No hay otra: el atropello que han sufrido los derechos de Oriol
Junqueras por parte del Tribunal Supremo y su última negativa a ponerle
en libertad, para que asista a la sesión plenaria de la eurocámara del
próximo lunes, respetando así la inmunidad concedida por el Tribunal de
Justicia de la Unión Europea, ha traspasado ya las fronteras españolas y
concierne de lleno a las autoridades europeas.
Europa debe actuar
contra España sin más dilación a través de uno de los dos caminos
posibles, el Parlamento Europeo, cuya mayoría ha sido alterada sin
ninguna razón legal, o el mismo TJUE, claramente ninguneado.
No es
aceptable en ninguno de los supuestos lo que está haciendo el Supremo, y
es una verdadera tomadura de pelo, reinterpretando las decisiones de la
Justicia europea para no dar su brazo a torcer en lo que es una
inmunidad de manual de Junqueras, ya que la sentencia fue dictada cuando
ya era poseedor de ella.
No por esperada, la decisión del Supremo con Junqueras es menos
condenable. A nadie ha sorprendido ya que los precedentes de la
actuación judicial no permitían presagiar lo contrario.
Pero el hecho de
que nadie apostara porque la sala que preside el juez Manuel Marchena
aceptara lo que el TJUE había dicho, le resta importancia alguna. Al
revés: es un ejemplo más de la seguridad que existía en que cuesta más
dar el brazo a torcer que dar por perdido lo que instancias superiores
han desautorizado.
Es por todo ello que, en primera instancia, el
Parlamento Europeo no puede dejar pasar la flagrante vulneración de
derechos de Junqueras, sobre el que no se modifica su situación de
prisión en el centro penitenciario de Lledoners. También tendrá que
decir la suya el TJUE porque el caso ya ha desbordado claramente las
fronteras españolas.
De aquí al lunes, día en que debería estar sentado en su escaño de
Estrasburgo, se deben seguir apurando los resquicios legales para
revertir la situación de Junqueras. Todos los posibles, sin excepción
alguna.
Porque no hay otra manera de conseguir revertir la situación de
injusticia de Junqueras respecto a su no reconocida inmunidad, que dar
la mayor difusión posible a lo que está haciendo el Tribunal Supremo.
También sería conveniente oír la opinión del Gobierno español,
aparentemente encandilado con el anuncio de los ministros con
cuentagotas y poniendo las primeras zancadillas a sus socios de Unidas
Podemos creando hasta cuatro vicepresidencias para diluir la de Pablo
Iglesias.
De eso Pedro Sánchez sabe mucho. ¿Qué ha pasado con aquel
mantra de que las sentencias se cumplen y se acatan? Quizás es que solo
tenía valor para los tribunales españoles, cuyas sentencias son casi
siempre previsibles, y otra cosa muy diferente es cuando se trata de la
Justicia europea.
Y, mientras todo eso sucede, la democracia y la Justicia española se exponen al mundo desnudas. Cada vez más desnudas.
(*) Periodista y director de El Nacional
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