La cumbre mundial del clima inaugura la legislatura
española: la legislatura tifón, que puede acabar como el rosario de la
aurora, o con la construcción de nuevos equilibrios en un país que
parece a punto de caerse del andamio levantado en 1977. La cumbre
mundial del clima tiene que ver con la política interior. Veámoslo.
La celebración de la cumbre en Madrid es fruto de la
destreza táctica del actual equipo de Moncloa, que supo respetar la
presidencia chilena del evento, cuando los disturbios en Santiago de
Chile desaconsejaron su celebración. Previamente la cita había rechazada
por el nuevo Brasil de Jair Bolsonaro. El Gobierno español
aceptó mantener la presidencia chilena, sensibilidad que no tuvieron los
holandeses cuando se ofrecieron a la ONU como sede alternativa.
Punto para Pedro Sánchez , que consigue estos días una envidiable
visibilidad internacional en un momento político muy complicado para
él. Debilidad y fortaleza en una misma semana. El caprichoso equilibrio
entre Virtud y Fortuna, sobre el que escribió Maquiavelo .
Sánchez tuvo la virtud de coger al vuelo una oportunidad de oro en el
escaparate mundial y jugó muy malamente con la fortuna electoral.
Ahí le
tenemos ahora, estrechando la mano de dignatarios de todos los países, y
a la vez pendiente de unas negociaciones con Esquerra Republicana que
nadie sabe como acabarán, ni siquiera los propios dirigentes de ERC, a
los cuales la Fortuna les acaba de regalar una posición estratégica que
no esperaban. La historia juega con las monedas de plata y las convierte
en dados. Virtud y Fortuna hacen el resto.
Punto
para la ciudad de Madrid que organiza una cumbre
mundial sobre un asunto de máxima trascendencia en el que no creen sus
gobernantes locales. El bloque de poder de Madrid, con su
correspondiente mayoría electoral, ha querido cargarse Madrid Central,
experiencia de control del tráfico impulsada por el anterior
Consistorio, que contaba con un apreciable apoyo social. José María
Aznar está convencido de que la alarma por el cambio climático es una
neurastenia progre.
Mariano
Rajoy relativizaba la cuestión hace unos años, apelando irónicamente a
un primo suyo, entendido en la materia. Santiago Abascal considera lisa y
llanamente que las teorías sobre el calentamiento del planeta son una
farsa orquestrada por el multimillonario George Soros ,
gran titiritero de la globalización.
El bloque de poder de Madrid se
ríe del cambio climático, pero está encantado con la cumbre, en la
medida que refuerza el poder de una ciudad que ahora consideran suya y
que probablemente lo será por mucho tiempo, después de los increíbles
errores divisivos de la izquierda en la capital de España.
Madrid, ciudad mayoritariamente descreída en lo que
respecta a los planes de redención de la humanidad, exhibe musculatura.
Barcelona, ciudad en la que hasta los anuncios del agua mineral tienen
algún propósito moral, se ha quedado aislada. Ni siquiera pudo presentar
su candidatura, puesto que en los días clave, un puñado de nihilistas
de clase media se dedicaba a la quema contenedores en nombre de la
nación catalana.
Es lo que tiene la moralina: los descreídos se llevan
la cumbre y tú acabas, cabreado como una mona, discutiendo sobre el
pesebre de la plaza Sant Jaume.
(*) Periodista y director adjunto de La Vanguardia
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