viernes, 8 de mayo de 2020

Dos jóvenes matemáticos han esbozado una propuesta de viajes entre 'zonas verdes' europeas para salvar el turismo


MADRID.- Las previsiones del Fondo Monetario Internacional auguran un importante costalazo para los países más dependientes del turismo, como España, Italia o Grecia. Sin embargo, no todo está perdido. 

Una propuesta, elaborada por un matemático español, ofrece una posible solución para salvar la temporada turística, al menos en las regiones más "libres de virus". El texto, publicado en español e inglés por Esade, propone la división de Europa en "zonas verdes o rojas" en función de unos criterios epidemiológicos comunes y estandarizados a nivel europeo para poder establecer una red de "puentes de tráfico" y turistas entre zonas verdes.
Detrás del informe están Miquel Oliu-Barton, profesor de Matemáticas en la Universidad París Dauphine, y Bary Pradelski, profesor de Economía en el Centro Nacional de la Investigación Científica (CNRS, por sus siglas en francés). 
O como el propio Oliu-Barton ejemplifica en entrevista con El Confidencial, un español catalán confinado en un pequeño pueblo francés, y un alemán de Baviera confinado en los Alpes. Ambos son expertos en teoría de juegos, una disciplina entre las matemáticas y la economía, que sigue interacciones estratégicas entre seres humanos.
La propuesta se inspira en las estrategias de desescalada tanto española como francesa, divididas en "fases" a nivel provincial en la primera y siguiendo un código de colores verde-naranja-rojo a nivel de departamentos en la segunda. 
Si este enfoque se ampliara a toda Europa y la zona Schengen, los países podrían decidir el tamaño de las zonas a delimitar (en un país como Suecia, donde no se han impuesto apenas restricciones y ninguna de movimiento entre regiones, se podría catalogar en una sola zona) pero sería un organismo conjunto, como la Unión Europea, quien se encargaría de otorgar la 'etiqueta verde' con base en criterios como los test, la capacidad de los hospitales y la tasa de contagios. 
Esos criterios no dependerán de cada país, sino que serán establecidos por la propia Unión Europea a nivel global. Esta etiqueta permitiría el acceso de viajeros desde otras zonas también verdes, fomentando el turismo intereuropeo. "Cuanto más grande es la zona más difícil será de obtener [la etiqueta verde], pero más beneficios tendrá si lo obtiene", explica Oliu-Barton.
Un ejemplo claro de esos beneficios serían las Baleares o Canarias: si son decretadas zona verde, podrían empezar a recibir turistas de otras zonas verdes europeas como los distintos estados de Alemania o países nórdicos. "Como un árbol, poco a poco las zonas verdes irán creciendo y quedando de manera granular las que no lo son [las rojas]", augura Oliu-Barton.

¿Segunda vida para los aeropuertos fantasma?

Pero, con la mayoría de los focos de la epidemia en las atiborradas capitales europeas como Madrid, París o Londres, es poco probable que obtengan pronto esa 'etiqueta verde', mientras que zonas más periféricas estarían ya cerca. “Desde luego, una zona verde aislada sin aeropuerto no es muy útil, aunque ya es algo”, apunta Oliu-Barton.
En ese sentido, España podría tener una ventaja escondida. Con los centros neurálgicos del transporte de viajeros Madrid y Barcelona bloqueados por unos niveles de coronavirus mucho mayores que otras regiones más periféricas, ya casi en la curva de salida de la epidemia, la descentralización del transporte parece clave para poder rescatar la temporada turística, al menos la de 'sol y playa'. 
Y la decena de aeropuertos, durante años fantasma o redundantes, construidos como setas en muchas de las provincias españolas, permitiría esos puentes aéreos del turismo entre zonas verdes necesarios para que la iniciativa tenga efecto suficiente. 
En España, algunas de las provincias menos afectadas y candidatas a ir avanzando de fase más rápidamente son las dos canarias, las baleares, Murcia y algunas provincias andaluzas como Huelva y Almería. ¿Una ruta Murcia-Copenhague o una Budapest-Faro-Huelva? No sería tan descabellado, aunque los expertos del sector se muestran cautos.
“Tenemos infraestructuras que no tendrían que haberse construido, que han sido infrautilizadas y que ahora por una circunstancia excepcional nos podrían venir bien. Ya las tenemos hechas, ahora podríamos sacarles partido. Sería buscar una rentabilidad donde no la había”, afirma Ofelia Betancor, profesora de Economía aplicada en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y autora, como miembro del Observatorio del Transporte de Fedea, de varios estudios muy críticos sobre la viabilidad de los aeropuertos españoles.
“La idea merece la pena estudiarla porque es una de las pocas maneras, quizá la única, de no echar a perder y sacrificar absolutamente toda la temporada de verano”, explica por su parte Javier Gándara, director general de Easy Jet para España, Portugal y Países Bajos, así como presidente de la Asociación de Líneas Aéreas (ALA).

