Pues
creo que Joaquín Torra, ese presidente nazi que sufrimos en la tierra
de mi madre, debe tener razón. Los españoles tenemos una tara en el ADN
que nos hace diferentes. Así que este charnego, hijo de una gerundense y
de un almeriense mezclado con valencianos, tiene algo en su ADN que le
viene jugando malas pasadas a lo largo de toda su vida. Por lo menos en
lo que se refiere a su vocación de periodista.
Desde que hacía prácticas
en La Voz de Almería se las tuvo que ver con el entonces gobernador
civil porque le molestaba que, cada vez que se encontraba en el diario
del Movimiento Nacional una información incómoda, iba firmada por
Joaquín Abad. Así que cada dos por tres la policía visitaba mi domicilio
para indicarme que estaba invitado a seguirles hasta el palacio de la
calle Arapiles, donde un señor con bigotito me echaba la bronca en plan
cuartelero, amenazas incluidas, que yo me pasaba por el forro porque
tenía veinte algo años y entonces era un rebelde que no me controlaba ni
mi padre...
En
mi recorrido por los diferentes medios donde escribía, a sueldo, claro,
siempre me acompañó la polémica. En Santa Cruz de Tenerife chocaron dos
Jumbos y con más de quinientas víctimas calcinadas sobre las pistas del
aeropuerto publiqué un amplio reportaje en la revista Personas con el
titular: “Los Rodeos, el aeropuerto de la Muerte”, que me valió que los
de La Laguna me nombraran ciudadano non grato...
Luego trabajando en El
Alcázar doy con una conocida madame del Hotel Palace, amante del
entonces ministro Pío Cabanillas, implicada en el asesinato de una
acaudalada y guapa mejicana. Y para colmo, el 23-F me pilla en la
tribuna de prensa del Congreso, y esa noche la paso recorriendo
pasillos, mientras Tejero se niega a que Armada entre en el hemiciclo
para proclamarse presidente, con la complicidad de muchos de los
políticos que momentos antes se escondían bajo sus asientos.
Antonio
Tejero reclamó a un informador para que difundiera el manifiesto de los
golpistas y el único periodista que quedaba en el palacio era un
servidor...
Ya
como director de La Crónica en Almería fue la hostia, con perdón.
Empezamos con la noticia de un robo de armas en el propio cuartel de la
Guardia Civil que un chorizo nos dio en exclusiva. Los primeros
inmigrantes africanos, negros como el tizón, que fotografiamos en los
invernaderos de El Ejido, y que un sagaz periodista de La Voz de
Almería, Pedro Manuel de la Cruz, le dijo al gobernador civil, Tomás
Azorín, que la noticia y las fotos podían ser un montaje de La Crónica
para vender más periódicos.
Luego el PSOE lo premió dándole la dirección
del diario que le regaló Javier de la Rosa a cambio de información
privilegiada por parte del aparato socialista andaluz. Otro tema,
fotocopia del cheque del banco Garriga Nogués de 60 millones a nombre
del secretario general socialista, que sólo publicó La Crónica, claro.
Luego tuvimos la exclusiva de la detención de un subcomisario cuando
llevaba dos kilos de coca que un traficante afincado en Andorra le había
proporcionado para su distribución en Almería, con declaraciones del
propio traficante.
La
guinda fue el llamado “Caso Asensio”, donde el asesinato por la
espalda, a tiros, en pleno centro de la ciudad, inició una guerra sin
cuartel entre el jefe de una banda mafiosa, dueño de la totalidad de las
salas cinematográficas, y el diario que dirigía, que sufrió atentados
de todo tipo, mientras los medios informativos de la competencia le
hacían la ola al capo.
En mayo presenté, en la librería Picasso, el
ensayo histórico “Descubriendo a Juan Asensio”, donde diseccionaba
documentalmente las dos décadas de plomo sufridas por Almería hasta la
muerte del mafioso. Un millar de libros se pusieron a la venta
repartiéndose por librerías y kioscos. La distribuidora se ha
sorprendido porque algunos quiosqueros devolvieron los libros sin
atreverse a ponerlos a la venta. Aún tenían miedo a la banda de Asensio,
desmontada por el juez Garzón a comienzos de los noventa.
Desde
hace una semana la novela El Andorrano, donde un almeriense durante la
guerra civil huye de Abrucena y acaba en Andorra donde, en compañía de
otros pastores, pasa a refugiados por los Pirineos, y se hace el hombre
más rico del Principado quedándose con las fortunas de algunos judíos
que abandonaba en la nieve, está en el top de ventas. Las librerías de
ese país no paran de hacer pedidos a cientos porque sus ejemplares se
agotan nada más ponerlos a la venta.
La
verdad es que cuando escribí “El Andorrano” creí que, como el personaje
era de mi tierra, de Almería, su éxito no pasaría la frontera
provincial. Pero internet tiene eso, que no controlamos donde se leen
los comentarios. El argumento, la trama, los personajes de la novela, le
sorprendió al editor de Nueva Tribuna, Juan José Azcona, que publicó en
su digital una amplia referencia que a su vez llamó la atención de un
periodista andorrano, Anton Borrel Gállego, quien a los pocos días hizo
referencia de la novela en el digital altaveu.com...
Y se encendió la mecha del éxito. Inmediatamente recibo un mail donde
la librería La Puça, en Andorra la Vella, solicitaba ejemplares ya que
se los estaban encargando y no sabía donde conseguirlos. Dicen en el
Principado que jamás han vendido tantos ejemplares de una obra como la
del El Andorrano.
Mi
sorpresa ha sido mayúscula porque, conociendo el régimen casi feudal
que rige en el Principado, nunca se me hubiera ocurrido distribuir esa
novela en Andorra. De hecho cuando el periodista de Altaveu me
entrevistó preguntándome si tenía intención de vender ejemplares en
Andorra bromeamos con la idea de que la policía no lo permitiría, ya que
con otras obras molestas se había evitado su distribución.
Pero ese
mismo día los de La Puça ya reclamaban ejemplares... La segunda edición
impresa hace días que se agotó y todas las librerías esperan que hoy, o
mañana, les lleguen los cientos de ejemplares que ya tienen reservados. Y
todo esto con la espada de Damocles de que un juez ordene su secuestro
ya que alguien, cuando la edición sólo se distribuía por Amazon, se
molestó y encargó a un bufete barcelonés que tramitaran una reclamación
para que la retiráramos.
Ese
Antonio Lao parece que no conoce mi tara en el ADN, y como un servidor
reacciona cuando olfatea que la mano invisible del poder, del corrupto,
trata de silenciar una simple novela. Como ya me dijo Eugenio Suárez,
editor de el semanario de sucesos El Caso, que en el año 1987 me
contrató como director, “todas las grandes fortunas tienen un origen
delictivo, cuando no criminal”, que a la novela “El Andorrano” le viene
como anillo al dedo para explicarse el origen turbio de muchas familias
adineradas del Principado.
(*) Columnista y escritor almeriense
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