Que se haya contenido la recesión e iniciado una aún frágil recuperación sin que los
modelos productivo, sistema financiero y sector público se hayan,
reestructurado el primero, controlado el segundo, y mejorado el balance
altamente endeudado del tercero, convierten los mensajes de triunfo de
los responsables de la política en exagerados y de influencia
perjudicial para una economía que aún está lejos de terminar de superar
la crisis, iniciada en el tercer trimestre de 2007, por una ausencia de
reestructuración coordinada internacional e interna de los tres modelos
mencionados anteriormente.
Estamos
inmersos en una larga etapa de cambios contrapuestos de filosofías
políticas, y tanto los aspirantes al poder como los que se encuentran en
la gestión del mismo lanzan mensajes de optimismo, en buena parte
injustificados, que solo conducen a entorpecer y retrasar el camino
hacia una economía creciente, sostenida, socialmente aceptable, y de
solidez financiera.
La crisis de la burbuja inmobiliaria fue provocada por el crédito fácil y el sector inmobiliario desequilibrado. Salvo para ésta actividad, el modelo productivo del resto de los sectores permaneció carente de innovación, estancado y con resultados negativos. El alto nivel de consumo, que superó durante años la producción interior, estimuló las importaciones ocasionando un déficit comercial, con una deuda pública financiada por el exterior que era necesaria para mantener el consumo y unas inversiones no prioritarias y escasamente rentables.
Si a lo expuesto sumamos la alta inversión en obra pública con la que el Estado pretende compensar el estancamiento del sector productivo durante la crisis sufrida, olvidando la necesidad imperiosa de su impulso y reestructuración urgente, se comprende que la deuda pública haya superado el billón de euros (100% del PIB), ya que la demanda interna se ha filtrado, en gran medida, hacia las importaciones. Es, por tanto, necesario el impulso y reestructuración de nuestro sistema productivo mediante la inversión privada y el fomento de la exterior, sin olvidar una importante reducción del gasto público y de impuestos, que se compensarían, éstos últimos, con la disminución del costo del desempleo y la nueva recaudación por incremento de la actividad empresarial.
UN CAMBIO PREOCUPANTE EN EL MERCADO DE CONSUMO
El alto endeudamiento familiar ha sido otra de las consecuencias negativas de la crisis, aunque el sacrificio y la austeridad han influido en su actual descenso. Sin embargo, se está volviendo al consumo impulsado por una tendencia imparable de la caída de los precios, que la competitividad impone para crecer su facturación a costa de pérdida de calidad y peligrosa disminución de márgenes.
Ejemplo de ello son las "rebajas continuadas durante todo el año" y las "marcas blancas", estas últimas como consecuencia de la presión de las grandes superficies y redes comerciales para con sus proveedores. Otro ejemplo lo encontramos en las nuevas líneas aéreas de transporte de viajeros, tanto las de corto como las de medio y largo recorrido, ofreciendo un "bajo costo" para sus vuelos, que si bien han visto crecer el número de pasajeros, han reducido peligrosamente los resultados empresariales, tanto para las líneas de nueva promoción como para las tradicionales que se han incorporado al "bajo coste" tardíamente, pero con infraestructuras caras pendientes de reajuste. La tendencia bajista continuada de precios de los vuelos, puede llevar al sector aéreo a una situación de pérdidas insoportable, salvo que se reestructure el sector a nivel internacional, lo cual es de muy difícil consecución, antes de que llegue el punto de inflexión inevitable.
La lucha desesperada de la baja de precios al consumo olvidando la creatividad, la innovación, el desarrollo y la diferenciación, tanto por parte de la gestión política de la economía, como por los empresarios y nuevos promotores, puede llevarnos a una nueva crisis con repercusión en el sistema financiero (aún sin terminar de sanear), el desempleo, y a la inestabilidad y el desequilibrio presupuestario nacional. Las divergencias entre el apalancamiento público y el desapalancamiento privado ha alterado la estructura de la financiación bancaria.
