martes, 31 de diciembre de 2024

Ramón Gómez Vivancos (1933-2024), empresario autodidacta almeriense / José María Ballester Esquivias *


Empresario autodidacta, desarrolló negocios en diversos sectores que contribuyeron a potenciar el tejido empresarial de Almería, cuya Cámara de Comercio presidió entre 1979 y 1983

Almeriense de segunda generación -fue su padre, el cartagenero Antonio Gómez Egea quien se afincó en la ciudad andaluza-, Ramón Gómez Vivancos pudo no haber sido un importante empresario de haber carecido de fuerza de voluntad cuando, con 8 años, una lesión en la rodilla desembocó en una osteomielitis. 

Varias intervenciones quirúrgicas, los efectos de una penicilina por entonces novedosa en España y su afán de superación le permitieron, con el paso de del tiempo, recuperar la movilidad en ambas piernas.

Derrochó carácter al empezar a trabajar con 14 años en una céntrica droguería almeriense. Un lustro más tarde ya ejercía como agente de ventas de platós para uvas. 

De allí se metió en un negocio hilandero, a raíz de otra aventura empresarial pobló de pitas cientos de hectáreas en la zona del cabo de Gata, comercializó ácido bórico cuando nadie lo hacía en España y creó el complejo de Bayyana, a partir del cual surgieron los premios culturales homónimos. 

También dirigió un club de fútbol local e impulsó la Escudería Costal del Sol y el Automóvil Club de Almería, plataformas que posibilitaron que por aquellas tierras pasase el Rallye de Montecarlo: en 1972 transcurrió una etapa y, al siguiente, la salida de la legendaria carrera.

El currículum de Gómez Vivancos ya era lo suficiente abultado en 1979, fecha en que, una vez recuperada la democracia, se celebraron las primeras elecciones a la Cámara de Comercio tanto en Almería como en el resto de España. 

Encabezó la lista vencedora en su ciudad natal. Desde esa poderosa atalaya, tuvo la idea de organizar la primera exposición comercial agrícola de Almería, cuya primera edición se celebró en 1980 en el Puerto de Almería, y organizó dos misiones comerciales a Europa y Oriente Medio para promocionar las hortalizas almerienses. 

También defendió ante el Ministerio de Comercio la libre exportación para los productos horto-frutícolas almerienses, en un momento en el que se fijaban cupos semanales. Tampoco se olvidó del resto de la provincia: no escatimó esfuerzos para que Roquetas de Mar tuviese su Palacio de Congresos. Una lista de logros que no es exhaustiva.

Nació el 2 de agosto de 1933 en Almería, donde falleció el 27 de diciembre de 2024

 

(*) Periodista 

 

https://www.eldebate.com/obituarios/20241230/ramon-gomez-vivancos-polifacetico-empresario-almeriense_257045.html

 

Otros obituarios sobre Ramón

Diario de Almería

El empresario almeriense Ramón Gómez Vivancos ha fallecido este viernes a los 91 años. A sus espaldas deja un prolífico legado y una trayectoria que desplegó desde bien joven y que guarda en su haber hitos como la apertura de una fábrica de hilos cuando tan solo contaba con 25 primaveras. 

Este logro del precoz empresario fue la semilla de lo que a la postre sería su gran obra: Gómez Vivancos dio forma a lo que hoy es sin duda uno de los paisajes más característicos de la provincia: las miles de hectáreas de pitas que bañan el Cabo de Gata y la provincia.

Nacido en la capital en el año 1933, Ramón asiste a una escuela vecina y desde los ocho años recibe clases particulares en el propio domicilio, en el que se encuentra prácticamente imposibilitado. Jugando al fútbol se produce (1941) una pequeña herida en la rodilla que deriva en dolorosa e invalidante osteomielitis, agravada por la carencia de antibióticos. 

El proceso se cronificó y durante dos lustros sufrió siete intervenciones quirúrgicas en clínicas y hospitales de Almería, Madrid y Barcelona (en régimen privado). 

Gracias a una cirugía afortunada del Dr. Manuel Bastos -antiguo general de Sanidad del Ejecito republicano- logró superar totalmente la enfermedad y recobrar la movilidad perdida de sus piernas. Ramón fue, finalmente, de los primeros afortunados almerienses en recibir un tratamiento con penicilina, el salvador invento del Dr. Fleming. Esta etapa de frustración y sufrimiento forjó sin duda su futuro carácter independiente, tenaz y refractario a los contratiempos.

 Con 14 años ingresó en droguería La Mezquita, de José Hernández (rambla de Alfareros, esquina a Espronceda y vecino por tanto del torero Juan Luis de la Rosa). Alternando el mostrador comenzó su carrera de agente comercial con firmas nacionales y foráneas. Esto le permitió siendo un mozalbete viajar hasta Marruecos ofertando distintos catálogos de pinturas, cuerdas o redes para barcos. 

