Ahora parece que nos escandalizamos porque descubrimos que
los de UGT Andalucía hacían facturas falsas de acuerdo con empresas
suministradoras. Ahora nos escandalizamos porque descubrimos que la
Junta montó un sistema de ayudas a sus amigos, a sus empresarios amigos,
con fraudes en ayudas y cursos de formación. Ahora nos enteramos,
cuando en Andalucía se vienen haciendo mil y un fraudes desde que Juan
Guerra, el hermanísimo del vicepresidente, tomaba cafelitos con
empresarios en un despacho de la Delegación de Gobierno que el propio
Tomás Azorín le proporcionó.
Porque en
Andalucía, desde el ochenta y tantos, si, desde hace treinta años, nadie
contrataba con la administración sin pasar antes por caja. Y si
entonces se enviaba en maletines la mordida, en los años de Magdalena
Alvarez la Junta perfeccionó los mecanismos para que todo pareciera
legal.
Recuerdo a un empresario, en Almería, que
había constituido una empresa para dar cursos, había montado las
oficinas, las aulas, y había pedido los consabidos permisos a la
Administración. La licencia nunca llegaba, hasta que se presentaron dos
funcionarios, llegados de Sevilla, para informarle que se desbloquearía
si pagaba en efectivo cierta cantidad, que no era para ellos, sino para
los altos cargos que debían firmar. Vamos, que en Andalucía ninguna
empresa hacia negocio sino pagaba al que firmaba...
También
recuerdo a un empresario que tenía una agencia de publicidad en Almería
que conseguía campañas institucionales de la Junta de Andalucía con
cierta frecuencia. En una ocasión comprobé que llevaba un maletín
repleto de efectivo para entregarlo, en mano, a un intermediario que lo
esperaba en Granada.
Y es que la podredumbre lo
tocaba todo. Otro empresario, este de la construcción, me comentaba que
si encontraban restos arqueológicos y llegaba a oídos de la Junta, le
paraban la obra a cuenta de estudios varios. Y que si pagaba al
arqueólogo designado, pelillos a la mar. Pero si se negaba, podían pasar
años sin que le dieran permiso de continuar con la obra.
Ese
era el panorama general que conocí en Almería mientras dirigía un
diario beligerante con el poder. Desde que Felipe González ganó las
elecciones del 82, la corrupción se institucionalizó oficialmente. Y en
Andalucía parece que no ha cambiado en todos esos años.
(*) Periodista y editor de www.muyconfidencial.com
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