Una crisis mayor que el 11-S

El gremio de la aviación comercial ahora mismo se enfrenta a la mayor crisis de su historia de mayor calado incluso a la de los atentados del 11 de septiembre, en parte por una eventual aversión social a viajar incluso cuando se levanten las restricciones como la pérdida. Tienen que repensar mecanismos para mantener la distancia física en cabina. Se ha hablado mucho lo de liberar la fila central, algo que muchas compañías rechazan y hablan de convertir los aeropuertos en zonas estériles mediante controles previos y pasaportes serológicos.
“El problema también es cuando empezamos a volar”, remata Gándara, también autor de ‘La revolución de los cielos’. 
“Este sistema, que se lo puede llamar ‘zonas verdes’ o ‘corredores sanitarios’, ya se viene comentando a diferentes niveles y nosotros lo apoyamos”, remata.
Con este plan aplicado a un nivel europeo, para un vecino de Murcia sería más fácil viajar a Copenhague que a la provincia de al lado, si ésta es todavía una zona roja. Y mucho menos a Madrid. Actualmente, con el plan de desconfinamiento del Ejecutivo, no podrán realizar más vuelos “más allá de los servicios mínimos que ofrecen” hasta final de junio, cuando se supere la fase 3. Y eso no incluiría viajes internacionales.
En la propuesta de Esade, los movimientos entre zonas verdes y rojas, incluso dentro de un mismo país, deberían quedar “completamente prohibidos”, para limitar en la medida de lo posible que una zona ya declarada verde, y por tanto segura para el turismo, se termine tornando naranja o roja. 
“Obviamente trabajadores esenciales e imperativos familiares pueden requerir movimiento entre zonas rojas y verdes, pero si es marginal no pasa nada. [Para evitar un brote por este tipo de desplazamientos interprovinciales] se pueden restringir los desplazamientos a casos que han sido testeados, por ejemplo”, apunta Oliu-Barton.
“Hemos visto que la pandemia va a distintos ritmos. [El plan] Nos permitiría recuperar parte del turismo intraeuropeo”, añade por su parte Gándara. Ve la idea más aplicable a lugares como las islas Baleares o Canarias, donde es más fácil crear “espacios estériles” y controlar accesos.

Pocos experimentos

Pero avisa: casi con toda probabilidad, lo que se ponga a funcionar van a ser líneas y ya existentes, “nada de experimentos”. “No sabemos qué billetes vamos a vender en los trayectos que hacemos, como para meternos en más aventuras”, explica Gándara, que no ve tan posible que vayan a surgir nuevas conexiones con aeropuertos de segunda categoría, simplemente el mero hecho de que su región reciba esta hipotética etiqueta.
Antes de la crisis del coronavirus, estos aeropuertos 'de segunda' habían logrado mantener cierto tráfico gracias a las aerolíneas de bajo coste como Ryanair, atraídas por jugosas subvenciones o beneficios que ofrecían los propios gobiernos regionales si trasladaban ahí sus rutas. Pero estas aerolíneas han sido también las más tocadas por la recesión económica del coronavirus.
La propia Unión Europea está planteando que se modifique la norma de referencia aplicada hasta ahora para que puedan entrar en el mercado los estados, en una suerte de 'rescate temporal'.
Betancor explica que el mercado aéreo europeo era un mercado libre y profundamente competitivo salvo contadas excepciones (como las rutas subvencionadas a Canarias), unas excepciones que ahora se van a multiplicar con la “extraordinaria pero necesaria ante la coyuntura” intervención estatal: desde asegurar rutas no rentables pero necesarias para el estado a posibles nacionalizaciones o algunas “más imaginativas, como algunos estados que han comprado tickets a las aerolíneas y luego regalarlos”.
Hipotéticamente, esta intervención estatal podría reforzar la oferta de vuelos en otros aeropuertos menos utilizados frente a Madrid o Barcelona. Otros gobiernos han dado préstamos blandos o subvenciones, estrategia que ya se ha aplicado en Sicilia, donde el gobierno de la isla italiana ha ofrecido descuentos del 50% tanto a los vuelos como en las estancias hoteleras.

