Esta mañana me he
despertado enojado con una frase en mi cabeza: “¡Es que tienen
cojones estos setenta años!” Hartazgo significa fastidio o
cansancio de algo que se ha producido en exceso, y mi vida ha
sido un exceso. El camino del exceso conduce a la sabiduría. Algunas
personas se agotan emocionalmente por una sobrecarga de exigencias
o una acumulación de experiencias difíciles. Otros llegan
quemados emocionalmente a la vida adulta a causa de una infancia
traumática.
Cuando vine a este mundo tan difícil yo no quería nacer. Tuvieron
que sacarme con ‘forceps’ con mi madre anestesiada, me
pasaba llorando todo el día porque veía a los monstruos del bajo
astral, me daba la sensación de estar entre personas ciegas que no
me entendían por telepatía, y estuve varias veces en coma a causa
del asma porque no quería respirar, y deseaba marcharme.
Tuve la suerte de nacer en una familia adinerada, pero con muchos
traumas.
No tengo nada que esconder porque no he hecho nada malo, salvo
travesuras infantiles. El arma más poderosa de una persona es su
propia sinceridad. Fui un niño muy enfermo de asma porque no podía
ni quería respirar. Cuando estaba medio muerto visitaba mundos
maravillosos, y cuando regresaba me parecía volver a una pesadilla.
De niño tuve muchas experiencias mágicas en el cortijo de mi
familia, y hasta aventuras parecidas a las de la película “Harry
Poter” con
mundos mágicos y a veces terroríficos, porque
sentía que venían a secuestrarme.
Cada vez que iba al colegio La Salle me ponía enfermo,
me daba diarrea, y me temblaban las piernas. Las clases eran
terroríficas en los años cincuenta porque me obligaban a memorizar
una serie de idioteces que no tenían sentido para mi. En el pupitre
agachaba la cabeza porque el mayor terror era que me sacaran a la
pizarra a demostrar lo que no sabía, y cuando fallaba me pegaban, y
volvía llorando a mi pupitre.
RESENTIDOS
El castigo físico era común en los años cincuenta. Creo que los
frailes estaban resentidos por la persecución religiosa que
sufrieron en la guerra civil y, tras haberla ganado, se vengaban de
ello ejerciendo crueldad y tiranía contra los niños.
Su ideología era de muy extrema derecha y nos decían a los niños
que la revolución francesa fue lo peor de lo peor, y que Voltaire
era el mismísimo Satanás. En cambio no dijeron ni una sola palabra
de las atrocidades que cometió la Inquisición.
A mi me encantaba Rosseau sobre todo, pero no se lo decía a
nadie para que no me acusaran de afrancesado. Me decían que era un
ingenuo por creer que todos o casi todos los seres humanos son buenos
por naturaleza, o que por lo menos tienen un fondo de bondad y
nobleza.
Por cierto, tengo un antepasado francés que fue soldado de Napoleón
y se enamoró de una española. No echo de menos el franquismo, pero
tampoco me gusta lo que hay ahora, con estos políticos niñatos
enchufados, que no han pegado un palo al agua en su vida, y que están
vendidos al modelo oscuro del nuevo orden mundial.
Por la mañana formábamos en el patio del colegio para cantar
“Isabel y Fernando el espíritu impera, moriremos besando la
sagrada bandera.” El recreo era un descanso pero también
una pesadilla, porque no veía sentido jugar a la pelota con los
demás niños, y me quedaba a la sombra en un rincón del patio
deseando que terminara el recreo. Nunca me ha gustado el fútbol ni
los juegos de competición, porque mi alma viene de otro mundo
diferente.
RELIGIÓN ABSURDA
Las misas y las novenas eran constantes entonces en la capilla del
colegio. Todo se hacía en latín y el capellán era como una máquina
con su voz metálica recitando latinajos vacíos con rapidez sin ser
consciente ni de lo que decía. Los compañeros cantaban gritando el
Salve Regina para presumir de su voz ronca los mayores. Llegó
un momento en el que me di cuenta de que aquella religión del
nacional catolicismo era una idiotez sin sentido, que no tenía nada
que ver conmigo ni con Jesús. Sobraba miedo y faltaba
espiritualidad.
Los llamados ejercicios de cristiandad eran un verdadero
lavado de cerebro donde parecía que no existía otro pecado que
fuera el sexo, y su máxima herramienta de chantaje era el miedo
al infierno. El fuego del averno me provocaba muchas pesadillas.
Luego me enteré de que los illuminati son los jesuitas. El
confesor te preguntaba siempre “¿te has tocado?”
Los demás compañeros de la clase se metían conmigo con frecuencia
porque me veían un poco ‘rarito’, diferente de ellos. Las
humillaciones fueron constantes, y llegó un día en que hicieron un
círculo a mi alrededor para recibir palos desde 360 grados. Desde
entonces dejé de confiar en la gente, y me volví muy
reservado.
INSTITUTO
Mis calificaciones empezaron a bajar en aquel ambiente opresivo e
insoportable, y mi madre intentaba ayudarme pero lo único que hacía
era agobiarme y no dejarme respirar, hasta que a los trece años
conseguí que me pasaran del colegio a un instituto, y aquel ambiente
fue una liberación comparado con el colegio.
