El rey no habla. El rey escucha. No es un mediador que
pueda intervenir para intentar que quienes son los protagonistas
políticos del proceso de investidura se pongan de acuerdo. La pretensión
de Pablo Iglesias de que el rey, tras oírlo a él, intente convencer a
Pedro Sánchez de que acepte formar Gobierno en los términos propuestos
por Unidas Podemos es política y constitucionalmente disparatada.
Es una
expresión de hasta qué punto la ansiedad con que está viviendo la
investidura, a la que me refería hace unos días desde otra perspectiva,
le está nublando el cerebro. Ni al partido más inequívocamente
dinástico se le ocurriría reconocer al rey la facultad que Pablo
Iglesias le atribuye.
El rey tiene que limitarse a
escuchar y, una vez finalizadas todas las audiencias, tiene que hacer
una propuesta a través de la presidenta del Congreso de los Diputados,
que es la autoridad que refrenda el acto del monarca. En mi opinión, el
rey no debe informar a ninguno de los líderes a los que recibe en el
trámite de audiencia de cuál va a ser la propuesta que hará llegar a la
presidenta del Congreso de los Diputados. El rey no "invita" a ningún
líder político a ser candidato a la investidura.
En consecuencia, nadie
puede "declinar" la invitación, como hizo Mariano Rajoy tras las
elecciones de diciembre de 2015. El rey "propone" y el candidato
propuesto es informado por la presidenta del Congreso de los Diputados, a
fin de que, en ese momento, decida si acepta o no acudir al Pleno del
Congreso de los Diputados para el debate de investidura. El interlocutor
del candidato propuesto por el rey es la presidenta del Congreso. Es a
ella a la que el candidato propuesto tiene que responder si acepta o no
el encargo del rey.
La propuesta del candidato por el rey y la aceptación o
no de la misma no es un acto privado, sino un acto público y solemne.
Entre el primero y el segundo se interpone la presidenta del Congreso de
los Diputados, que es constitucionalmente la figura decisiva. Cuando el
proceso de investidura no es problemático, como ocurrió con todos los
que tuvieron lugar en el reinado de Juan Carlos I, este carácter público
y solemne del acto pasa desapercibido para la opinión pública. Cuando
es problemático, ocurre todo lo contrario. En el acto tiene que hacerse
visible que se respeta escrupulosamente lo que la Constitución dispone.
Y
respetar la Constitución exige que el rey no admita siquiera que Pablo
Iglesias le solicite su intervención en los términos que ha hecho
públicos a través de la televisión. Debería interrumpirlo en el supuesto
de que lo intentara. Pero el rey tampoco tiene por qué aceptar la
negativa de Pedro Sánchez a ser propuesto como candidato. El líder
socialista podrá informar al rey de que no cree que vaya a disponer de
la mayoría necesaria para la investidura, pero nada más. La decisión de
ser o no candidato no es suya. Es del rey con el refrendo de la
presidenta del Congreso.
El rey puede hacer que cada
palo aguante su vela. En mi opinión, no solo puede, sino que debe
hacerlo. Puede proponer a Pedro Sánchez como candidato y obligarlo a
optar entre acudir al debate de investidura en el pleno del Congreso de
los Diputados o negarse a hacerlo. Es lo que debió hacer con Mariano
Rajoy en 2016. No es lo mismo declinar privadamente una invitación del
rey que rechazar públicamente una propuesta del monarca, tramitada a
través de la presidenta del Congreso. Será el rey, con el refrendo de la
presidenta del Congreso, el que tendrá que decidir qué es lo más
conveniente para el país.
Con su propuesta de Pedro
Sánchez, el rey obligaría a Pablo Iglesias y Unidas Podemos a tener que
decir no o abstenerse en una investidura, tras un debate en el pleno del
Congreso de los Diputados. No en una rueda de prensa o en un programa
de televisión, sino en el lugar institucionalizado de residenciación de
la soberanía popular.
¿Se atrevería Pedro Sánchez,
tras recibir la notificación de su propuesta como candidato de manos de
la presidenta del Congreso, a negarse a acudir al debate de investidura?
¿Podría a continuación acudir a los ciudadanos para pedirles el voto
para intentar formar Gobierno? ¿Se atrevería Unidas Podemos a volver a
abstenerse en la votación de investidura de un candidato socialista en
el pleno del Congreso? ¿Con qué credibilidad se dirigiría a continuación
a los ciudadanos para solicitar su voto?
La
investidura no es un juego. Es el acto complementario de la celebración
de las elecciones generales. El rey no puede hacer nada para imponer un
resultado, pero sí puede situar a los protagonistas políticos del
proceso ante su responsabilidad y hacerlo de manera pública y
transparente. No es ante mí ante quien tienen que responder. Es ante los
ciudadanos que los han elegido. Ustedes sabrán lo que hacen.
(*) Catedrático de Derecho Constitucional
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