El último estudio postelectoral del CIS deja datos muy
interesantes, más allá de las exageradas polémicas políticas y
profesionales promovidas por quienes, en realidad, aquello que de verdad
más les molesta es el hecho de no hallarse ellos al frente del
organismo, controlando sus recursos y su impacto; sin que ello implique
negar los errores y contradicciones cometidos por el propio centro.
Nos
dice, por ejemplo, que aumenta el pesimismo económico y político, pero
no cuando se pregunta a los encuestados por su situación personal.
También nos cuenta que las redes siguen su avance imparable para
convertirse en fuente principal de información política, aunque la
televisión continúa mostrándose imbatible.
Y también nos aporta
información relevante sobre las claves que empujan el fenómeno Vox y le
permiten consolidarse cómodamente como tercera fuerza política en las
previsiones de voto.
Para uno de cada cuatro encuestados, la política y los
políticos son el problema; los votantes de la ultraderecha se sitúan
entre quienes más se apuntan a este diagnóstico, seguidos muy de cerca
por los votantes de Ciudadanos, uno de los caladeros electorales de
Santiago Abascal y los suyos en el 10N. La situación catalana influyó en
el voto de uno de cada cuatro electores; de nuevo, la ultraderecha
lidera el ranking de los más concernidos.
La exhumación de los restos
del dictador tuvo más impacto en el voto que el debate electoral; de
nuevo, la ultraderecha aparece como el electorado que más reaccionó ante
el suceso. En la valoración del debate, Pablo Iglesias vuelve a ganar
con claridad, como en abril, pero Santiago Abascal casi empata en la
segunda posición con el propio Pedro Sánchez, con la diferencia de que
convenció mucho más a sus votantes.
En el sostenido
crecimiento de las redes sociales como fuente primaria de información,
la ultraderecha galopa destacada en primera posición. Sus votantes
figuran como quienes más se informan preferentemente a través de
contenidos generados en las propias redes, no a través de los contenidos
digitales producidos por los medios de comunicación tradicionales.
Puntúan también como el partido más activo en redes; a más de la mitad
de quienes han recibido o han emitido algún contenido digital les ha
llegado de Vox.
Puede que a los grandes estrategas que
tan sabia y épicamente rigen los destinos de la política española les
parezca un fenómeno fácil de controlar y usar a conveniencia. Pero
cuesta ver cómo se compite eficientemente con un movimiento que se
alimenta del fácil discurso de una antipolítica que los políticos
españoles practican con la pasión de un deporte olímpico, que se nutre
de gente que ya no se fía de esos medios de comunicación, a los cuales
los partidos tradicionales aún atribuyen poderes casi mágicos, y que
avanza impulsado por una organización que compite muy bien en la
televisión y le saca más de diez puntos de ventaja a sus competidores en
actividad digital.
Ya sabíamos que Santiago Abascal cabalgaba hacia el
amanecer de gloria en aquel famoso vídeo. Ahora sabemos a lomos de qué
va lanzado.
(*) Periodista y profesor
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