar las responsabilidades, las de la señora del presidente es una de ellas, que favor con favor se paga). 

En la realidad todo el daño que el tal Urtasun nos puede hacer (al mundo del toro) si es que nos ha hecho daño ya lo ha hecho: abolir el premio nacional de tauromaquia no es abolir la tauromaquia (ya quisiera él) pero no tiene mayores competencias, le pasa como a la madre y médico con la sanidad; así que la ocurrencia no tiene mayor valor que el simbólico y el permitir verle sus vergüenzas democráticas por si alguien tenía dudas.

No sé si el revuelo le servirá para sus propósitos, para lo que sí ha servido, y es mucho, es para activar la unidad y el sentido de la defensa de la gente del toro tan habitualmente remisa a defenderse, tan poco dada al activismo y tan individualista a la que se ha sumado un amplio sector de la sociedad asombrada ante tamaña desfachatez, perpetrada bajo el argumento de que los amantes del toreo somos minoría (sin reparar que con ese argumento su partido no existiría) y la manoseada, simplista y poco demostrada idea de la tortura animal, no me resisto a la broma ¡tortura es usted! sin pensar ni razonar que para hablar de tortura debe existir voluntad de torturar y/o exámenes científicos que confirmen sufrimiento; y si digo gente del toro es porque me resisto a llamarle sector taurino, me suena un tanto economicista.

 Al igual que el usar como argumento las apabullantes cifras del impacto económico del toreo en las que van incluidos el número de asistentes a las plazas de toros, por cierto muchos más que votos tuvo el partido del señor Urtasun y no por eso se pide que les prohíban, aunque motivos habría, me resisto porque teniendo gran peso argumental, a las cifras me refiero, incluidas su aportación al ecologismo más sano, el toreo es mucho más.

Es un sentimiento, un lazo con nuestros mayores, un ejemplo de convergencia social (en la plaza convivimos todos, cada cual con sus ideas de la vida y del toreo) es un éxito del civismo (no se necesita control policial en sus acontecimientos, si acaso para frenar los escrache de los urtasunitos), es crisol en el que cada tarde se impone la razón a la fuerza, a riesgo de que surja la tragedia y se pague con la vida, es el lugar donde la verdad se impone al chalaneo, la franqueza a la mentira, el ágora abierta (aquí todos pueden opinar) frente al pensamiento único, por eso fueron dioses diestros tan dispares como José y Juan, Ordóñez y Benítez, Ponce y Tomás, bipartidismos que nos remontan a la mejor época del mapa político español. ¡Qué tiempos! Los que Urtasun y cía se pasan por el arco triunfal o no tan triunfal de sus espurios intereses.

En algún momento pensé que no valía la pena contestarle, que era darle pábulo y regalarle protagonismo, facilitar su minuto de gloria, porque cuándo sino tuvo tantos titulares (¿Cuándo intenta desbaratar El Prado?) pero acabó pegándose un tiro en el pie. 

Y antes de rematar estas cuartillas (qué antiguo, entiéndase pues como archivo de Word) toca recordar que el dichoso premio abolido y ahora multiplicado por toda la piel de toro, lo creó el ínclito Zapatero siendo presidente del gobierno; que ministro de Cultura antes que él y apasionado aficionado fue el comunista Jorge Semprúm, seguramente con un crédito cultural mayor que el suyo, seguramente; que embajador en cuanto agasajaba a los toreros apenas llegaban a Méjico en tiempos del franquismo, fue el socialista Indalecio Prieto; que artista referente del toreo fue el comunista Picasso; que la primera vez que Carrillo volvió a España acudió a una plaza de toros protegido por su peluca; que Tierno fue un firme promotor del toreo desde su alcaldía… pero el evolucionado es él. 

Y ahora, si me permiten el desahogo y sin ánimo de ofender, como dicen en mi tierra ¡es vosté un besil! así, con la e muy abierta. Y gracias por su ocurrencia, ha conseguido reactivar el toreo.

 

(*) Periodista y director de la revista taurina 'Aplausos'

 

 https://www.aplausos.es/las-verguenzas-democraticas-de-urtasun-y-su-favor-al-toreo/

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