Seguramente será culpa de la crisis... será eso, pero esta última edición de la Feria de Muestras de Almería (Ferial) ha sido quizá la más triste de los últimos tiempos.
Comenzó con una inauguración pobre en todos los sentidos, y acabó con más pena que gloria, a pesar de los esfuerzos por que pareciera lo contrario.
Las autoridades que acudieron al corte de la cinta fueron menos que ningún otro año, y no fue un desplante de nadie, ni de partidos ni de instituciones, sencillamente hubo deserción general. Al alcalde de Roquetas, Gabriel Amat, al presidente de la Cámara, Diego Martínez, y a la organizadora de esta edición, Lola Hernández, le acompañaron muy poquitas, pero que muy poquitas autoridades, fiel reflejo de lo que podía encontrarse en el tradicional paseillo que la comitiva hace por todo el recinto.
Ferial se había convertido en un cita ineludible en el calendario de todos los políticos almerienses, principalmente los alcaldes, que no faltaban a este encuentro, pero también delegados de la Junta de Andalucía, algún diputado, senador, parlamentario... empresarios de renombre... pero no, este año la presencia en algunos casos no llegaba ni al grado de testimonial. Anotemos en este último apartado a la UD Almería, que ha pasado de puntillas sobre un evento como este.
Eso era el síntoma de lo que luego podía verse (y fui viernes, sábado y domingo) en el interior, donde con la única excepción -creo recordar- de los ayuntamientos de Vícar y de Roquetas, no había ni uno más, donde la presencia de la Junta de Andalucía era menos que escasa, donde la propia Cámara tuvo instalar un stand inmenso y vacío para ocupar sitio.
No menos significativo resultaba el hecho de que los empresarios tuviera en esta ocasión unos espacios más reducidos, fruto probablemente no querer gastar mucho, como también que las promociones fuera menos que en otras ocasiones, y que incluso los típicos "bolseros", se tuvieran que conformar con echar cuatro caramelos en las bolsas de Unicaja.
Mientras en la parte baja habían desaparecido muchos habituales, lo de la parte de arriba era inenarrable. El socorrido mercadillo medieval que ni es mercadillo ni es medieval, por muchos extraños ropajes que se pongan los vendedores, y por mucho que nos sirvan caipiriñas ¿caipiriñas en el medievo castellano? ; pues bueno, eso ocupaba un tercio del total del espacio de exposición, mientras otro tercio lo ocupaban extremeños y gallegos con sus ricos productos... pero no sé qué tienen que ver los gallegos, los extremeños y el mercadillo medieval castellano con una Feria de M-U-E-S-T-R-A-S de A-L-M-E-R-I-A.
Aún así, se recortaron los extremos de la planta para reducir el espacio de exposición, y habría que añadir que en los exteriores tampoco hubo tantas cosas como en otras ediciones, ni en la entrada superior ni en la inferior o principal.
Desconozco los datos que manejará la Cámara de Comercio sobre esta edición, pero sí sé lo que me comentaban los comerciantes: desolación. Si desconozco los datos, lo que sí sé es lo que dirá el coro laudatorio: éxito.
Y es que siempre nos quedará darnos palmaditas en la espalda, darnos unos premios a nosotros mismos como en Fitur o en Fruitlogistica, o como en la misma Expoagro... un poquito de cava, una tarta y unas placas, unas fotos... y misión cumplida. Hasta otro año.
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