Vox ha comenzado en Almería (como en otras provincias) a sufrir un proceso de descomposición en el que todos saben cómo ha comenzado, pero ninguno cómo terminará.
El triunfo, sobrevenido desde la emoción neofalangista en el partido
de extrema derecha, o prefabricado marketinianamente en la yenka vacía
de Rivera (izquierda, izquierda; derecha derecha, ya saben), tiene la
luminosidad efímera de la llama, pero no la consistencia permanente de
la brasa vertebrada.
Quien pasa una mano sobre la primera sabe que no quema; quien posa sus dedos sobre la segunda siente el permanente calor abrasador que encierra.
Quien pasa una mano sobre la primera sabe que no quema; quien posa sus dedos sobre la segunda siente el permanente calor abrasador que encierra.
Vox ha sufrido esta semana su cuarta crisis en
apenas unos meses. Primero fue el deseo, rectificado por la fuerza de
´quien manda, manda´, de la aspiración de su líder en El Ejido de ser
diputado provincial; después el golpe de estado de la dirección nacional
relevando a Juan Francisco Rojas al frente del partido y sustituyéndola
por una junta militar, perdón: una gestora.
Mas tarde se desarrolló el
cisma que dejó en el partido a solo uno de los tres concejales obtenidos
en Roquetas y hace apenas unos días, la parlamentaria autonómica por la
provincia, Luz Belinda Rodriguez, abandonaba el grupo
parlamentario andaluz y pasaba a formar parte de los no adscritos desde
el que ya ha comenzado a sufrir un intensísimo bombardeo de desprestigio
personal y político (militar, por supuesto) por tierra, mar y aire.
Cuatro crisis en poco mas de medio año es un balance estremecedor, sobre
todo si se tiene en cuenta que en tan poco tiempo han caído en el campo de batalla
el líder provincial y la primera parlamentaria que cosecharon en las
autonómicas de 2018. Y sin añadir a lo ya sucedido el folklore que
precedió a la elaboración de alguna de las candidaturas del pasado y a
una futura crisis en otro importante municipio de la provincia de la que
ya se oyen tambores no muy lejanos.
Los desencuentros
son habituales dentro de los partidos y no habría de sorprenderse porque
el virus de los enfrentamientos internos haya llegado hasta Vox.
Lo que sí sorprende es que lo esté haciendo con tanta virulencia y, además, en un momento político en el que el partido se encuentra instalado en la confortabilidad electoral más absoluta: sube elección tras elección, impone a PP y Ciudadanos algunos de su postulados y , como no toma ninguna decisión sobre las cosas que realmente afectan al bienestar real de los almerienses (¿Quién les ha escuchado alguna vez, no proponer, sino siquiera hablar con rigor de los grandes y urgentes retos pendientes de la provincia?) no ve amenazado su potencial electoral. Al contrario: la torpeza del PP a nivel nacional cada vez les hace más fuertes.
Lo que sí sorprende es que lo esté haciendo con tanta virulencia y, además, en un momento político en el que el partido se encuentra instalado en la confortabilidad electoral más absoluta: sube elección tras elección, impone a PP y Ciudadanos algunos de su postulados y , como no toma ninguna decisión sobre las cosas que realmente afectan al bienestar real de los almerienses (¿Quién les ha escuchado alguna vez, no proponer, sino siquiera hablar con rigor de los grandes y urgentes retos pendientes de la provincia?) no ve amenazado su potencial electoral. Al contrario: la torpeza del PP a nivel nacional cada vez les hace más fuertes.
Con la mirada clara y lejos hacia las montañas nevadas y el ardor
guerrero lleno de nostalgia por aquel tiempo que no volverá cobijados
bajo el manto, cuanto más grande mejor, de la bandera, Vox sigue
impasible el ademán, aunque, ¡ay!, sin cumplir el mandamiento de tener
prietas sus filas.
El alpinismo tiene demostrado que cuanto más
próximo estás de la cima, mas cerca estás del abismo. Podemos ha sufrido
esa contradicción al pasar en apenas tres años de 72 a poco mas de 30
escaños y volverá a sufrirla cuando se dé cuenta de que quién pacta como
segunda fuerza está condenado a la decadencia. (Salvo que detrás tenga
importantes apoyos financieros y mediáticos de alto voltaje, como le
sucedió a Ciudadanos en Andalucía con el PSOE, con el que no gobernó,
solo apoyó, lo que no le sucederá ahora con el PP).
Vox
puede haber llegado su cima (o no), pero lo que está quedando
demostrado en estos meses es que, si el PP no comete el error de darle
hilo a su cometa ideológica, más temprano que tarde comenzará su
decadencia. Lo que le está ocurriendo en Almería y en otras provincias
es la demostración evidente de que detrás de la marca no hay nada, solo
arengas tan llenas de ruido como vacías de contenido.
Pese a lo
que sostiene la Biblia, el mundo no se hizo en seis días, y un partido
no se hace sobre un séptimo de caballería al que le quitas la
trompetería mediática y acaba diluyéndose en el barro confuso de los
intereses personales.
(*) Periodista y director de La Voz de Almería
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