viernes, 14 de octubre de 2011

Socio nº 88 de la Asociación de la Prensa / Antonio Felipe Rubio *

No salgo de mi asombro tras haber conocido la decisión de la Asociación de la Prensa de "suspender las relaciones con el Instituto de Estudios Almerienses (IEA), mientras su director sea Rafael L. Aguilera". Un rifirrafe dialéctico que destila manifiesta incompatibilidad entre los concernidos (Aguilera vs Blanco) no se puede convertir, por inusitada elevación, en crisis, ruptura… y a la mierda el convenio de la Asociación con el IEA; eso sí, hasta que despidan al "facha" de Rafael L. Aguilera. Y, de producirse el recambio, ya veremos si cumple con los perfiles que, al parecer, impone la Asociación de la Prensa que, por otro lado, ya ha decidido clasificar a Aguilera como intolerante y antidemocrático.
 
En ningún caso se desprestigia a la Asociación de la Prensa como para tomar partido exhibiendo un descomunal corporativismo, llevando a extremos irreconciliables lo que habría de dirimirse con una razonable admonición. Leído el artículo de Rafael L. Aguilera, jamás se menciona, se alude o se avizora argumento alguno que establezca relación necesariamente inherente entre M. A. Blanco y la Asociación de la Prensa. Es más, es Blanco quien arremete contra Aguilera mencionando a la Institución, tal como reza el título de su artículo "La ideología del nuevo director del Instituto de Estudios Almerienses".
 
Por tanto, ¿a qué viene la Asociación -que jamás ha sido aludida- a involucrarse en un asunto que sólo concierne a los intervinientes? ¿Acaso no tiene suficiente oficio y soportes M. A. Blanco como para bastarse él solo ante los embates críticos que le propinen?
 
Las alusiones a la democracia y libertad de expresión no son de recibo como argumento de la Asociación para romper unilateralmente las relaciones con el IEA. El nombramiento del director del IEA dimana de un proceso democrático reglado, y los apelativos que le propina Blanco pertenecen a su libre criterio y así ha de asimilar los del contrario. Y hasta aquí, todo debería ser normal: uno critica al otro, y el otro critica al uno. Pareciese que ser miembro de la Asociación de la Prensa implica un blindaje refractario a cualquier crítica hacia sus socios integrantes. Además, "plumilla" o "juntador de palabras" no es denuesto universal para la profesión periodística; todo lo contrario, es jerga habitual en las redacciones, y eso -y cosas peores- lo sabemos todos los periodistas. Y de ser persona "normal" a institucional no implica pasar de la prosa al endecasílabo y consonante perfecta.
 
Qué buen papel hubiese jugado la Asociación de la Prensa cuando algunos conspicuos representantes del poder, la democracia, la libertad, la pluralidad, el libre ejercicio del periodismo… y otras martingalas, han obstaculizado, pedido cabezas, vetado, insultado, amenazado, arruinado a periodistas y a medios; utilizando, a la luz de la tibieza corporativista, malas artes y procedimientos absolutamente detestables. 
 
(*) Periodista

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