Toca juzgar al rey emérito. Toca juzgar
su reinado. Por eso los poderosos se resisten como gato panza arriba a
apear el mando. Porque saben que los van a juzgar. Y no suelen salir
bien parados. Precisamente en estos días, la fundación de su nombre abre
al público los papeles, el archivo de Felipe González. Es de suponer
que debidamente expurgados de forma que quizá sea preciso esperar
veinticinco años hasta saber qué pasó realmente con los GAL.
En
el caso de la Monarquía, el juicio al rey está ya hecho hace mucho por
la opinión pública y es devastador. El rey lleva el sobrenombre de su
primer velero, Bribón. De reseñar el cortesanísimo comportamiento
de los medios de comunicación, todos a una al quite y a encubrir las
bribonadas del sujeto. Episodios ha habido en su vida que requerirían un
Valle Inclán que retrató la de su tatarabuela Isabel II. Isabel es el
nombre que acompaña a las dos Españas, la ascendente de la Iª y la
desfalleciente de la IIª.
Comienza
una batalla mediática, política, con ambición de convertirse en
judicial, por llevar al ciudadano Juan de Borbón ante los tribunales. A
la defensa acuden prestos los tres partidos dinásticos PP, PSOE, C's y
todos los medios de comunicación impresos y audiovisuales así como
algunos digitales. Encabeza la cruzada por el trono y el altar el
siempre fiel ABC que, en recuerdo de sus mejores tiempos, se inventa una
encuesta con un 70% de ciudadanos en España dispuestos a dejarse matar
por su rey que tanto lo merece. En contra, una alianza de la escasa
izquierda republicana con el más escaso republicanismo muy fraccionado.
Más
complejo es el juicio a la Monarquía, que ya afecta al sucesor. Una
ministra del gobierno Sánchez ha señalado que el hijo no hereda los
posibles pecados del padre y tampoco de la hermana y el cuñado. Sin
duda, pero la Monarquía está tocada en todos sus flancos. La corte es un
patio de monipodio con una autoridad moral nula. El ejercicio del
monarca, perfectamente anodino. El incumplimiento de su función como
árbitro y moderador de las instituciones, clamoroso.
El
desastre definitivo de la institución fue el discurso del tres de
octubre de 2017 en el que el rey se alineó incondicionalmente con una de
las partes del conflicto, respaldando su agresiva política de represión
y, por ello mismo, alentando su intensificación. En esa amenazadora
arenga perdió Felipe VI el poco recurso que le quedaba a una hipotética
legitimidad.
Catalunya
triunfante será republicana. La insistencia de Torra en que el Borbón
se disculpe por el discurso de marras y, por tanto, por el 1-O, le da la
base para poco menos que declarar Catalunya entera tierra libre de
Borbones. El rey tiene el extraño privilegio de ser persona non grata en algunos municipios catalanes. Un poco más y consigue que lo declare persona non grata el Parlament.
Otra cosa será el destino de la Monarquía en España. Pero eso es algo que habrán de decidir los españoles cuando se decidan a decidir algo.
Otra cosa será el destino de la Monarquía en España. Pero eso es algo que habrán de decidir los españoles cuando se decidan a decidir algo.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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