Pero había tres profesores, el de Literatura, el de Dibujo y el de
Ciencias Naturales, que eran unos huesos que no aprobaban a casi
nadie, por lo que tuve que cambiarme de instituto para volver a
la normalidad. Yo no sé si desde el otro barrio estos tres huesos
impresentables se habrán dado cuenta de lo tarados que fueron
entonces. Como no soportaba el control de mi madre todo el día, me
iba a la oficina de mi padre a escribir a máquina mis cosas, y me
salían obras literarias.
VIDA MILITAR
Tan mal iba en mis estudios que me alisté en el Ejército como
voluntario, y la disciplina militar fue “pecata minuta”
comparado con la dureza que había vivido, aunque me costó adaptarme
a aquel ambiente y lloraba a escondidas al principio. Luego me adapté
tan bien a la vida militar que llegué a lo máximo que se podía
llegar como soldado que era cabo primero.
Entre los muchos servicios que me encasquetaron estaba el de
suboficial de semana con una compañía de trescientos reclutas.
Imagínense a un muchacho de 18 años imponiendo disciplina militar a
trescientos jóvenes mayores que yo. Fue muy duro pero maduré, y
llegué a ser temido por mi sentido de la disciplina, pero nunca
falté el respeto a nadie.
Una vez metí en el calabozo a un soldado veterano que me faltó el
respeto, y luego tuve remordimientos. Cuando salí del Ejército me
dio una depresión, porque llegué a amar profundamente a las Fuerzas
Armadas a pesar de su dureza. Fui militar en otra vida, pero yo
quería ser periodista en ésta.
DE MADRID AL CIELO
Decidí estudiar Periodismo porque se me daba muy bien la literatura
y porque ya iba retrasado en mis estudios para meterme en una carrera
más larga. La etapa más feliz de mi vida fue en Madrid del 73 al
80, lejos de la interferencia autoritaria de mi madre. Mi mayor
amigo fue Vicente Guzmán, cuyo padre dentista había sido
amigo del mío.
Allí en Madrid me relacioné con la florinata intelectual y
esotérica del momento, y fue una de las experiencias más
maravillosas de mi vida. Tuve la suerte de ser compañero de clase de
la entonces Princesa Sofía de Grecia, y una vez me saludó
personalmente, y me dio un vuelco de emoción el corazón. ¡Qué le
vamos a hacer! Siempre he sido un sentimental y no todos los días te
saluda una princesa de hadas.
Soy hijo cultural del existencialismo francés de la posguerra
y de la cultura hippy ‘underground’. Sólo la
espiritualidad me salvó del pesimismo existencial. La vieja
tradición del Yoga me ayudó a descubrir nuevos horizontes
espirituales a través del profesor Ramiro Calle y de mis
viajes a la India, la sabiduría de la tradición budista
me ayudó a comprender muchas cosas, y la lectura de místicos
españoles como San Juan de la Cruz fue lo más emocionante.
ILUMINACIÓN
En la calle Cea Bermúdez de Madrid experimenté un día
una especie de iluminación espiritual espontánea que me hizo vivir
el momento más feliz de mi vida, con una felicidad y un gozo
profundo muy superior a cualquier droga o experiencia sexual amorosa.
Los hindúes lo llaman Ananda.
Aquello fue inenarrable y mis lágrimas de felicidad fueron
infinitas, pero no duró muchos días porque tuve que poner los pies
en tierra para acabar mi carrera y cumplir mi misión en la vida,
pero descubrí la importancia de obtener la iluminación espiritual,
en la que he trabajado desde entonces. Pero era muy difícil hacerlo
rodeado de lobos supresivos.
He añorado eso desde entonces. Voy en busca del tiempo perdido como
Marcel Proust o como el Club de los Amores Perdidos en Buenos
Aires. Los cangrejos tenemos el defecto de la nostalgia. Por eso
Argentina y Uruguay son del signo Cáncer igual que Estados Unidos.
Por cierto, me encantan los intelectuales argentinos y mejicanos, y
amo la cultura hispana como alternativa al nuevo orden mundial
anglosajón.
En Madrid trabajé en la agencia Efe hasta que algún
mal nacido nos cortó la carrera a mi promoción con un reportaje
impertinente en la revista ‘Reporter’ y el entonces
director Luis María Ansón nos echó a todos a la calle sin
comerlo ni beberlo. Fue la mayor injusticia de mi vida.
SUPRESIVOS
Luego regresé a Almería a trabajar en el nuevo diario
La Crónica donde tuve la oportunidad de conocer la calaña de su
director, un supresivo de libro, y de algunas personas impresentables
de las que se rodeaba. Nunca le caí bien porque me veía íntegro.
Crónica viene de Cronos, el dios Saturno que
devora a sus propios hijos. En los años ochenta fundé y dirigí el
primer periódico esotérico de España llamado “Universo
Secreto” pero no duró más que un año a causa de
los obstáculos que me pusieron.
