El silencio de los agricultores Los
agricultores han puesto el grito en los medios de comunicación porque,
en medio del laberinto de la crisis de precios, algunos de entre los
suyos están comprando producto marroquí para, una vez aquí, venderlo con
etiqueta almeriense, con el fraude y el riesgo que tan insensato
comportamiento lleva añadido.
La denuncia está sobrada de argumentos,
pero las criticas tendrían más solidez si, además de quedarse en la
protesta, fuesen un paso mas allá y denunciaran públicamente a aquellos
que, con su actitud fraudulenta, están poniendo en riesgo a todo el
sector.
El sector agrícola es una geografía humana y empresarial en la
que todos se conocen y si se graban los camiones que llegan desde
Marruecos, también se pueden grabar los almacenes donde descargan la
mercancía que transportan.
Abrir expedientes administrativos, cortar la autovía, plantear con
vigor reivindicaciones a las administraciones, a todas, y pedir el apoyo
de la ciudadanía a sus justas demandas, está bien. Pero también lo
estaría que se hiciera público el nombre o la razón social de quienes
torpedean el principal sector de la economía provincial.
Llegados a
este punto habría que recordar a Unamuno cuando señaló que hay
circunstancias en las que callarse es mentir. A veces no basta solo con
no callarse, es necesario hablar y poner al descubierto la deslealtad de
unos pocos frente al legítimo interés de casi todos. Y esta actitud es
exigible tanto a las administraciones como al propio sector.
La vergüenza del Cañarete Ciento
seis años después de que aquel 15 de agosto de 1914 el vapor “Ancón”
inaugurara oficialmente el Canal de Panamá que unía el Caribe y el
Atlántico con el Pacífico solo puede resultar patético que los
almerienses sigan padeciendo el vía crucis amenazante del paso del
Cañarete.
Doctores tiene la Iglesia y técnicos el ministerio
de Fomento para alcanzar el milagro de que atravesarlo no suponga un
riesgo para quienes lo hacen. Las características del territorio pueden
dificultar las decisiones técnicas a adoptar, pero, a estas alturas
de la historia de la ingeniería, resulta incomprensible que no se
eliminen los desprendimientos que, un día sí y otro también, se producen en su media docena de kilómetros.
Madrid
y Sevilla continúan estando muy lejos de Almería (da igual el gobierno
que haya en una u otra capital, no se crean a quienes dicen lo
contrario), pero lo que no debemos continuar soportando los almerienses
es que creamos que unir Almeria con Aguadulce sea más difícil que
conectar dos océanos. Pónganse manos a la obra de una vez y para siempre
y olviden la política de acumulación de parches inservibles que han
demostrado su ineficacia desde que se pusieron en practica hace ya
demasiados años.
Humillación y pornografía La
denuncia de un padre ofendido por el desarrollo de un taller sobre el
desprecio de la mujer en la pornografía y al que asistieron varias
decenas de alumnos de bachiller en un instituto de Huércal Overa y en el
que estaban presentes varios profesores, ha puesto a Almería en el mapa mediático nacional de los francotiradores apostados en defensa del veto parental.
El
tratamiento mediático ha llegado al delirio de difundir que los
participantes eran niños de primero de ESO y de que quienes simularon
una felación intercambiando los roles casi la llevaron a la práctica. Disparates que solo buscan dar munición a la extrema derecha para que, tan católica, apostólica
y ultramontana ella, sus portavoces lleven a la práctica la teoría de
fraile según la cual, todo es bueno para el convento.
Hasta
que la delegación de Educación no concluya su informe sobre cómo se
desarrolló el taller sería temerario aventurarse a opinar si se hizo de
forma adecuada o se incurrió en algún error.
Pero hecha esta
salvedad no puede ignorarse que nadie pone en duda que el roll que la
mujer juega en la estructura estética y argumental ¿? de la pornografía
está en el origen de los comportamientos delictivos de muchos de quienes
cometen agresiones sexuales. Desde esta premisa, que solo discuten los
apóstoles del oscurantismo, puede oponerse a que el tema sea tratado en
una clase ante alumnos cercanos a la mayoría de edad y que, no nos
engañemos, llevan años consumiendo pornografía desde sus móviles. La hipocresía es un camino que solo llega al ridículo.
(*) Periodista y director de La Voz de Almería
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