Se cumplen 83 años de la conocida como ‘la Desbandá’,
la masacre de la carretera entre Málaga y Almería que supuso uno de los
episodios más sangrientos de la Guerra Civil. El 8 de febrero de 1937,
miembros del bando sublevado atacaron, por mar y aire, a los civiles que huían en masa de Málaga
debido a la entrada de las tropas franquistas, y causaron entre 3.000 y
5.000 muertes. ¿Qué sucedió con aquellos españoles refugiados que
sobrevivieron y llegaron a Almería? ¿Cómo fueron acogidos?
Los refugiados que llegaron a Almería después del cruento episodio no
eran todos malagueños: algunos eran de Madrid (los conocidos como «los
niños de Madrid»), Ciudad Real, Sevilla… Con la llegada a Almería de ‘la Desbandá’
y aún antes con la recepción de los madrileños, existían varios
problemas a resolver: habitacional, alimentario, sanitario y de
seguridad. Las instituciones se vieron reforzadas y en muchos casos superadas por instituciones no gubernamentales:
concretamente, el Socorro Rojo Internacional, Solidaridad Internacional
Antifascista, la Cruz Roja y La Gota de Leche de los cuáqueros.
El 3 de septiembre de 1936 llegaron los primeros refugiados
provenientes de Madrid y otros lugares, en su mayoría mujeres y niños.
Esa noche la pasaron en la sede del Comité Central Antifascista (El
Casino de Almería), y al día siguiente se hizo cargo de ellos el Socorro
Rojo Internacional (SRI), organización sin partido fundada en 1922, que
tenía como fin la ayuda, moral, jurídica y material para los
trabajadores víctimas del fascismo, el colonialismo y la justicia
burguesa.
Sin medios para atenderlos, los solicitan a la población
almeriense y se reciben camas, colchones, mantas y sábanas. Por poner un
ejemplo, el día 15 de octubre de 1936, el comité de enlace del Frente
Popular entregaba 17 camas, 17 colchones, 17 almohadas, cinco cuadrantes
(almohadas cuadradas), tres sábanas y dos mantas.
En el diario Adelante de Almería se publicaba: “Rogamos a
todos los ciudadanos de Almería y a los comités locales de la provincia
nos faciliten camas para poder atender a las familias que vienen
huyendo del terror fascista. Son muchos cientos de personas los que se
nos presentan todos los días reclamando nuestra ayuda y no debemos
permitir que duerman en el suelo estos desamparados”.
Atención a la infancia
Una de las primeras medidas fue la fundación de centros dedicados a
la protección de ancianos y niños necesitados (guarderías para los niños
de padres en el frente). Un caso muy especial fue el ocurrido el 18 de
octubre de 1936. Se recibían en Almería niños provenientes de la
provincia de Granada, contingente que no cabía en la guardería infantil
creada al inicio de la guerra.
Se hizo un llamamiento a la población
almeriense para dar acogida a 150 niños entre todos los vecinos de los
diferentes municipios. Estos niños se encontraban en una colonia escolar
instalada en Almuñécar, y no podían regresar a sus casas como
consecuencia de la guerra, por lo que se encontraban completamente
abandonados. El viaje y alojamiento fue gestionado por el comité de
Guarderías Infantiles y el Socorro Rojo Internacional.
El Ministerio de Comunicaciones, en la Navidad de 1936, editó las
‘Tarjetas Infantiles’, con dibujos y versos de Antonio Machado, para que
los niños refugiados en la retaguardia, pudiesen comunicar
gratuitamente con sus padres. Cada tarjeta llevaba en una de sus caras
un dibujo y la inscripción adecuada. Se hicieron seis modelos distintos
de dibujos, obra de los artistas del Sindicato Único de Profesiones
Liberales (CNT-AIT), aunque sólo cuatro llevaban los versos de Machado.
Alojamientos, ciudados sanitarios y alimentos para los refugiados
Ante las necesidades que surgían a los pocos días del comienzo de la
llegada de refugiados se tuvo que requisar el Gran Hotel Continental,
edificio con capacidad para alojar a 300 personas. Días después este
edificio también era insuficiente y entonces se procedió a la
incautación del Chalet Batlles (José Batlles García), actual sede de la
alcaldía de Almería, que también quedó inmediatamente ocupado
totalmente.
