Pasar de tener todos los focos de la televisión, la radio y la prensa
a no tener ninguno es un trance nada fácil para cualquier personaje
público, sin duda mucho más para un político que ha gozado de todos los
parabienes durante muchos años desde que de la mano de las cadenas
privadas de televisión fue situado en la más alta de las cimas.
Y si el
ostracismo sufrido no solo es en los medios de comunicación, sino
también por parte de aquellos que le encumbraron a un cielo inexistente,
el camino a recorrer, en estas condiciones, debe ser, si uno tiene un
ego inabarcable, aún más amargo.
"Después de Dios, estoy yo", dijo un
día el ex entrenador del Real Madrid José Mourinho y actualmente coach del equipo inglés Manchester United. Una frase que bien podría hacer suya Albert Rivera, ya que le cae como anillo al dedo.
El fundador y expresidente de Cuidadanos ha dado este lunes rienda
suelta a su arrogancia y ha convocado una conferencia de prensa para
explicar su reinserción laboral como abogado después de
sus años como político.
La dependencia del minuto de gloria en
televisión puede llegar a ser una auténtica necesidad una vez te
acostumbras a verte siempre en la pequeña pantalla. Rivera, apartado de
la primera línea política tras su debacle electoral, se ha presentado
como presidente ejecutivo del bufete malagueño Martínez-Echevarría, número uno en Andalucía y 17 del ranking de Expansión en
España, y que cuenta con sede en Madrid y también en varias ciudades
europeas de Portugal, Turquía, Bulgaria y Rumanía.
Debe ser el primer
caso de un político relevante que se reinserta en la vida laboral y que
convoca un acto para explicarlo a la opinión pública, dar las gracias y,
de paso, presentar fuera de Andalucía el despacho que, en 2018, facturó
alrededor de 17 millones de euros.
Lo máximo que habíamos visto eran unas pocas fotografías de Mariano
Rajoy dejando la presidencia del Gobierno y reincorporándose a su plaza
como registrador de la propiedad en Santa Pola, de expolíticos abriendo
su propio despacho de una manera mucho más discreta, como sería el caso
de Miquel Roca, o bien algún comunicado de exministros anunciando su
retorno al bufete en el que habían trabajado antes de dar el salto a la
cosa pública.
También, y en eso se salva Rivera, utilizando las puertas
giratorias para estar presente en alguno de los consejos de
administración o como asesor lobbista en empresas que siempre reservan
algún sitio por favores del pasado, como fue el caso de los
expresidentes Felipe González y José María Aznar: aquí la lista y los
codazos serían interminables desde numerosos exdirigentes del PP y del
PSOE, pasando por algún que otro nacionalista catalán y vasco. Los
próximos serán de la órbita de Podemos.
Pero bueno, bienvenido sea Rivera al curro diario, porque,
seguramente, lo que es trabajo no le va a faltar. Las agendas también
sirven para esto.
(*) Periodista y director de El Nacional
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