Las negociaciones, programáticas entre PSOE y Podemos y entre PSOE y
los soberanistas de ERC para investir a Pedro Sánchez y la formación de
un Gobierno de izquierda y de coalición, no solo afectan a sus
protagonistas y constituyen el bálsamo que curará a Sánchez de su
insaciable ambición.
Todo esto, que ahora se está fraguando, va mucho más allá. Y pone una
interrogante sobre nuestra nación, España -que se pretende
plurinacional-, la unidad del Estado, y el prestigio de la Justicia si
se le dobla la mano y la reciente sentencia del golpe catalán con los
indultos a los golpistas, que al parecer figuran en la cara oculta de la
negociación.
Y todo ello en un tiempo de turbulencias económicas y sociales en el
que regresan el paro y el déficit y crece la deuda. Y el nuevo Gobierno
anuncia más presión fiscal. Un tiempo en el que, desde Europa, nos
anuncia como inmediato el imparable impacto del Brexit y desde EE.UU.
una dañina y en continua escalada guerra comercial.
Y a no perder de vista, como consecuencia de todo ello, la crisis y
tensión de la convivencia entre los españoles, mientras reaparece el
fantasma de ‘las dos Españas’. Como reapareció, en la exhumación de
Franco -para colmo con honores-, el de la Guerra Civil. Al tiempo que,
como efecto reflejo, prospera en España una fuerza política de ultra
derecha nacional.
Y a no descartar la burla, ya incipiente, de las víctimas del
terrorismo de ETA con los infames elogios del ex presidente José Luís
Rodríguez Zapatero al jefe terrorista no arrepentido Arnaldo Otegui. Y
ello cuando en el País Vasco se acaba de iniciar una nueva deriva
soberanista, similar a la catalana y de la mano de un PNV insaciable que
ya está sentado a la puerta de La Moncloa para cobrar su aguinaldo por
la aportación de sus siete votos a la pretendida investidura de Pedro
Sánchez en vísperas de la Navidad.
Lo que aquí se dice son hechos y no unos brindis catastrofistas sobre
el fin de España que, como dijo Bismark, es imposible a pesar de los
esfuerzos de los españoles. O el de Europa, que seguirá su camino y
ahora más unida que nunca sin el freno habitual en los últimos años de
Gran Bretaña.
Pero preocupan y mucho el rumbo, a babor (izquierda), con brusco
golpe de timón que se anuncia en España por impulso del nuevo Gobierno
de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, y el alto precio que se pagará a ERC
en soberanía e indultos al golpismo del desafiante Oriol Junqueras. A
cuya prisión han ido en ruego y peregrinación los jefes de unos
sindicatos obsoletos y a la espera estará de la visita de Iglesias, el
‘vicepresidente in pectore’ de Sánchez que afirma que España no es una
democracia ni un Estado de Derecho porque hay presos y exiliados
políticos.
Y ¿qué se hace y se dice en la otra orilla del imaginario y
transversal río Ebro? Nada, no se hace y no se oye nada. Acaso unos
lamentos y una tibia propuesta constitucional de Inés Arrimadas que
empieza a salir de entre los escombros del derrumbe de la casa y sede de
Cs, que protagonizó y causó un ciego aprendiz de Sansón llamado Albert
Rivera.
Y poco más porque nunca apareció la que debió ser la propuesta de
Pablo Casado en nombre del PP -el mismo día 11 de noviembre nada más
concluir las elecciones- de: un ‘gobierno constitucional y
constituyente’ entre PSOE, PP y Cs, para frenar el desafío catalán,
pactar unos Presupuestos y reformar la Ley Electoral, para acabar con el
bloqueo de la política, no llegó.
Y puede que ni se le ocurrió a este débil primer dirigente del PP el
que, víctima de su insoportable levedad política, todavía se quejaba
entre casi sollozos de que Pedro Sánchez no lo llama y que sólo quiere
al PP como ‘sustitutivo’ -¿qué es eso?- de Podemos o ERC. Lo importante y
lo que no sabe nadie, porque no ha existido propuesta alguna, es saber
lo que quiere el PP si es que quiere algo.
Y lo de menos son las llamadas de teléfono o las visitas a La
Moncloa. Lo esencial es que los españoles sepan qué propone el líder de
la Oposición, si es que tiene algo concreto que proponer, lo que no
parece que sea cierto.
Y así, los unos por exceso de velocidad (se quieren comer ya el
turrón del poder) y de temerarios pactos y compromisos imposibles, y los
otros por ausencia y falta de proyecto y de visión, por ahí va y navega
con rumbo incierto el viejo e insumergible galeón de España. En la
espera, además, del que será un nada fácil y arriesgado mensaje del rey
Felipe VI en la Navidad.
(*) Periodista
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