A los 18 años adquirió su primer coche, con el que recorrió toda la costa andaluza, de Adra a Ayamonte. A título de curiosidad digamos que entre sus clientes más importantes tuvo (en Cádiz) a Ramón de Carranza y en Ceuta a Paco Vallecillo, factótum del Arte flamenco y amigo íntimo de Antonio Mairena. 

Dada su afición futbolística y visión comercial, en los años cincuenta funda un modesto club con el nombre del analgésico "Unidor", casa que le proporciona equipaciones a cambio de llevar su propaganda en las camisetas. 

Posteriormente Ramón dirigiría un clásico del fútbol local ya desaparecido: el C.D. Alborán. Esta juvenil vocación culminó (1971) en la dirección de la Junta de Educación y Deportes, no llegando a ocupar la Delegación Provincial por su demostrada falta de entusiasmo hacia el Movimiento franquista. 

En cualquier caso le dio tiempo, junto a su amigo Fernando Lanzaco -anterior Delegado- a organizar la 1ª Gala del Deporte almeriense en el Cortijo Fischer. Actualmente su hijo Ramón prosigue su afición como columnista deportivo en este Diario. Su perspicacia innata y dinamismo le condujeron a logros empresariales notables, mientras que su capacidad comunicativa y don de gentes coadyuvaron a granjearse simpatías personales e integrarse en el tejido social almeriense. 

En la primera iniciativa societaria le acompaña su hermano Cayetano, propietario de Talleres Martinete: Comercial Govi, S.L. dedicada a la fabricación y comercialización de poleas ("haladores") para la recogida e izado a bordo de las artes de pesca de cerco y arrastre. 

Sabedores de tal innovación extranjera, ambos se desplazaron a Noruega donde adquirieron dos maquinarias; en el local del Martinete perfeccionaron el motor hidráulico -distinto material lo importaban de Inglaterra-, lo patentaron y distribuyeron con pingües beneficios por España entera, norte de África y Europa. Más tarde Ramón formaría sociedad con Diego Villegas, antiguo amigo de su padre.

En una visita a Portugal conoció al mayor y más acreditado fabricante de cuerdas y redes vegetales de la Península. Utilizaba pitacos de excelente calidad procedentes de Mozambique y Ramón pensó en hacer otro tanto con el sisal que en la década de los cincuenta plantaron en el hoy Parque Natural de Cabo de Gata, aunque sin el desarrollo necesario por falta de humedad. 

No obstante, con 25 años se aventuró a poner en marcha (Calzada de Castro) la Hiladora Mecánica Almeriense, dedicada a la fabricación de cordelería similar a la lusa, manteniendo el negocio hasta la aparición de las fibras sintéticas japonesas. Vendió la maquinaria y en el mismo local domicilió Unión de Comercio Exterior, S.L., añadiendo a su actividad en el gremio pesquero la exportación de uvas y naranjas.

De sus contactos comerciales con Estados Unidos surge la oportunidad de negocio en un campo inédito: importación de ácido bórico, litio y bórax de la marca "Los 3 Elefantes" para su venta en exclusiva en España, con la competencia de un catalán propietario de otra franquicia. El bórax tenía aplicación industrial en el endurecimiento de superficies de cerámica, material de baño y de cocinas. 

Un hito fundamental en la carrera profesional y humana de Gómez Vivancos es la llegada a la presidencia de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación, cargo que ostentaría de enero de 1979 a 1983. Tras la desaparición de los Sindicatos Verticales franquistas se presentó a las primeras elecciones encabezando una candidatura independiente, opuesta a otras dos oficialistas, y las ganó.

 Pese a sus evidentes logros al frente de la institución (Expo Agro, Expo Energía, misiones comerciales al extranjero) era el precio a pagar por su independencia del político de turno o el de "determinados empresarios almerienses de toda la vida". 

En 1983 obtuvo en cambio el honor de ser nombrado por el rey Gustavo de Suecia cónsul en Almería del país nórdico. Prácticamente un lustro dirigió la legación consular con bandera y oficina abierta en la calle Aráez Pacheco, esquina a Rafael Alberti.  

Las reacciones al fallecimiento de Gómez Vivancos no se han hecho de rogar y la Cámara de Comercio de Almería que él mismo presidió ha lamentado, a través de sus redes sociales, el deceso del empresario almeriense, ensalzando su carácter "emprendedor" y su "polifacética" labor como "impulsor de grandes iniciativas que han sido referentes en la actividad cameral como la Expo Agro o Expo Energías". 

 

La Voz de Almería 

Ayer nos dejó, a los 91 años de edad, el polifacético empresario almeriense Ramón Gómez Vivancos. Cualquiera necesitaría dos vidas para poder hacer todo lo que Ramón Gómez Vivancos hizo en sus 91 años de existencia. Este empresario almeriense no tuvo un día de descanso desde que era niño.

Su mente fue un volcán en erupción permanente: siempre inventando nuevos retos, abriendo caminos a través de la imaginación para mejorar y crear progreso. Su lucha personal tuvo un objetivo común: Almería. Muchos de sus esfuerzos, de su tiempo gastado, no tuvieron más beneficio que la satisfacción de estar haciendo algo por la ciudad donde nació. 

