Atesorar todo el poder, escapar a todo control. Esta máxima guía los pasos del peón de ajedrez Iván Redondo,
el consultor político que maneja las piezas del Gobierno desde su
tablero sombreado de La Moncloa. Es de lejos el colaborador de Pedro
Sánchez sobre el que más líneas se han escrito, convertido en una
especie de demiurgo que dirige los hilos del Ejecutivo, coordina su
estrategia y controla la comunicación.
Su leyenda, en parte real y en parte ficcionada, se ha agigantado tras publicarse el decreto de estructura de la Presidencia, que le otorga facultades colosales en detrimento del Consejo de Ministros. Un gobierno en paralelo, y lo que es más grave, fuera del foco de la oposición.
Su leyenda, en parte real y en parte ficcionada, se ha agigantado tras publicarse el decreto de estructura de la Presidencia, que le otorga facultades colosales en detrimento del Consejo de Ministros. Un gobierno en paralelo, y lo que es más grave, fuera del foco de la oposición.
El
esquema no es nuevo para Redondo (San Sebastián, 1981), que dejó de ser
un puro asesor electoral del PP para meterse en los huesos del Gobierno
extremeño de José Antonio Monago
(2011-15). Antes había llevado la campaña de Albiol en Cataluña y de
Basagoiti en el País Vasco. Pero en 2011 tuvo su gran oportunidad y
logró que su «cliente» le cediera todo el poder, convirtiéndole en
omnipotente jefe de gabinete en la penumbra; de eso ejerce hoy en
Madrid. Monago fue su títere. Sánchez puede serlo.
«Consejero coordinador»
La
Junta fue su gran laboratorio de pruebas. Allí hizo y deshizo a su
antojo. «Su estrategia fue la misma: aisló al líder, que queda endiosado
y es apartado del partido, y somete a todos los consejeros. Todos
debíamos pasar por él antes de despachar con el presidente», señaló a
ABC uno de los siete integrantes del ejecutivo de Monago.
En Mérida se hizo llamar «consejero coordinador», sin rango pero por encima de todos: su influencia es total.
«Iván Redondo manda en Extremadura y no lo ha votado nadie», denunció
desde la oposición Guillermo Fernández Vara, quien hoy calla ante el
poder exorbitante del valido de Sánchez. Como pasó en el PP extremeño,
los contrapoderes del PSOE se han difuminado. El líder está endiosado,
exhibe su fuerza. Y él es el favorito del «rey».
En la Junta
aprendió a manejar la Administración, navegó por los pliegues de la
legalidad y la retorció cuando quiso. Allí ensayó un movimiento
escandaloso, que Sánchez ahora ha copiado. Ideó el cambalache de cargos
situando al consejero de Administraciones Públicas como presidente del
Consejo Consultivo regional. Y, viceversa, el presidente de este órgano
independiente ocupó el sillón vacante en el Gobierno. La jugada dejó el
mismo rastro pringoso que hoy provoca el cambio de la ministra de
Justicia a la Fiscalía General.
«Son maniobras muy peligrosas que socavan la división de poderes y la propia democracia», admite hoy uno de aquellos consejeros,
arrepentido de tolerar las malas artes de Redondo. Su ceguera, explica
este alto cargo del PP, se debe al poder de persuasión del «gurú».
«Tiene una fuerza incontestable. Sepa o no de lo que habla, es determinante. Hasta el consejero de Hacienda, que era un catedrático de colmillo retorcido, comía de su mano».
«Tiene una fuerza incontestable. Sepa o no de lo que habla, es determinante. Hasta el consejero de Hacienda, que era un catedrático de colmillo retorcido, comía de su mano».
El incendio ocasionado por
la designación de Delgado fue rápidamente tapado por una bomba de humo:
su especialidad. El Gobierno sobreactuó con el pin parental y paseó el
artículo 155 por Murcia. El tahúr de La Moncloa conseguía desviar la
atención. «En eso Iván es un experto. Va marcando la actualidad, sabe
que las crisis duran 72 horas y él desvía el tiro», dice un estrecho
colaborador de Monago.
Por supuesto, todos vieron su sello en la exhumación de Franco, convertida en una superproducción de «Netflix».
«El presidente haciendo running y paseando al perrito con fotógrafos... Esto ya lo hizo aquí. Sánchez fue en Falcon al concierto de The Killers como Monago vio a Extremoduro... El objetivo es modernizar al líder». Ha copiado hasta el cambio del Consejo de Ministros, de viernes a martes, que ya ordenó en la Junta, a la que también modernizó llamando «Gobex».
«El presidente haciendo running y paseando al perrito con fotógrafos... Esto ya lo hizo aquí. Sánchez fue en Falcon al concierto de The Killers como Monago vio a Extremoduro... El objetivo es modernizar al líder». Ha copiado hasta el cambio del Consejo de Ministros, de viernes a martes, que ya ordenó en la Junta, a la que también modernizó llamando «Gobex».
Nefasta, sin
embargo, fue su gestión del escándalo de los viajes de Monago a Canarias
para visitar a una amiga, que le sufragó el Senado. «Iván paseó al
presidente por los platós, le achicharró con razones imposibles». De
aquel error aprendió a instaurar la «ley del silencio», y de ahí que,
por ejemplo, haya sido imposible que Sánchez responda por su tesis
doctoral fraudulenta destapada por ABC.