Más tarde se recurrió a hospedar a los refugiados en
hoteles, fondas y otros lugares. Incluso en el Manicomio Provincial,
donde se alojó a los que se encontraban en una situación traumática por
lo ocurrido en la carretera, así como el cortijo de los Torrecillas, con
capacidad para alojar a más de 250 refugiados.
Se requisaron colchones,
sábanas y camas en Níjar del Hotel Continental para los refugiados,
todo ello ordenado por el delegado del Socorro Rojo, Francisco Cañadas
López; se incautaron muebles y utensilios de cocina, como relata Rafaela
Abad Abad ‘Jollina’, sobre la ayuda en Canjáyar a los refugiados: “… cargaron
tres camionetas de muebles, llevándoselos el Socorro Rojo y varios
sacos de ropa y la bañera al Hospital, dando a los refugiados que
estaban en el cuartel ropas, cacharros de cocina de toda clase…”. Los refugiados estaban en el Cuartel de la Guardia Civil.
Pero además del alojamiento se proveyó a los refugiados de recursos
sanitarios: Se preparó la instalación de un hospital de sangre en el
Convento de Las Adoratrices, y el material sanitario se obtuvo de parte
del que existía en casa del médico Guillermo Verdejo Acuña, así como de
la Clínica Dental del doctor Asensio Lacal Fuentes. En cuanto al
vestuario, y debido al estado lamentable en que llegan los refugiados,
se les tuvo que dotar de prendas de vestir y todo lo posiblemente
necesario.
Tenemos constancia ya en las navidades de 1936, el Socorro Rojo
intenta llevar un regalo a los que se encontraban en el frente. Así lo
podemos ver en las estrofas de la cancioncilla llamada «nochebuena del
miliciano»:
Y en esta Nochebuena / que el héroe
miliciano su puesto no abandona. / El S. R. I. quiere / rendir un
homenaje a esta gesta grandiosa. / Nochebuena del Miliciano / Coñac,
turrón, tabaco, tendrás entre otras cosas. / Aporta una peseta,
Camarada. / La causa te lo impone. Lo exige la victoria.
El papel de la colaboración internacional
Sería la prensa, nacional y extranjera la que hizo que el mundo
supiera lo que estaba pasando en España, y gracias a ello muchas
organizaciones internacionales se aprestaron a proporcionar ayuda a la
retaguardia republicana. Entre ellas, La Cruz Roja, que aportaba
hospitales y puestos de socorro, así como vacunas y alimentos
infantiles.
También llegó ayuda de Inglaterra. El 21 de febrero de 1937 llegó a
nuestra capital, procedente de Inglaterra, la señora Violeta Thurtan con
el fin de realizar los trabajos preliminares de instalación del
Asilo-Clínica para refugiados que efectuaría Adrián G. Philips,
representante en Almería de la Cruz Roja Internacional por cuenta de The
British Universities Ambulance Unit for Spain.
Otras personas que
colaboran son Sir George Young y Lady Young, que llegan a Almería el 23
de febrero con la intención de la instalación de un hospital para niños
enfermos en Almería, lo que realiza con la colaboración del doctor José
Soriano. Estos hospitales están a cargo de médicos españoles y
enfermeras inglesas de forma voluntaria. Los edificios estaban cedidos
gratuitamente por las autoridades locales, y los gastos de montaje y
equipo, así como los de sostenimiento, eran sufragados por la
organización inglesa.
Otra de las organizaciones fue la de los Amigos de los Cuáqueros,
organización dirigida en Almería por miss Esther L. Farquhar, que se
ocupó principalmente de la atención infantil refugiada, procurándoles
alimentos para los menores, como leche condensada o chocolate. Adquirió
la forma de una cantina infantil instalada en la antigua casa que
perteneció a la familia González Egea, donde funcionaba también el
Comité Internacional de la Cruz Roja. Allí daban leche, pan y fruta,
procedente de los barcos ingleses.
Se trata de algunos ejemplos de cómo la solidaridad, tanto llegada
como de dentro como de fuera, trató de paliar uno de los episodios más
oscuros de la Guerra Civil.
(*) Historiador especializado en Guerra Civil y la represión franquista
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