Reconvertir al turista

La idea que plantean los autores del estudio también puede resultar interesante para dar un empujón al sector hotelero, que ya trabaja en una reapertura parcial en ciernes. “Es algo que ocurrirá entre grandes medidas de seguridad sanitaria en las próximas semanas”, recuerda Bruno Hallé Boix, codirector de ‘Hospitality Spain’ en la consultora Cushman & Wakefield. Cree que la creación de estas conexiones entre regiones libres de covid-19 puede ayudar a mitigar pérdidas, pero pone el acento en que hay que tener muchas otras cosas en cuenta.
“Esto no se trata solo de que te llegue la gente a la ciudad. Se trata de qué les puedes ofrecer para sacar beneficio incluso funcionando bajo mínimos”, argumenta. 
“Aunque simplemente ofrezcas alojamiento y desayuno, que habrá que dejarlo en una caja en la puerta sin contacto, eso te conlleva un coste de personal de cocina, de restauración, limpieza…”, recuerda. Esto llevará a que algunos hoteles, teniendo en cuenta la ocupación, decidan no abrir. Y otros, como el caso de grupos con varios establecimientos en una misma zona, opten por concentrar los turistas y abrir dos complejos en vez de cuatro.
Sobre aquellos destinos que tiene más oportunidades de recuperar parte de lo perdido en un corto plazo, además de los clásicos de sol y playa, serán aquellos que no sean exclusivamente “dependientes de lo urbano” por las evidentes restricciones y puedan combinarse fácilmente con oferta complementaria, como es tener cerca un entorno natural.
Esa podría ser una de las desventajas claves del plan aplicado en la práctica: el turismo de Madrid y Barcelona es muy distinto al turismo de sol y playa, tanto por el público como por su propio componente económico. 
“La naturaleza de los turistas que vienen a Madrid o a Barcelona es distinta de los que vienen a Benidorm o Almuñécar, y no es fácil hacer intercambios de un sitio a otro porque estamos hablando de tipos de turismos totalmente distintos”, apunta al respecto Emilio González, profesor de Economía de la Universidad Pontificia de Comillas y experto en el mercado turístico español. Es decir, aunque existan las rutas seguras y puentes aéreos a, por ejemplo, Jerez, no sería posible reconvertir todo el turismo que antes prefería zonas urbanas. 
Pero también habrá que tener en cuenta cómo de dañada quede la economía europea no sólo en España, sino también en los tradicionales emisores de turistas. “Aunque a los países del norte les vaya a golpear menos la crisis del coronavirus, también les va a golpear. Alemania, por ejemplo, es dependiente de las exportaciones a China, porque es su primer cliente [fuera de la UE]”, afirma González.
La contracción del PIB estimada para Alemania por el FMI para 2020 es del 6,5 (la de España es del 9,4), y eso “dejará a gente sin empleo o con los conocidos como ‘minijobs’, lo que no les permitirá [de manera tan generalizada] plantearse unas vacaciones fuera del país”.

Otras propuestas europeas

Por el momento, ni las autoridades alemanas lo tienen claro. Si a mediados de abril la presidenta de la Comisión Europea, la germana Ursula von der Leyen advertía a los ciudadanos que “no hicieran planes” para sus vacaciones de verano y el titular de Exteriores del Gobierno de Merkel, Heiko Maas, dejaba caer a sus compatriotas que quizá habría que olvidarse del sol y playa de la costa y las islas españolas para estos meses, a principios de esta semana el comisionado federal de turismo de Alemania, Thomas Bareiss, alentaba a los alemanes con un “todavía no descartaría unas vacaciones en Mallorca”, en declaraciones al medio 'Tages Spiegel'. 
En Francia, con el desconfinamiento todavía sin empezar (el 11 de mayo), el presidente Emmanuel Macron ha sido más cauto. “Es demasiado pronto para decir” si las vacaciones de verano serán posibles, afirmaba este martes, advirtiendo que no tendrá respuesta clara hasta “principios de junio”.
“El problema es que, de entrada, la gente se plantee tener vacaciones en verano”, añade el experto económico, que incide además en otros elementos disuasorios sobre el turismo español, como el miedo generalizado al coronavirus: el 44% de los alemanes afirma que estarán “muy nerviosos” cuando salgan de casa “incluso si se reabren los negocios y se permiten los viajes”, según una reciente encuesta de Ipsos. 
Es, de hecho, la cifra más baja entre los encuestados junto con Italia al 49%. En Reino Unido, el porcentaje sube hasta el 71%, Francia al 63% y España al 67%.
Conscientes de la importancia del sector en varias de las economías europeas, la UE se está movilizando para intentar salvar la temporada turística. Algunos países menos afectados en Europa central y del Este ya han propuesto la idea de “corredores turísticos” con sus vecinos, mientras que la vicepresidenta de la Comisión europea Margrethe Vestager ha incidido en el desarrollo de 'apps' de rastreo de contactos como una forma permitir los viajes este verano. Las 'apps' de rastreo “pueden contribuir a reducir o abolir los controles dentro de las fronteras de la UE y potencialmente levantar las restricciones de entrada en las fronteras exteriores”, ha señalado la comisaria.

"Listo en un mes"

Oliu-Barton se muestra confiado de la viabilidad de la propuesta, pese a la rapidez con la que tendría que ser implementada (la campaña veraniega empieza en poco más de un mes) y la dificultad de coordinar y controlar los criterios y resultados de los más de 30 países de la zona Schengen, cada uno con criterios epidemiológicos distintos y cuentas del coronavirus muy distintas. 
También se trataría de una dificultad de confianza, pues la propia España ha recibido algún que otro toque de atención en cuanto a las cifras ofrecidas de test realizados, mientras que países como Suecia o Países Bajos ni siquiera los realizan de forma generalizada fuera de los hospitales. "La UE debería centralizar de algún modo esos test, o que haya confianza suficiente en las cifras de los países".
Pese a todo, insiste Oliu-Barton, se trataría de un plan “totalmente realista”. 
“No es nada complicado que la Unión Europea, con las capacidades que tiene, ponga en marcha básicamente unos protocolos de test uniformes europeos”, asegura.

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