martes, 3 de diciembre de 2019

Clima, virtud y fortuna / Enric Juliana *

La cumbre mundial del clima inaugura la legislatura española: la legislatura tifón, que puede acabar como el rosario de la aurora, o con la construcción de nuevos equilibrios en un país que parece a punto de caerse del andamio levantado en 1977. La cumbre mundial del clima tiene que ver con la política interior. Veámoslo.

La celebración de la cumbre en Madrid es fruto de la destreza táctica del actual equipo de Moncloa, que supo respetar la presidencia chilena del evento, cuando los disturbios en Santiago de Chile desaconsejaron su celebración. Previamente la cita había rechazada por el nuevo Brasil de Jair Bolsonaro. El Gobierno español aceptó mantener la presidencia chilena, sensibilidad que no tuvieron los holandeses cuando se ofrecieron a la ONU como sede alternativa.

Punto para Pedro Sánchez , que consigue estos días una envidiable visibilidad internacional en un momento político muy complicado para él. Debilidad y fortaleza en una misma semana. El caprichoso equilibrio entre Virtud y Fortuna, sobre el que escribió Maquiavelo . Sánchez tuvo la virtud de coger al vuelo una oportunidad de oro en el escaparate mundial y jugó muy malamente con la fortuna electoral. 

Ahí le tenemos ahora, estrechando la mano de dignatarios de todos los países, y a la vez pendiente de unas negociaciones con Esquerra Republicana que nadie sabe como acabarán, ni siquiera los propios dirigentes de ERC, a los cuales la Fortuna les acaba de regalar una posición estratégica que no esperaban. La historia juega con las monedas de plata y las convierte en dados. Virtud y Fortuna hacen el resto.

Punto para la ciudad de Madrid que organiza una cumbre mundial sobre un asunto de máxima trascendencia en el que no creen sus gobernantes locales. El bloque de poder de Madrid, con su correspondiente mayoría electoral, ha querido cargarse Madrid Central, experiencia de control del tráfico impulsada por el anterior Consistorio, que contaba con un apreciable apoyo social. José María Aznar está convencido de que la alarma por el cambio climático es una neurastenia progre. 

Mariano Rajoy relativizaba la cuestión hace unos años, apelando irónicamente a un primo suyo, entendido en la materia. Santiago Abascal considera lisa y llanamente que las teorías sobre el calentamiento del planeta son una farsa orquestrada por el multimillonario George Soros , gran titiritero de la globalización. 

El bloque de poder de Madrid se ríe del cambio climático, pero está encantado con la cumbre, en la medida que refuerza el poder de una ciudad que ahora consideran suya y que probablemente lo será por mucho tiempo, después de los increíbles errores divisivos de la izquierda en la capital de España.

Madrid, ciudad mayoritariamente descreída en lo que respecta a los planes de redención de la humanidad, exhibe musculatura. Barcelona, ciudad en la que hasta los anuncios del agua mineral tienen algún propósito moral, se ha quedado aislada. Ni siquiera pudo presentar su candidatura, puesto que en los días clave, un puñado de nihilistas de clase media se dedicaba a la quema contenedores en nombre de la nación catalana. 

Es lo que tiene la moralina: los descreídos se llevan la cumbre y tú acabas, cabreado como una mona, discutiendo sobre el pesebre de la plaza Sant Jaume.


(*) Periodista y director adjunto de La Vanguardia


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