En cambio,
en la crisis de comunicación del Gobierno sobre el «affaire Ábalos» sus
excompañeros opinan que Redondo ha querido abrasar a quien es mano
derecha de Sánchez en Ferraz. «A mí no me echa nadie de aquí»,
respondió herido el ministro. Puede que esa bala no fuera dirigida a la
oposición, sino a Moncloa. «Todo huele a la misma tostada preparada por Iván».
Aniquilar al adversario
En
Extremadura se recuerda con pesar la dinámica de crispación que
vivieron durante el mandato Monago-Redondo. La ofensiva fue brutal
contra la oposición, los medios y todos los que cuestionaron el régimen
instaurado. «Se vio con el poder del Mandarín. Aquí tuvo un presupuesto
limitado, pero aprendió pronto a repartirlo», apuntan en los dos
partidos.
En el PSOE
extremeño le definen como un hombre siniestro, sin escrúpulos. Valentín
García, entonces portavoz en la Asamblea y hoy diputado nacional,
denunció a tumba abierta el intento de Redondo de «aniquilar al
adversario», o sea, al PSOE.
«Eso es lo que intentó en Extremadura:
eliminar personal y políticamente a Guillermo Fernández Vara y a cuantos
le rodeábamos, y borrar al PSOE del tablero extremeño». Le acusó en una
carta en Facebook de revisar las facturas, una a una, de restaurantes y
hoteles para saber con quién se hospedaba el expresidente. En el
entorno de Vara sospechan que le puso un detective.
Ángel Ortiz
es el director de «El Norte de Castilla» y dirigía entonces «Hoy», el
diario extremeño de referencia. Dibuja así la influencia de Redondo: «Lo
normal es que el director de campaña, el "spin doctor", esté al margen
del poder y se limite a llevar al político al cargo. Él no. Él quiso ser
el anestesista y cirujano. Pero hizo de celador, enfermero,
anestesista, cirujano y enterrador». Intentó controlar a los medios
privados regándolos de campañas institucionales y, como se ha publicado,
ofreció salvar al «Hoy» de un ERE.
Ortiz no entró por el aro y se
produjo el ERE. «Es un hombre que juega al límite, siempre entre la amenaza y la compra de voluntades».
Así lo ven también en los sindicatos. También la televisión pública se
fue a la huelga para quitarse la mordaza en los viajes de Monago a
Canarias -la directora de Público, Ana Pardo de Vera, denuncia que por
aquella exclusiva se le vetó para dirigir RTVE-. Y después de que
Redondo ordenara poner telenovelas en lugar de emitir en directo la
moción de censura que sufrió Monago y que marcó el final de su partida
extremeña. Si una línea de un texto sobre él le ha disgustado, hoy sigue
haciéndoselo saber a los periodistas.
Su
relación con Ferraz es de mutua desconfianza. Suele decir Redondo que él
cree en las personas, no en los partidos; y no cree en las ideologías,
sino en las ideas, y cuanto más sencillas, mejor. El viejo partido
socialista secuestrado por un consultor ajeno que gobernó con el PP y
puso la semilla de la campaña xenófoba de Albiol.
Muchos socialistas supuran resentimiento pero hoy callan. «La relación es normal», aseguran en el partido.
«El tiempo lo cura todo, esas cosas se diluyen, y más habiéndole ganado
las elecciones», opina un diputado extremeño en el Congreso, que
diferencia «los papeles bien distintos» de Redondo en Mérida y en
Madrid. «Aquí tenía una influencia total porque Monago se lo permitió.
Él podía decidir una crisis de gobierno. Y eso en Moncloa es impensable.
Pedro bebe de muchas fuentes». Está seguro de que se magnifica la
leyenda de Iván el terrible, sin descartar que él la busque.
«Su mayor
fortaleza es lo táctico, el corto plazo, el regate en corto», resume
César Calderón, consultor político de Redlines que se midió a él en dos
elecciones (Extremadura y País Vasco) y en las dos le ganó. Esa agilidad
le sacó del hoyo tras el fiasco de la repetición electoral de
noviembre. Cuando en Ferraz afilaban los cuchillos contra el
«gurú» de La Moncloa, en apenas treinta horas firmó un pacto secreto con
Podemos. Era una cuestión de supervivencia para Redondo y para Pablo Iglesias, que mantienen hoy una relación muy fluida.
El
que sigue es un pasaje muy revelador del protagonista. Es abril de 2016
y es entrevistado en el programa televisivo La Tuerka. «Es culto,
rápido, sensible», le presenta. Están encantados de conocerse, se miden
profundizando en las series de televisión. Según Iglesias, «House of
Cards», pura ambición personal, sería peligrosa en la Facultad de
Políticas porque «deja poco espacio para el proyecto moral».
Pero
Redondo defiende que debe ser asignatura obligada. Si quieres ver el
gobierno ideal, el presidente que todos queremos, ve al «Ala Oeste de la
Casa Blanca». Pero si quieres ver el mundo real, el gobierno de lo posible, ve a «House of Cards».
«Bueno, sin la literatura de asesinatos», matiza Redondo. Iglesias, incrédulo y fascinado al mismo tiempo, asiente.
Al final de
su entrevista, Redondo regala a Iglesias un peón de ajedrez, que
representa al asesor, el que «siempre está detrás y que hay que destacar
porque cuando llega a la casilla ocho puede transformarse en cualquier
pieza. Y es con la estructura de peones como se gana en política». Habrá
que ver si al final Redondo logra coronar.
(*) Periodista
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