La débil y lenta recuperación económica demanda con urgencia una nueva estructura macroeconómica nacional más inteligente, eficiente e innovadora que la que se pretende promover. El crecimiento solo se consigue potenciando una inversión rentable, un consumo interior creciente pero no especulativo, el aumento de las exportaciones, y una disminución de las importaciones sustituidas por producción interior. No olvidemos que es habitual, especialmente en nuestro país, que cuando la economía crece paralelamente también lo hace el déficit comercial. Solo cambiando el signo negativo de la balanza exterior, aseguramos la minoración del endeudamiento, sin olvidar vigilar y compensar, sin demora, el peligro de aparición de una nueva deflación.
MEDIDAS PARA UN CAMBIO ESTRUCTURAL
1. POLÍTICA ECONÓMICA: Disminuir el actual peso excesivo de los gastos de las Administraciones, Central, Autonómicas y Municipales. No acometer grandes inversiones no rentables ni urgentes, dirigiéndolas hacia la creación potencial de riqueza creadora de empleo. "Bajar la deuda, que si bien se pierde consumo y por tanto demanda equivalente a lo que se ha ahorrado, se disminuye el préstamo". Esto es lo que se llama "Recesión de Balances", que en la mayoría de los casos conduce a una situación difícil, pero debe ser respaldada por una amplia solidaridad social generalizada, y, estudiar un presupuesto de progreso reformista acorde con el modelo, adoptado por EEUU y la mayoría de las economías más avanzadas, llamado "Presupuesto Base Cero", orientado hacia el cambio del Modelo Productivo. Albert Einstein sentenció, "Quien supera la crisis se supera a sí mismo, ya que la verdadera crisis es la de la incompetencia".
2. SISTEMA FINANCIERO: Los bajos tipos de interés y la debilidad de los mercados de consumo, ha supuesto una caída de márgenes, al que se unió el incremento de la morosidad propiciada por la situación más vulnerable de las empresas y familias. Su saneamiento está muy avanzado, pero exige una nueva regulación adaptada y propulsora al nuevo impulso del sistema productivo nacional y, el control imprescindible del Banco Central de las finanzas. Hay que ajustar el Sistema Financiero de forma paralela al desarrollo económico.
3. EL COLECTIVO EMPRESARIAL: Las empresas, ante la actual coyuntura de guerra de precios, necesitan una nueva toma de decisiones, que pasa por: análisis en profundidad de su actividad actual; proyectar una profunda transformación basada en una innovación creativa; desarrollar e implantar la innovación; valorar el costo de la transformación y su financiación estable. En resumen un cambio en su modelo de empresa.
Mirando al pasado construyamos el futuro mediante una innovación continuada, como único camino para abordar nuevos mercados y aprovechar oportunidades por encima de la competencia.
La crisis de la burbuja inmobiliaria fue provocada por el crédito fácil y el sector inmobiliario desequilibrado. Salvo para ésta actividad, el modelo productivo del resto de los sectores permaneció carente de innovación, estancado y con resultados negativos. El alto nivel de consumo, que superó durante años la producción interior, estimuló las importaciones ocasionando un déficit comercial, con una deuda pública financiada por el exterior que era necesaria para mantener el consumo y unas inversiones no prioritarias y escasamente rentables.
Si a lo expuesto sumamos la alta inversión en obra pública con la que el Estado pretende compensar el estancamiento del sector productivo durante la crisis sufrida, olvidando la necesidad imperiosa de su impulso y reestructuración urgente, se comprende que la deuda pública haya superado el billón de euros (100% del PIB), ya que la demanda interna se ha filtrado, en gran medida, hacia las importaciones. Es, por tanto, necesario el impulso y reestructuración de nuestro sistema productivo mediante la inversión privada y el fomento de la exterior, sin olvidar una importante reducción del gasto público y de impuestos, que se compensarían, éstos últimos, con la disminución del costo del desempleo y la nueva recaudación por incremento de la actividad empresarial.
UN CAMBIO PREOCUPANTE EN EL MERCADO DE CONSUMO
El alto endeudamiento familiar ha sido otra de las consecuencias negativas de la crisis, aunque el sacrificio y la austeridad han influido en su actual descenso. Sin embargo, se está volviendo al consumo impulsado por una tendencia imparable de la caída de los precios, que la competitividad impone para crecer su facturación a costa de pérdida de calidad y peligrosa disminución de márgenes.
