miércoles, 8 de mayo de 2019

El pulso China-EE.UU. retrasa el cambio monetario / Guillermo Herrera *

Tenemos una idea demasiado tradicional de lo que es una guerra mundial, pero en un mundo en donde la economía lo es todo y lo mueve todo, una guerra comercial entre dos potencias como China y Estados Unidos nos puede hacer mucho daño a todos, aunque no haya sangre. Los bombardeos apenas han comenzado, pero la guerra ya ha sido declarada.

Las medidas proteccionistas tomadas por los gobiernos de Donald Trump y Xi Jinping podrían desatar una reacción en cadena de consecuencias imprevisibles. Es un conflicto que tiene en vilo a la economía mundial.

A pesar de todo el Presidente Trump siente debilidad por los líderes autoritarios y ha expresado sus simpatías por Xi Jinping, de quien elogió su decisión de perpetuarse en el poder mediante una reforma constitucional.

DAÑOS COLATERALES
En las peleas entre elefantes, la que más sufre es la hierba que hay debajo de ellos, por lo que las víctimas colaterales que nos perjudicamos con esta guerra somos el resto de los países del mundo, ya que las medidas proteccionistas entre ambas potencias pueden desatar una reacción en cadena de consecuencias imprevisibles, y retrasar reinicio del sistema financiero cuántico QFS del que tanto hemos hablado.

Esto es un desastre como el de las Torres Gemelas aunque no sean tan espectacular. La Bolsa se resiente, y las industrias afectadas en cada lado del Pacífico contienen el aliento, aunque las consecuencias del enfrentamiento de las dos mayores economías del mundo son globales.

Un conflicto de alto nivel parece lejano por ahora, y esto se debe a que China viene respondiendo con cierta cautela siguiendo la típica prudencia china de Confucio. La verdadera amenaza sería que se decidiera a actuar con fuerza, lo cual podría desatar un efecto dominó.

Que no se llegue al punto de una guerra de aranceles a escala mundial, no significa que las tensiones comerciales que se están registrando sean inocuas. Por el contrario, las consecuencias de que continúen el ruido, las acusaciones y algunas medidas aisladas pueden ser muy negativas.

Hace unas semanas, en su giro proteccionista, el Presidente Trump llegó a anunciar aranceles al acero de socios como la Unión Europa, Canadá y Méjico, aunque luego los eximió. Como represalia, la Unión Europea, por ejemplo, estaba dispuesta a imponer aranceles sobre las motocicletas Harley-Davidson, el whisky Bourbon y los pantalones vaqueros Levi’s.

GUERRA COMERCIAL
Una guerra comercial es un posible resultado del proteccionismo. Describe una situación en la que los países toman represalias contra un país que impone barreras comerciales como aranceles y cuotas de importación. Esto podría dar inicio a una cadena de respuestas de “ojo por ojo, diente por diente” que aumentan las tensiones mundiales. Pero el problema del “ojo por ojo” es que al final todos nos quedamos tuertos.

La guerra económica entre China y Estados Unidos es un conflicto comercial iniciado en marzo de 2018, después de un anuncio realizado por el Presidente Trump, consistente en la intención de imponer aranceles de 50.000 millones de dólares a 1.300 productos chinos, argumentando un supuesto historial de prácticas desleales de comercio y de robo de la propiedad intelectual.

El objetivo es proteger a la industria nacional apoyando a los fabricantes estadounidenses de acero y aluminio. La esperanza es que a medida que el acero y el aluminio de otros países se vuelven más caros, debido a los nuevos impuestos, más empresas recurrirán a los fabricantes estadounidenses de acero y aluminio para satisfacer la demanda.

En represalia, el gobierno de la República Popular China impuso aranceles a más de 128 productos estadounidenses, incluyendo en particular la soja, una de las principales exportaciones de Estados Unidos a China.

Un arancel es un impuesto o tributo que el gobierno asigna a una clase de bienes importados (los aranceles sobre las exportaciones son muy raros). En teoría, esto hace que los productos extranjeros sean más caros y, por lo tanto, menos deseables para los consumidores, impulsando a los fabricantes nacionales del producto, que no tienen que pagar el impuesto.

EE.UU. es el segundo mayor exportador del mundo pero su déficit comercial alcanzó los 556.000 millones de dólares en 2017, el máximo desde 2008. China está detrás del grueso de este desfase, con 375.200 millones, y aprovecha unas reglas de juego que Washington no ve justas.

GUERRA PERDIDA
No estamos en una guerra comercial con China; esa guerra se perdió hace muchos años por las personas tontas o incompetentes que representaban a EE.UU.”, dijo Trump en Twitter. “Ahora tenemos un déficit comercial de 500.000 millones al año, con robo de propiedad intelectual de 300.000 millones. ¡No podemos permitir que continúe!”, agregó.

China es un enemigo económico y se aprovechó de nosotros como nadie en la historia. Es el mayor ladrón del mundo. Se llevó nuestros empleos,” decía Donald Trump en una entrevista con “Good Morning America”, el 3 de noviembre de 2015.

Por su parte, el portavoz del Ministerio de Exteriores Chino, Geng Shuang dijo que ningún intento de poner a China de rodillas a través de amenazas e intimidación nunca ha tenido éxito en la historia, y tampoco lo tendrá en esta ocasión”. China, dijo, está dispuesta a dialogar en materia comercial, “pero la oportunidad de consultas y negociación ha sido omitida por EE.UU. una y otra vez.”

Si China toma represalias, podría centrarse en la electrónica de consumo, lo que perjudicaría a Apple, o a los semiconductores, lo que a su vez perjudicaría a los fabricantes de chips estadounidenses como Qualcomm e Intel.

SIGNOS DE ESPERANZA
Mientras las autoridades estadounidenses acusan a China de obligar a las empresas a transferir sus tecnologías, las empresas del país norteamericano desean seguir cooperando con China y el crecimiento de sus inversiones comprueba esta suposición. El viceministro de comercio de China, Wang Shouwen, comunicó que la afluencia de capital en China procedente de EE.UU. aumentó un 65% en el primer trimestre del 2019.

Varias fuentes cercanas a las negociaciones, confirmaron a los medios occidentales de que las partes alcanzaron un gran progreso en la resolución de casi todos los problemas. EE.UU. ha suavizado la demanda de que China reduzca los subsidios industriales, como condición para lograr un acuerdo comercial, después de una fuerte resistencia de Pekín. EE.UU. suaviza su posición para no dejar que las negociaciones lleguen a un callejón sin salida.

Actualmente, en un ambiente de concesiones mutuas, está cada vez más claro el futuro del acuerdo. Además, hay avances en otro tema controvertido de las negociaciones comerciales: la creación de un mecanismo para vigilar la implementación de los acuerdos.

INVERSIONES
Distintas empresas extranjeras están listas para invertir sus recursos en China. El fabricante alemán de automóviles BMW lanzó la producción de la versión eléctrica del todo terreno X3.

La empresa surcoreana LG planea invertir más de mil millones de dólares en China para ampliar en 2020 dos plantas especializadas en la producción de acumuladores para vehículos eléctricos.

La empresa estadounidense Tesla espera completar la construcción de su planta en Shanghai en tres o cuatro meses, mientras que la petrolera ExxonMobil firmó un contrato que prevé organizar suministros de gas natural licuado por un plazo de veinte años. Esperemos por lo tanto que los empresarios arreglen lo que no son capaces de arreglar los políticos.


(*) Periodista



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