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Pero hubo alguna vez once mil
vírgenes?, se preguntaba Jardiel Poncela, a propósito de la leyenda de
Santa Úrsula y las once mil vírgenes que la acompañaron a Roma antes del
martirio. Y algo así se preguntará cualquier andaluz con la misma
perplejidad, al ver la evolución del empleo y recordar la promesa de
campaña: ¿pero hubo alguna vez 600.000 empleos?
Claro que la respuesta en ambos casos es, sencillamente,
no. Las 11.000 vírgenes que peregrinaron con Santa Úrsula son el
resultado de una mala traducción: eran once, pero alguien leyó undecimillia
y entendió once mil en vez de undécima; y los 600.000 empleos, como se
sinceró el consejero de Economía para evitar que esa cifra les
persiguiera como le sucedió a Felipe con los 800.000, es el resultado de
un eslogan oportunista de campaña. En fin, lo primero es un error y lo
segundo un camelo electoralista.
El
paro en Andalucía, allá por diciembre de 2018, estaba en algo más de
834.000 personas. La promesa de 600.000 empleos suponía comprometerse a
hacer desaparecer prácticamente el paro y dejar Andalucía en pleno
empleo técnico. O sea, Juanma Moreno no presumía de ser un genio de la
economía, sino el genio de la lámpara maravillosa.
Y no lo era. La realidad, un año después, es que el paro
ha bajado en 10.500 personas. A este ritmo, para llegar a los 600.000,
se necesitaría casi sesenta años. Es decir, Juanma Moreno tendría casi
110 años. Demasiada paciencia.
Esta semana Susana Díaz le ha sacado el asunto. Lógico.
Después de que el Gobierno venga apuntándose las buenas cifras de paro,
era tentador ante las malas. La respuesta de Juanma Moreno fue de
manual: uno, la culpa es de Sánchez; y dos, ¿dónde está nuestro IVA? He
aquí el modelo de manual de cómo no dar respuesta a los ciudadanos: pío-pío que yo no he sío + un trapo sucio del rival.
El político, cualquier político, no sólo incurre en el
ridículo de atribuirse las buenas cifras de empleo cuando baja el paro;
sino que además remata esa actitud impúdica considerando que las malas
cifras de empleo son por el contrario, siempre culpa de otro. Es la
norma habitual. Después hay quien se sorprende de que la política haya
llegado a niveles de descrédito del 50%.
En fin, nunca hubo 600.000 empleos como tampoco 11.000 vírgenes. Ay.
Otra pregunta más: ¿pero hubo alguna vez 537 millones de
IVA? La ministra de Hacienda se acoge a que han desaparecido por un
tecnicismo contable, como en la chistera de un mago, pero aquí la
respuesta es mucho más sencilla: sí. Esos 537 millones existen, porque
fueron pagados por los andaluces en dinero contante y sonante, euro
sobre euro. El tecnicismo para no pagar sólo puede convencer a los
previamente convencidos, pero a nadie más. Y la oferta de reconvertirlo
en déficit tal vez sirva para apaciguar a algún barón socialista al que
además le habrán doblado la muñeca en las bambalinas de Ferraz, pero a
nadie más. Desde luego no a los barones del PP, que van a convertir esta
trinchera en un línea óptima de fuego, porque el dinero escamoteado
suscita empatía fácil en los ciudadanos.
Moreno ha hecho dos cosas inteligentes: primero, erigirse
efectivamente en defensor de los intereses de los andaluces, como es su
obligación; y segunda, ofrecer a Díaz ir juntos a Madrid a pelear ese
dinero. Como presidente tiene la obligación moral de reclamarlo, pero
también la ex presidenta tiene la obligación moral después de sus
reivindicaciones a Rajoy. Moreno, claro está, sabe que la debilidad
orgánica de la ex presidenta hace impensable que vaya a sumarse a la
barricada del IVA contra el Gobierno. Eso va a debilitarla más.
Todo apunta a que la presión catalana va a generar
agravios. Cualquier privilegio dará más eco al Gobierno andaluz mientras
la oposición de PSOE y Podemos se debilita. Por eso es innecesario el
show de los portavoces gubernamentales pasándose de frenada en cada
intervención parlamentaria, con modos zafios más propios de un gobierno
en descomposición que de un gobierno recién llegado que debe inocular
ilusión. Ahora mismo parece contraproducente, pero desde luego es
innecesario.
De hecho, más allá de Díaz, también Teresa Rodríguez es
hoy candidata a perderse por el desagüe de la Historia. No todo es
demérito suyo, aunque ella haya contribuido a ese desenlace. Los
Anticapitalistas se creían guardianes de las esencias… y la consulta
sobre el Gobierno de coalición Sánchez-Iglesias, rechazado por ellos,
sólo dio un apoyo del 3,5% por ciento a la tesis de Teresa Rodríguez y
un 95% al oficialismo de Iglesias y Garzón. Game over.
Los Anticapis, con su melancolía rebelde demasiado trasnochada, pueden abandonar Podemos, pero Rodríguez ya parece kaputt.
Los números para su proyecto autónomo no dan y la bandera del
andalucismo tiene muy aquilatadas sus limitaciones. Las perspectivas
para la izquierda andaluza no dejan de caer, cada vez más a la deriva.
Save the Children recuperaba esta semana la cuestión de
la pobreza. Una de cada cinco familias andaluzas está en zona riesgo,
según la Encuesta de Condiciones de Vida que elabora cada año el INE.
Además, el relator de la ONU para la Extrema Pobreza ha pasado por
España, y por Andalucía, donde "la situación de los recolectores de la
fresa en Huelva es peor que en un campo de refugiados" (a algunos, un
reportaje de este asunto publicado por The Guardian
sí que les excitó la conciencia crítica… pero contra el periódico). El
relator habla del ascensor social averiado mientras las políticas de
recuperación de la crisis "sólo han beneficiado a las empresas y los
ricos", de la proliferación de pobres con nómina, de la inaccesibilidad
al alquiler, y de otras muchas realidades "que los españoles no
reconocerían" considerando, claro, que preferimos no mirar con la
protección balsámica de ojos que no ven…
Las conclusiones del relator de ONU son como para
avergonzar a cualquiera, si cualquiera aún se avergonzara con estas
cosas. Y deja un diagnóstico que debería ser particularmente hiriente
para los representantes públicos: "Los políticos españoles han fallado a
las personas que viven en la pobreza" y "la pobreza en España es una
decisión política". Todo esto, y el énfasis en que el sistema de
protección social está roto mientras la gente vulnerable se siente
abandonada, debería sacudir conciencias, de todos, ya sea la derecha que
presume de eficiencia económica o la izquierda que presume de justicia
social… pero en particular de esa izquierda ensimismada en tacticismos
autodestructivos, muy distanciada de la realidad.
(*) Periodista
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