miércoles, 8 de enero de 2020

No usarás el nombre del Rey en vano / Enric Juliana *

Lo más importante es Europa. España ya tiene gobierno y este puede retomar el mandato europeísta de las elecciones de mayo. Una alianza ibérica en favor de la plena continuidad de la Unión Europea puede ser la gran apuesta de España y Portugal en los próximos años. 

Esa puede ser una de las grandes tareas del nuevo gobierno, después de un telúrico debate de investidura que nos ha devuelto durante unos días a los años treinta.

Europa es la solución: sobre esa roca, ya no sabemos si granítica, se ha edificado lo mejor de los últimos cuarenta años. Ahora se trata de comprobar si Europa sigue siendo la solución de un país con múltiples averías después de la brutal crisis económica. 

En el campo de la derecha, y en busca de votos en otros caladeros, ha surgido una fuerza electoralmente consistente que cuestiona la adscripción europea de España con un lenguaje cada vez más desinhibido. 

Aunque pueda parecer una afirmación muy fría y abstracta después de cuatro días de discusiones tremendamente acaloradas, la pertenencia a Europa, a todos los efectos, es la clave fundamental del país aparentemente partido en dos que surge de la investidura de Pedro Sánchez .

Alemania y Francia, que suelen estar de acuerdo en los grandes objetivos, para después pelearse infinitamente en su concreción, necesitan un tercer pilar para reafirmar el proyecto de unidad europea ante la inminencia del Brexit, la turbulencia italiana que no cesa y el arisco distanciamiento de algunos de los principales países del este. 

La alianza ibérica puede ser el tercer pilar estratégico de la Unión Europea, si los gobiernos de Madrid y Lisboa, apoyados por fuerzas políticas muy afines, saben ocupar un espacio hoy vacante, sin menospreciar a Italia, sumida en un tormentoso tiempo político que nadie sabe cómo concluirá. 

La alianza ibérica podría ayudar a la Italia democrática. Y lo que pase en ese país –en una dirección u otra–, nos influirá mucho, cómo ya ocurrió en los años veinte y setenta del siglo pasado.

Estas consideraciones pueden parecer gélidas frente al relato emotivo de las últimas horas –abrazos, lágrimas y caras de enfado en el Congreso– pero lo importante será la repercusión política del nuevo gobierno español en Europa y en Latinoamérica.

El PSOE tiene bien codificada la dimensión exterior de su política, a falta de saber el nombre del nuevo ministro de Asuntos Exteriores. (Suena Cristina Gallach ). El éxito del PSOE moderno es consecuencia de su anclaje exterior desde el inicio de la Guerra Fría, no lo olvidemos. 

Ahora corresponde a Unidas Podemos hacer acto de presencia en el escenario europeo, en tanto que fuerza gubernamental. UP es de alguna manera heredera de una corriente política –el surco democrático abierto por el PCE durante la dictadura–, cuyo anclaje exterior empezó siendo su principal punto de fuerza y acabó siendo su losa.

Europa puede ser, también, el marco de una lenta mejoría de la cuestión de Catalunya, como estan dejando meridianamente claro las últimas noticias del tribunal de Luxemburgo y de la presidencia del Parlamento Europeo. El italiano David Sassoli , presidente de la eurocámara, no da puntada sin hilo.

El pegamento de la coalición de gobierno, una vez empiecen a apagarse los efectos euforizantes de la novedad, será la agresividad de la oposición, llevada hasta extremos muy preocupantes estos días. En los países europeos de sólida tradición democrática ningún diputado ha de ir con escolta por miedo a las injurias y las amenazas de quienes desean que cambie de voto. España europea o regreso a la España de los castillos, este es el gran dilema que deja el debate de investidura, saldado finalmente sin sorpresas. La presión era tan delirante que no podía haber sorpresas.

Vox tira del Partido Popular y este arrastra la balsa de náufragos de Ciudadanos. La agresividad de la oposición será el gran pegamento de la coalición de izquierdas, pero también puede ser su desgracia. Las izquierdas se enamoran fácilmente de las peleas entre progres y carcas. 

En un discurso muy breve, Íñigo Errejón dio ayer un interesante toque de atención al respecto: la polarización reaccionaria puede dejar exhausta a la España democrática. Pablo Iglesias , innegable vencedor del ciclo iniciado con la moción de censura, gracias a su intuición y su capacidad de resistencia, se dio la mano con Errejón. Ambos harían bien en escucharse mutuamente, lejos del teclado de Twitter.

Y por último, aunque no lo último, el Rey. Querer utilizar la figura del Rey contra el gobierno es la más peligrosa trampa que Vox le tiende al Partido Popular bajo la divisa golpista de la “ilegitimidad” del nuevo ejecutivo. Esa es la gran trampa antieuropea.


(*) Periodista y director adjunto de La Vanguardia



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