Hace mes y medio, cuando los políticos
catalanes andaban a la gresca y sin gobierno, era frecuente oír chanzas y
chirigotas en Madrid sobre que los catalufos eran incapaces de
ponerse de acuerdo y tendrían que repetir las elecciones. Hicieron
gobierno y evitaron las elecciones. Ahora, la situación en el Estado es
la misma. Los partidos son incapaces de formar gobierno y la amenaza de
nuevas elecciones se configura en el horizonte. Quien ríe el último...
Se da además la pintoresca circunstancia de que algunas posibles
coaliciones en España dependen de que los independentistas catalanes las
permitan porque tienen la llave. La llave de la gobernabilidad del país
por la izquierda. Pintoresco y hasta sarcástico.
A primeros de diciembre pasado, los amigos de Trasversales me pidieron un artículo sobre las subsiguientes elecciones del 20D. Escribí uno titulado Un sobresueldos y tres mindundis. Si tuviera que escribirlo de nuevo hoy, a más de un mes de esas elecciones , escribiría lo mismo y con el mismo título.
Los
políticos catalanes fueron capaces de llegar a un acuerdo y poner en
pie un gobierno que ya está actuando, al menos mientras el Tribunal
Constituciona español, a las órdenes del PP, le deje. Dudo que los
españoles sean capaces de hacer lo mismo. Lo dudan ya casi todos los
mentideros de la Villa. Y eso que, como los catalanes, cobran de
nuestros impuestos por hacer su trabajo. Entender esta situación no
requiere grandes dotes analíticas. A estas alturas las apuestas van
triple a uno a que hay nuevos comicios porque los políticos españoles
serán incapaces de pactar una fórmula para evitarlos.
¿Quién
está interesado en nuevas elecciones? En primer lugar Rajoy, el de los
sobresueldos, que convencido ya de que nadie quiere juntarse con él (ni
en su partido), sabe que no será presidente y, como tiene con el poder
la misma relación que un parásito con el parasitado, quiere nuevas
elecciones en la esperanza de que el resultado le sea más favorable. Que
el país pueda hundirse en una incertidumbre y una espera de cuatro
cinco meses más sin nadie al mando no le importa. Que en este tiempo los
independentistas catalanes ganen una ventaja definitiva que España no
podrá recuperar, todavía menos. Al sobresueldos solo le interesa seguir
en el poder, aunque se hunda el país. Confía, supongo en Montoro,
experto en salvamentos imaginarios.
Interesados
en nuevas elecciones están también los independentistas catalanes
quienes, calculan, con razón, que un Estado sin gobierno hará menos daño
a la hoja de ruta independentista y seguirá sin tener iniciativa
política alguna. Es más, Rajoy quiere elecciones nuevas, pero no está en
situación de bloquear la formación de un gobierno. ERC y CiL, sí. No
solo son favorables a nuevas elecciones, sino que pueden provocarlas.
Los
tres partidos parlamentarios españoles restantes, PSOE, Podemos, C's,
tienen intereses menos claros. En un principio, tanto Podemos como C's,
habiendo obtenido resultados por debajo de lo que esperaban, querían
nuevos comicios, en la esperanza de incrementar su voto. El PSOE, con el
peor resultado de su historia, prefería no tentar más la suerte so pena
de encontrarse como el PASOK. Sin embargo, las cosas cambian
vertiginosamente. Los sondeos no auguran nada bueno para C's en nuevas
elecciones y Podemos se fragmenta a ojos vistas, siendo muy problemático
que vaya no ya a aumentar sino a repetir sus resultados con las
confluencias en estado de rebeldía. Sánchez, en cambio, al dar la imagen
del único que pretende garantizar un gobierno de pacto, acuerdo y
estabilidad, seguramente recogerá mejores resultados si se repiten las
elecciones. Que se repetirán, si los dos partidos llamados emergentes
siguen impidiendo alcanzar un acuerdo que evite al país la ordalía de
otra consulta electoral. También se debe contar con IU, pero su
representación liliputiense no tiene relevancia.
Los
motivos de los tres mayores son bastante obvios: Sánchez -cuyos
enemigos están fuera y dentro de su partido- trata de sobrevivir jugando
su única baza: convertirse en gobernante antes de que el congreso del
PSOE lo convierta en cesante. Rivera, cuyo narcisismo y vacuidad
rivalizan en todo con los de Iglesias, antes se dejará cortar en trozos
que permitir que el otro se lleve los focos y lo deje abandonado a la
oscuridad de una triste oposición, aguantando chistes de Rajoy en casa
del señor obispo. Iglesias, tan narcisista y huero como el otro, tiene
asimismo un factor que le activa un anhelo dormido, especie de viejo
sueño de sustituir al PSOE, deseo antañón de generaciones de comunistas
reciclados.
Las
circunstancias y las conveniencias -no sus propios méritos- han hecho
que Sánchez tenga un rol más racional y razonable en su intento de
formar un gobierno pactando con Podemos, C's e IU. Es lo que le
interesa, ciertamente, pero es el único que está haciendo algo por
evitar las nuevas elecciones.
Calíbrese el grado de mindundez
de los otros dos recordando que, después de hartarse de decir que bajo
ningún concepto permitirían que Rajoy siguiera en el gobierno ahora
hacen justamente lo que más le interesa para quedarse: provocar nuevas
elecciones.
Conclusión: cada país tiene el gobierno que se merece y la oposición que también se merece.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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