domingo, 17 de abril de 2022

Le Pen mete el totalitarismo pandémico en las presidenciales francesas

 


PARÍS.- El totalitarismo pandémico ha estado totalmente ausente en la primera vuelta de las elecciones francesas. Ocultado bajo otros problemas graves como la pérdida de poder adquisitivo de los franceses o el recurrente y decisivo de la inmigración, pero la tiranía de Macron puesta en marcha con los confinamientos y las timo vacunas no ha recibido ninguna mención de los 12 candidatos. 

A pesar de que en Francia la marioneta y el niño bonito del globalismo ha llegado tan lejos como el que más, hasta llegar a prohibir comprar alimentos en las grandes superficies a los no vacunados, poner en marcha el pasaporte covid en todas las esferas de la vida y hacer perder el trabajo al personal sanitario -médicos y enfermeras- que han optado por proteger su salud y no participar en el genocidio que está cada vez más claro: cerca de 15.000. 

No han merecido ni una sola mención, consecuencia de que los partidos, y el RN de Marine Le Pen, entre ellos, han apoyado o se han puesto de perfil, lo que llevó a un prepotente Macron amenazar con “enmerder” la vida de los no vacunados: enmerdar, hacer la vida imposible, joder.

Y este silencio atronador se ha mantenido a pesar de que la resistencia francesa ha sido especialmente arisca, bizarra y nutrida, con manifestaciones todos los sábados en las principales capitales francesas y manifestaciones de más de 100.000 asistentes en París y una marcha de vehículos que tomó los Campos Eliseos. Sin embargo, parecía que los purasangres franceses se iban a quedar sin voz, y la verdad es que eso sucedió en la primera vuelta.

Pero de cara a la segunda, y como uno de los síntomas de que se ha iniciado la contraofensiva, que la iniciaron con tanto honor y arrojo los camioneros franceses, ha saltado la sorpresa de que la candidata Marine Le Pen ha metido el totalitarismo macroniano con todos los honores en su mitin de Avignon prometiendo recuperar todos sus puestos de trabajo al personal sanitario expulsado por Macron, y devolverles los sueldos injustamente robados, poniendo en peligro la supervivencia de muchas familias de clase media.

Esta irrupción en la campaña se produce cuando se trata de reforzar el “frente republicano”, todos contra la extrema derecha, en el que tan cómodo se siente Macron. y cuando las encuestas le auguran un despegue de su rival, ayuda del sistema que tiene en los sondeos una de sus armas. 

El compromiso de Marine Le Pen tiene el interés de ir contra corriente, de buscar ese voto que no sólo es de los quince mil afectados y sus familias, sino que concita el apoyo de todos los purasangres, como Sophie, enfermera, que resalta que “hemos estados huérfanos y olvidados en la primera vuelta, y muchos nos hemos abstenido, yo entre ellos, pero ahora se nos ha insuflado la esperanza y voy a votar por Marine Le Pen, contra Macron”. 

Este votar contra Macron está presente en muchos como Gaston, médico de Marsella, que promete “enmerder la segunda vuelta a Macron”.

Marine Le Pen quizás ante la desesperación de lo que se aventura como una segura derrota ante Macron ha buscado el salvavidas de los purasangres, un factor que hasta Avignon no se había tenido en cuenta.

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