Ejemplo de ello son las "rebajas continuadas durante todo el año" y las "marcas blancas", estas últimas como consecuencia de la presión de las grandes superficies y redes comerciales para con sus proveedores. Otro ejemplo lo encontramos en las nuevas líneas aéreas de transporte de viajeros, tanto las de corto como las de medio y largo recorrido, ofreciendo un "bajo costo" para sus vuelos, que si bien han visto crecer el número de pasajeros, han reducido peligrosamente los resultados empresariales, tanto para las líneas de nueva promoción como para las tradicionales que se han incorporado al "bajo coste" tardíamente, pero con infraestructuras caras pendientes de reajuste. La tendencia bajista continuada de precios de los vuelos, puede llevar al sector aéreo a una situación de pérdidas insoportable, salvo que se reestructure el sector a nivel internacional, lo cual es de muy difícil consecución, antes de que llegue el punto de inflexión inevitable.
La lucha desesperada de la baja de precios al consumo olvidando la creatividad, la innovación, el desarrollo y la diferenciación, tanto por parte de la gestión política de la economía, como por los empresarios y nuevos promotores, puede llevarnos a una nueva crisis con repercusión en el sistema financiero (aún sin terminar de sanear), el desempleo, y a la inestabilidad y el desequilibrio presupuestario nacional. Las divergencias entre el apalancamiento público y el desapalancamiento privado ha alterado la estructura de la financiación bancaria.
La débil y lenta recuperación económica demanda con urgencia una nueva estructura macroeconómica nacional más inteligente, eficiente e innovadora que la que se pretende promover. El crecimiento solo se consigue potenciando una inversión rentable, un consumo interior creciente pero no especulativo, el aumento de las exportaciones, y una disminución de las importaciones sustituidas por producción interior. No olvidemos que es habitual, especialmente en nuestro país, que cuando la economía crece paralelamente también lo hace el déficit comercial. Solo cambiando el signo negativo de la balanza exterior, aseguramos la minoración del endeudamiento, sin olvidar vigilar y compensar, sin demora, el peligro de aparición de una nueva deflación.
MEDIDAS PARA UN CAMBIO ESTRUCTURAL
1. POLÍTICA ECONÓMICA: Disminuir el actual peso excesivo de los gastos de las Administraciones, Central, Autonómicas y Municipales. No acometer grandes inversiones no rentables ni urgentes, dirigiéndolas hacia la creación potencial de riqueza creadora de empleo. "Bajar la deuda, que si bien se pierde consumo y por tanto demanda equivalente a lo que se ha ahorrado, se disminuye el préstamo". Esto es lo que se llama "Recesión de Balances", que en la mayoría de los casos conduce a una situación difícil, pero debe ser respaldada por una amplia solidaridad social generalizada, y, estudiar un presupuesto de progreso reformista acorde con el modelo, adoptado por EEUU y la mayoría de las economías más avanzadas, llamado "Presupuesto Base Cero", orientado hacia el cambio del Modelo Productivo. Albert Einstein sentenció, "Quien supera la crisis se supera a sí mismo, ya que la verdadera crisis es la de la incompetencia".
2. SISTEMA FINANCIERO: Los bajos tipos de interés y la debilidad de los mercados de consumo, ha supuesto una caída de márgenes, al que se unió el incremento de la morosidad propiciada por la situación más vulnerable de las empresas y familias. Su saneamiento está muy avanzado, pero exige una nueva regulación adaptada y propulsora al nuevo impulso del sistema productivo nacional y, el control imprescindible del Banco Central de las finanzas. Hay que ajustar el Sistema Financiero de forma paralela al desarrollo económico.
3. EL COLECTIVO EMPRESARIAL: Las empresas, ante la actual coyuntura de guerra de precios, necesitan una nueva toma de decisiones, que pasa por: análisis en profundidad de su actividad actual; proyectar una profunda transformación basada en una innovación creativa; desarrollar e implantar la innovación; valorar el costo de la transformación y su financiación estable. En resumen un cambio en su modelo de empresa.
Mirando al pasado construyamos el futuro mediante una innovación continuada, como único camino para abordar nuevos mercados y aprovechar oportunidades por encima de la competencia.
(*) Economista y empresario
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