Estuvo durante más 20 años desempeñando cargos honoríficos sin cobrar una peseta y a veces hasta tuvo que poner dinero de su bolsillo. Pero lo hizo con gusto porque contribuyó a escribir algunas páginas importantes en la historia reciente de esta tierra.

Hijo de un mecánico de Cartagena que llegó a Almería en los años treinta para trabajar en la instalación de la fábrica de hielo, Ramón Gómez Vivancos vivió una infancia marcada por la posguerra y una grave enfermedad que lo tuvo flirteando con la muerte hasta la adolescencia. Con nueve años se hizo una herida jugando al fútbol que le causó una infección en la sangre y tuvo que pasar tres veces por el quirófano. 

La osteomielitis fue también clave en la configuración de su personalidad. No pudo ir al colegio de forma regular, ni jugar en la calle como los niños de su edad. La posibilidad de morir joven contribuyó a forjar ese espíritu de luchador, de corredor de fondo que demostró a lo largo de su vida.

 Con catorce años empezó a trabajar en una tienda de comestibles de la calle Restoy y posteriormente en la droguería La Mezquita, en la Rambla Alfareros. Aquí conoció a una persona que fue muy importante en su vida. Era el dueño, José Hernández López, un hombre culto que le ayudó a dar los primeros pasos en el mundo laboral y le sirvió de maestro, ya que le enseñó a escribir y a redactar correctamente.

Como su padre mantenía una estrecha relación con el mundo de la pesca, Ramón Gómez Vivancos aprovechó los contactos para hacerse vendedor de redes, cuerdas y motores de barcos. Traía cables de acero importados de Inglaterra, cuerda de Portugal y se iba por el litoral hasta Cádiz vendiendo. Su espíritu emprendedor le llevó a embarcarse en proyectos que en aquellos tiempos rozaban la locura. A nadie nada más que a él se le hubiera ocurrido ponerse a vender ácido bórico por toda Andalucía o a plantar un campo de pitas por las estepas del Toyo. 

Esta idea se le ocurrió con un socio portugués en 1959. Entonces en España se importaba la cuerda que se obtenía de las plantaciones de pitas de Mozambique y pensó que por qué no podía hacerlo aquí. Se puso manos a la obra y con la colaboración del Ministerio de Agricultura plantaron cientos de hectáreas con pitas. El negocio fue redondo. No pudieron sacar ni un gramo de cuerda porque las pitas no crecieron por carecer de la humedad suficiente.

La necesidad de buscar motivaciones distintas y de encontrar el negocio de su vida le llevó a montar en la carretera de Aguadulce el complejo Bayyana. Puso una gasolinera, una discoteca que fue punto de referencia de la juventud almeriense en los años setenta y un restaurante. Bayyana le permitió entrar en contacto con el mundillo del automóvil, fundamental en su vida durante aquella década.

Fue uno de los fundadores de la Escudería Costa del Sol y el Automóvil Club de Almería, organizando los primeros Rallyes Costa del Sol que fueron retransmitidos en directo por Televisión Española, con lo que aquello representó para la imagen de la ciudad. 

Cuando estos proyectos se le quedaron pequeños, intentó el más difícil todavía, algo así como un doble salto mortal sin red, traer a Almería una prueba de prestigio mundial como el Rallye de Montecarlo. Un día vio por televisión que en la salida, que se hacía desde Lisboa, había muy poca gente. Se le ocurrió escribir una carta a Mónaco, al director del Rallye, diciéndole que Almería, por su clima, podría ser el lugar idóneo para que la prueba pasara por aquí. A los tres meses le dijeron que aceptaban su propuesta. En 1972 Almería acogió una etapa y un año después la salida.

Ramón Gómez Vivancos tuvo también sus escarceos con la cultura. Se rodeó de gente preparada, de eruditos como el abogado Juan José Pérez Gómez, Jesús de Perceval, Manuel del Águila, Bartolomé Marín y el arquitecto Ángel Jaramillo para establecer los premios Bayyana, que reconocían a los almerienses del año.

La necesidad de ser independiente, de mantenerse al margen de los partidos políticos y sus redes, le cerró muchas puertas durante la Transición. A pesar de ello, el prestigio que se había ganado en la ciudad, sobre todo entre los empresarios, le abrió las puertas de la Cámara de Comercio, donde estuvo cuatro años. Durante su mandato dirigió las primeras misiones comerciales de productos hortofrutícolas al extranjero y tuvo la brillante idea de organizar la primera Expo-Agro.

Antes de regresar al anonimato como un empresario más de la ciudad, Ramón Gómez Vivancos viajó por Europa gracias a su cargo de Cónsul de Suecia. Sus años de lucha sin tregua, ocupando siempre las primeras líneas de fuego de la sociedad almeriense, las grandes iniciativas que tuvo, que le dieron vida y nombre a la ciudad y a su economía, no fueron nunca suficientemente reconocidas en su querida ciudad.

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