En ese periódico sobreviví muchos años como redactor,
redactor-jefe y hasta director, en condiciones laborales
extremadamente duras, porque éramos cuatro gatos estresados
para hacer muchas páginas de periódico cada día, y el jefe no
paraba de exigir constantemente, y además se producían demoras
constantes en los salarios. Hasta que ocurrió lo que tenía que
ocurrir, que el periódico se fue a la quiebra debido a los muchos
errores y disparates de su director, un mafioso que todavía
sigue pululando por ahí con soberbia, arrogancia y prepotencia.
Salí tan quemado y estresado de aquel trabajo que monté una
herboristería-parafarmacia para vivir más tranquilo con el
dinero heredado de mi padre, un negocio que duró siete años hasta
que se fue a la ruina, y yo me quedé con deudas, debido al escaso
margen comercial de los productos dietéticos, pero luego me hice
Técnico en Dietética y Nutrición
porque siempre me ha gustado
la medicina natural.
VOCACIÓN DE ERMITAÑO
Nunca me casé ni tuve descendencia, porque no era mi misión en este
vida, y porque bastante saturado estaba del control autoritario de mi
‘mamma’
latina, y sólo buscaba independencia y libertad. Las pocas veces que
estuve enamorado, me rechazaron como suele ocurrir a menudo. Bastante
control tenía ya de mi madre, para luego buscar el control de una
esposa. Me alegro de no haberme casado, porque no era mi destino.
No puedo remediarlo, pero me estorba la compañía humana, porque no
me deja ser yo mismo. Como dijo Sartre, el infierno son los
demás. Soy solitario, pero no huraño, sino amable y servicial. No
siento la soledad porque tengo alma de ermitaño, y encuentro
la felicidad en el aislamiento sin interferencias de nadie.
Por eso vivo en el campo.
La muerte de un ser querido es una atrocidad, se mire por donde se
mire. La desaparición de mi madre me ha producido un trauma
emocional, como es natural, pero también me ha liberado de una gran
carga, aunque sea cruel decirlo, y hasta me resulta extraña esta
libertad porque todavía no me he acostumbrado a ella.
HERBORISTA Y MILITAR
Nunca dejé el periodismo porque en aquel tiempo fui admistrador de
un periódico digital. También aprovechaba mi tiempo libre en la
tienda para traducir y difundir diversos mensajes espirituales como
los de la Federación Galáctica de Sheldan Nidle, pero
no se me ocurrió entonces montar un canal de Youtube porque
yo era un periodista de teclado que no estaba acostumbrado a las
cámaras ni a los micrófonos.
Luego volví al periodismo como militar cuando me hice Oficial
de Aviación Reservista Voluntario,
ya que trabajé un tiempo en la “Revista de Aeronáutica y
Astronáutica”. Siempre me ha apasionado la aviación, ya
que cuando era estudiante pasaba muchas horas viendo despegar y
aterrizar aviones en el aeropuerto de Barajas, y además he
visto todas las películas de ciencia ficción. Mi vocación
frustrada es no haber sido piloto de aviación o de nave estelar.
CONCLUSIÓN
He aprendido mucho a lo largo de mi vida, pero también he sufrido
demasiado, como mucha gente. Dicen que este mundo es muy difícil
pero enseña mucho. El problema es que no estoy de acuerdo con los
métodos de enseñanza basados en el miedo, la humillación y el
maltrato, y prefiero medios más civilizados. La mayor lección
que he aprendido es a confiar en mi mismo.
Dicen que todos venimos a este mundo por voluntad propia, pero siento
decir que yo me equivoqué al firmar el contrato vital,
o no leí la letra chica, aunque ahora lo estoy cumpliendo
al pie de la letra, porque mi misión es informar y despertar a
mis hermanos. Puede que ésta no sea mi última vida sino
mi penúltima en este planeta, porque me queda una misión muy
grande de servicio a la humanidad que ahora escapa a mi
entendimiento.
TIERRA PROMETIDA
Quisiera ver la tierra prometida como Moisés, pero también
disfrutar de ella. Quisiera ver familias felices, niños jugando,
animales retozando y pájaros cantando. Quisiera ver el planeta
liberado de cualquier tipo de opresión, y de la gente mala que ama
imponer sus pesadillas. ¿Es mucho pedir?
Mi mayor aspiración es regresar a mi mundo de origen con mi familia
cósmica cuando llegue el momento, y es posible que hasta tenga un
reservado un cuerpo glorioso original hibernado como en la película
‘Avatar’, pero ahora mismo que he aprendido tanto de la
vida y he logrado amar a mis enemigos, darles las gracias por los
servicios prestados y despedirme de ellos hasta nunca jamás, no
tengo ninguna prisa por marchame porque me gustaría ver el
despertar de la humanidad en la nueva tierra. Creo haber superado
muchas dificultades y me gustaría disfrutar de la victoria.
Esto ha sido un resumen muy sucinto de mi vida en el que he omitido
muchos detalles, por no alargarlo, con el que espero haber complacido
a aquellos seguidores que me pedían que contara mi biografía.
Agradezco la atención prestada a este humilde siervo del Creador,
cuya mayor aspiración es contribuir a la liberación de la
humanidad, de los animales y del planeta.
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