GRANADA.- La hermana sor Sara del Amor de Dios, monja
de clausura en el convento de Santa Isabel la Real, en el barrio del
Albaicín de Granada, ha explicado que el confinamiento puede ser una
"oportunidad" para adentrarse en el "interior" de cada uno, y apreciar
el "silencio", desde la base de que "una sobreinformación puede
manipular la mente".
Con solo 33 años, los siete últimos haciendo vida contemplativa,
esta hermana clarisa ha señalado que "los encuentros más importantes siempre ocurren en el silencio",
indispensable para "la escucha".
En ese sentido, es un buen momento, a su parecer, para descubrir
"para quién" y "por qué" viven las personas, y el lugar que, en este
tiempo "tan fuerte" marcado por la pandemia del coronavirus, pueden
pasar a ocupar cuestiones en otro momento fundamentales como el "dinero"
o las "redes sociales", las cuales muchas veces "distancian del otro".
Sor Sara hizo profesión de votos perpetuos el 2 de junio de 2019,
en una eucaristía presidida por el arzobispo de Granada, Javier
Martínez, con la comunidad de franciscanas clarisas del convento de
Santa Isabel la Real, frente a la Alhambra.
Esta es una Semana Santa atípica también para la comunidad, donde
la hermana de menos edad tiene 26 años y la mayor 89, en tanto que este
Jueves Santo no pudieron escuchar el "bullicio" que llena cada año en la
tarde la plaza de San Miguel Bajo para la salida de la Hermandad de la
Aurora, mientras ellas celebran los Santos Oficios.
Tampoco saben cuándo podrá volver a Santa Isabel la Real la talla
de Jesús de las Tres Caídas, que sí llegó a bajar en Vía Crucis al
barrio del Realejo para procesionar el Miércoles Santo hasta la
Catedral, como finalmente no ha podido suceder por las limitaciones
impuestas por la crisis del coronavirus.
Tras casi cuatro semanas de confinamiento en España, la hermana
explica que hay que tener en cuenta que "la mirada es distinta" si el
cumplimiento de esta medida por la población se compara con la elección
"para toda la vida" que ella ha hecho para ser monja de clausura. "No es
una imposición", resalta.
Al principio, en cualquier caso, "cuesta" y reconoce que pudo
echar en falta fumar un cigarrillo o "salir con el coche", si bien ella
tenía la posibilidad de "acudir a la palabra de Dios" con la oración, y,
"aún en momento de prueba, bendecir al Señor".
Para los que no tienen fe, recomienda escuchar al otro. Pese a la
vida contemplativa, está cerca de los suyos, de quienes puede recibir
visita cada mes, y conoce "los sufrimientos" que está produciendo el
coronavirus en la sociedad actual, con un caso cercano en su entorno.
Tras "pararse en seco" a causa del confinamiento, también invita a
los demás a desconectar para plantearse algo tan "humano" como es, a su
parecer, "la vida eterna", y huir de la "sobreinformación" pues "dar
vuelta al mismo tema aumenta la ansiedad", mantiene.
"El silencio es un misterio", agrega, incidiendo en que, en estos
días, en el claustro del Albaicín, "se escucha a la creación cantar", y
lamentando que "normalmente" la mayoría no sea capaz de "callar". El
confinamiento, en resumen, puede ser "una prueba" de la que salir
fortalecido, como sor Sara lo ha hecho en este último año.
En una entrevista recogida en la web de la Archidiócesis de
Granada, apuntó que, con motivo de sus votos perpetuos, se sintió "muy
libre, muy contenta", y "más libre que el pajarillo" que vuela.
Es la mayor de 15 hermanos, y reconocía entonces que aprendió en
la fe con su familia y con el Camino Neocatecumenal, a la par que no se
sentía un "bicho raro", porque ya había conocido la experiencia del
"aprovecha el momento", que, a su juicio, es "como un cohete artificial,
que explota rápido y se va rápido".
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